Secretos Inmortales

3- Los Ardelean.

El agua entra en contacto con mi piel y pego un leve brinquito cuando la siento salpicando cálidamente por cada área de mi cuerpo desnudo, al mismo tiempo que canturreo Mr

El agua entra en contacto con mi piel y pego un leve brinquito cuando la siento salpicando cálidamente por cada área de mi cuerpo desnudo, al mismo tiempo que canturreo Mr. Blue Sky evitando que el champú me entre en la boca.

Vaya contradicción más grande, ya que ahora vivía en un sitio donde el sol rara vez se dejaba ver de entre las nubes.

La ducha desprende cierto vapor que se pega en las baldosas cerámicas de la regadera y el jabón tiene un olor exquisito a jasmín.

En cuanto termino, tomo la toalla y me envuelvo en ella, tomando otra para secar mi cabello. De vuelta en la habitación, tomo unos jeans negros, una camisa de tela del mismo color y una sudadera gris, lo suficiente gruesa para cubrirme. El frío de la mañana me hacía tiritar a ratos, por esa razón prefería algo más abrigado, un par de medias negras protegen mis pies y me calzo una botas de cuero negro que me habían regalado la navidad pasada. Aprovecho para buscar una bufanda gris y la enrollo alrededor de mi cuello, peino mi cabello y lo seco, sintiendo como las puntas acarician gran parte de mi espalda baja.

El color castaño de un par de mechones caen en los hombros de mi ropa y los retiro para que no me den una mala impresión ahora que conoceré a toda la familia Ardelean.

Aplico un poco de crema hidratante en mi rostro y noto una mirada cansada en mis ojos, que lucen inemotivos y algo rojizos, imagino que se debe a mi repentina pesadilla de anoche, la cual me despertó en plena madrugada, donde el viento golpeaba con fuerza el vidrio de las ventanas y producía un chrrido espeluznante que no favorecía mucho para calmar mi respiración agitada causada por el sueño horrible y mi despertar apresurado. No soy una persona que padezca mucho de pesadillas, sin embargo, puedo notar que ayer mi propio subconsciente me dio una mala jugada.

Sacudo mi cabeza varias veces, aplico perfume en mi cuello y crema para mis manos, tomo un poco de valor para encender mi celular y darme cuenta de la cantidad de llamadas y mensajes que tengo de mamá, del vejete y de mis hermanos, pero más que nada, siento una espinita al notar un mensaje en particular.

"¿Me vas a ignorar toda la vida? ¿O solo vas a pretender que no existo?"

El contacto ya no se encontraba registrado, aunque dudaba mucho poder olvidar ese número teléfonico en algún momento. La foto de la rubia era bastante seductora, pero eso solo avivaba más mis ganas de ir a buscarla y arrancarle mechón por mechón, estuve a punto de abrir el mensaje y mandarla a conocer cada sitio del carajo, mas no lo hice, me retracté y lo ignoré. Guardo mi teléfono celular en la bolsa del jeans y le bajo el volumen manualmente, armándome de valor para volver a mantener la compostura ante la aterrorizante aura de la mansión Ardelean.

Salgo fuera de la habitación y cierro la puerta a mis espaldas, mientras percibo la soledad tan lúgubre del pasillo. Camino el trayecto por el que Nicolae me guío ayer y, finalmente doy con las escaleras de caracol, un rugido de mi vientre me hace dar un respingo y escucho una risa a mis espaldas.

Cuando me volteo, me topo con un Nicolae vistiendo ropa aún más formal que la que andaba ayer en la noche. Un pantalón negro y camisa azul con las mangas arremangadas me hacen caer en cuenta que tiene el cuerpo algo trabajado—probablemente vaya al gimnasio-—y uno de sus brazos lleva el saco de vestir de su atuendo y un maletín de cuero. Me regala una sonrisa—un tanto escalofriante para mí gusto.

—Buenos días, Nicolae.

El sonríe ante la mención de su nombre y me regala un asentimiento mientras a acerca.

—Buenos días, Jules. ¿Cómo amaneciste?

—Amanecí bien, gracias. ¿Y usted?— me limito a contestar

Él masculla que durmió bien y me have un ademán hacia el inicio de las inmensas escaleras y yo lo sigo en cuando da un paso hacia ellas.

Descendemos en silencio, la mansión luce mucho más iluminada gracias a la grisácea luz del día, lo que me hace pensar en su decoración bohemia, elegante y misteriosa.

Nicolae me hace un gesto de que lo siga y no dudo en obedecer, a fin de cuentas, muero de hambre y no tengo ni la más mínima idea en dónde se encuentra la cocina en esta casa.

O si siquiera me van a dar la opción de desayunar acá.

El castaño detiene su andar luego de pasar los finos y desolados pasillos frente a una gran puerta oscura.

—Antes de presentarte al resto de la familia, quiero mostrarte a una de las personas más importantes de esta casa y con quién, estoy seguro, que te vas a llevar bien—comenta de repente.

Inhalo más aire del necesario y me regala una de sus conocidas sonrisas aterrorizantes.

¡Diablos! Si iba a convivir con este chico, lo menos que podría hacer es enseñarle como se sonríe sin asustar a la otra persona.

—De acuerdo— siento el latir de mi corazón en mis oídos al tanto que susurro lo suficientemente alto para que me escuche.

El castaño abre la puerta y la luz que entra en la estancia me deja ciega por un momento y tengo que entrecerrar los ojos, un olor fresco a frutas llega a mis fosas nasales y me hace captar el sonido de algo friéndose en una sárten.

Parpadeo varias veces hasta que caigo en la cuenta de que me encuentro en la cocina, un sitio enorme con una isla de mármol oscuro en el centro y varias ventanas que permiten el paso a gran escala de la luz gris que abarca la mañana y hacen del lugar, uno realmente encantandor. Se podía decir que de las pocas áreas que he avistado de la mansión, la cocina y mi habitación son los que más me han gustado, ese aire de tranquilidad y sobriedad me hacen entrar en comodidad.
Una mujer de estatura promedio es quien se encarga de cocinar algo, se encuentra a espaldas de nosotros, pero el tarareo que sale de su boca no pasa desapercibido—al menos por mí.




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