🌤️ El sol de la mañana se colaba entre las ramas altas de los árboles del campus, tiñendo los caminos de dorado. A esa hora, la universidad parecía otro lugar: más limpio, más tranquilo, como si no supiera aún que más tarde llegarían el caos, los gritos y los dilemas existenciales.
Sam llegó temprano. Demasiado temprano.
Estaba en una de las bancas cerca del bloque principal, abrazando su mochila como si fuera un escudo y viendo cómo los primeros estudiantes pasaban de largo sin notarlo. Sus dedos jugueteaban con los bordes de un cuaderno. No estaba seguro de por qué sentía el estómago tan apretado. Tal vez por todo lo vivido el día anterior. O por lo que podía venir.
Entonces, una voz conocida rompió su burbuja:
— ¿Siempre llegas dos horas antes por si hay tráfico de gansos en el cielo o qué? —dijo Gael, apareciendo con una taza de café en una mano y una bolsa de papel en la otra.
Sam sonrió tímidamente.
— No podía dormir...
— ¿Por el jugo asesinado o por los lobos? —preguntó Gael con tono ligero, sentándose a su lado.
— Por todo... —admitió Sam. — Aneth se fue molesta, tú también parecías algo distante cuando te fuiste con ella... y luego Nick. Él me confunde.
Gael se quedó en silencio unos segundos, observando su café.
— Nick confunde a todo el mundo. Él mismo no sabe qué quiere a veces.
— ¿Y tú sí sabes lo que quieres? —preguntó Sam de repente, sin mirarlo.
Gael giró lentamente hacia él. Una pausa. Luego alzó una ceja.
— Ahora mismo sé que quiero que comas esto. —le tendió la bolsa de papel.
Sam la tomó, curioso. Dentro había un croissant aún tibio.
— ¿De verdad lo compraste para mí? —preguntó sorprendido.
— Nah. Era para el pato que vive en el estanque, pero tú llegaste primero. —bromeó Gael, dándole un leve empujón con el hombro.
Sam rió con ganas. Por un momento, toda la tensión desapareció.
— Gracias. —susurró.
— De nada. Además... —dijo Gael, recostándose un poco. — Me gusta verte sonreír.
Sam se sonrojó hasta las orejas. Abrió la boca para responder, pero en ese instante, una figura apareció caminando con paso rápido: Aneth.
Tenía gafas oscuras, el cabello recogido en un moño algo desordenado y una bolsa llena de dulces colgando del brazo.
— ¡Malditas resacas emocionales! —soltó al llegar, dejándose caer junto a Sam. — Hoy desperté pensando en tirarle agua bendita a Nick. O gasolina. No decidí cuál.
— ¿Estás bien? —preguntó Sam.
— No, pero traje azúcar. —dijo, sacando gomitas y chocolates y repartiéndolos como si fueran pociones mágicas.
Gael tomó uno, pero no dijo nada. La miró de reojo. Aneth no lo vio, o prefirió no responder.
— ¿Y él? —preguntó Sam, en voz baja.
— Nick no es tu problema. —respondió Aneth, seria por primera vez esa mañana. — Y si vuelve a intentar algo contigo, me encargo yo. Con un bate. O un abogado. Lo que funcione primero.
Sam solo asintió, algo abrumado pero agradecido.
Gael, por su parte, observó a ambos. Luego miró hacia el horizonte del campus. Algo estaba cambiando. Podía sentirlo en el aire, en las miradas, en la forma en que todos se cuidaban... o se evitaban.
Y aunque aún no lo sabían, ese día no terminaría tranquilo.
🐺: Colmillos en el pasillo
La mañana iba bien. Demasiado bien.
Sam, Aneth y Gael caminaban tranquilos por el pasillo principal, riendo de algo tonto que Gael acababa de decir —algo sobre profesores con cara de zanahoria y la posibilidad de que uno fuera reptiliano—. La luz del sol caía justo sobre las ventanas, creando reflejos cálidos sobre el suelo encerado.
—Prometo que ese profe tiene ojos que no parpadean... ¿¡lo han notado!? —decía Gael, agitando las manos como loco.
—¡Sí! ¡Parece un NPC bugueado! —añadió Sam, sin poder dejar de reír.
Aneth sonreía, relajada. Por primera vez en mucho tiempo, el ambiente se sentía liviano... hasta que el murmullo cambió.
Ruidos más pesados. Voces con tono arrogante. Risas que no sonaban alegres, sino burlonas.
—¿Ya vieron quién llegó? —murmuró alguien cerca de ellos, alejándose con prisa.
Los estudiantes comenzaron a apartarse. Algunos cambiaban de dirección. Otros bajaban la cabeza.
Los Lobos estaban entrando.
Zane, Drako y un par más que no solían dejarse ver en el campus caminaban como si el pasillo fuera una pasarela, flanqueados por sus risas cínicas y miradas depredadoras. Nick no estaba con ellos... pero no hacía falta. El veneno ya estaba presente.
—Qué ambiente tan... puro. Vamos a ensuciarlo un poco. —dijo Zane, deteniéndose frente al grupo de Aneth.
Drako clavó la mirada en Sam, de arriba abajo, con una sonrisa torcida.
—Vaya, vaya... ¿a este lo sacaron de una vitrina o siempre se ve así de limpio? —dijo con voz burlona. —No sabría si invitarlo a una fiesta... o usarlo de decoración.
Sam dio un paso atrás, incómodo, pero no respondió.
Zane se giró hacia Gael y le ofreció algo con una sonrisa falsa: un cigarrillo encendido.
—Para ti, Gael... un regalito del pasado. ¿Ya no fumas con nosotros? —dijo, dejando ver una chispa de desafío.
Gael no respondió. Solo miró el cigarro, luego a Zane, y finalmente, sin decir una sola palabra, lo tiró al suelo y lo pisó.
Zane alzó ambas cejas.
—Uy... qué rebelde te volviste.
Y luego, la atención se centró en Aneth.
Uno de los otros lobos —alto, de cabello oscuro y con una cicatriz en la ceja— sonrió como un lobo al verla.
—Aneth... —dijo, con una voz suave pero cargada de veneno. —¿Sabías que los postres saben mejor si los compartes con alguien que ruge por ti?
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Editado: 24.08.2025