—¿Corremos? —preguntó Gael.
—No, gracias. Tú te lo ganaste.
Aneth se acercó lentamente, como una heroína de acción con música dramática de fondo.
—Hola, Gael. ¿Disfrutaste tu libertad?
Gael tragó saliva.
—Aneth, por favor, no lo hagas aquí. Hay cámaras. Niños. Ardillas...
—Oh tranquilo. No te haré nada. —dijo ella con una sonrisa angelical mientras levantaba el vaso de soda— Solo quería devolverte esto...
Y sin previo aviso, le encajó el vaso vacío en la cabeza.
Sam dejó caer su medialuna.
—¡Aneth!
—¡¿Qué?! ¡Era simbólico!
Gael, con el vaso atorado como sombrero improvisado, murmuró:
—Estoy rodeado de psicópatas dulces...
💥:"No lo toques si quieres seguir respirando"
Sam apenas se había recuperado de ver a Gael con un vaso de soda encajado en la cabeza, cuando un silbido áspero se escuchó a unos metros. Desde la entrada del parque apareció uno de los Lobos, alto, cabello en punta, chaqueta de cuero y una sonrisa torcida como si nunca hubiera escuchado la palabra "respeto".
Zane, el más atrevido del grupo(realmente no pero lo obligaron), caminó directo hacia ellos con las manos en los bolsillos y la mirada fija en Sam, que retrocedió un paso sin darse cuenta.
—Vaya, vaya... —dijo Zane con voz ronca— Así que este es el nuevo pollito que andan cuidando tanto.
Gael se puso de pie, más serio que nunca. Aneth cruzó los brazos. Zane, sin inmutarse, sonrió.
—Tranquilos, solo vengo a charlar... Bueno, a ver si me animo a invitarlo a algo más divertido. ¿Qué dices, Sam? ¿Nos vamos a... ya sabes... divertir un rato?
Sam se quedó congelado. La sonrisa de Zane no era graciosa, era invasiva, sucia. Estaba demasiado cerca. Tan cerca que su respiración chocaba contra el rostro de Sam.
Y entonces ocurrió.
Aneth, en silencio, dio un paso al frente.
—Tócalo y te mato. —dijo con una calma que helaba los huesos.
Zane levantó una ceja.
—¿Y tú quién eres? ¿Su mamá?
—Soy peor. —murmuró Aneth, con una sonrisa tensa— Soy alguien con muy, muy poca paciencia y un historial de violencia muy creativo.
Gael se colocó junto a ella, con una mirada que por fin reflejaba algo de amenaza. No se notaba tan bromista esta vez.
Zane, por un segundo, pareció dudar. Pero al ver que nadie reía, se encogió de hombros.
—Tranquilos, solo bromeaba. No hay necesidad de ponerse violentos.
—No estabas bromeando. —dijo Sam, con voz débil pero firme.
Zane lo miró... y sonrió.
—Ya crecerás, pollito.
Y se fue caminando, silbando, como si no hubiera soltado una bomba en medio de la noche.
El silencio se quedó flotando unos segundos.
Aneth suspiró y se giró hacia Sam, tomándole la mano con suavidad.
—Perdón por eso. No debería haberte dejado solo ni por dos segundos.
Sam bajó la mirada, mordiéndose el labio. Gael le revolvió el cabello con cuidado.
—Ya estás con nosotros. Y mientras estés con nosotros... nadie se atreverá a joderte.
Sam solo asintió con un leve movimiento de cabeza, todavía nervioso, pero con una sonrisa tímida al final.
—Gracias...
—Ahora vamos —dijo Aneth, más ligera— Te debemos una noche sin imbéciles.
—Y pizza sin traición, —añadió Gael, aún sobándose la cabeza.
Sam sonrió, más relajado. Y los tres siguieron caminando por el parque, bajo las luces cálidas de los faroles, sabiendo que juntos... eran imparables.
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Editado: 24.08.2025