La soledad a la noche llama a mi puerta,
desea entrar y que le haga compañía.
Lo que no sabe es que cada vez que viene,
mi mente añora esa sensación.
Siempre viene a la misma hora,
sabe que a la madrugadora soy
más susceptible y se aprovecha
de ello.
Cuando se va, la luz se cuela
por las ventanas. Al alba, siempre
desaparece, y yo, me acuerdo de
ella el resto del día.