Doblar ropa nunca me habia parecido un ejercicio tan distractor hasta que aquí estaba yo, en la habitación designada para mí, ordenando lo restante de mis pertenencias hasta que a alguno de los Ardelean se les ocurriera que me necesitan para algo.
Comienzo a considerar si realmente fue una buena idea aceptar este trabajo, porque por el lado positivo, tengo demasiados beneficios y libertades, adicional a un cheque generoso para una estudiante universitaria de veinte años, pero por el otro lado, esta familia es extraña, muy muy extraña. Solo falta que sean los miembros de algún culto. Me sobresalto cuando unos toques en la puerta abierta suenan, donde me topo de lleno con la cara de Nicolae.
—Jules, lamento interrumpirte— me brinda una sonrisa a labios sellados y lo agradezco internamente—. Resulta ser que Règine quiere ir al salón y de paso, chequear como están los hoteles. ¿Podrías vigilar a las niñas mientras tanto? Se que no has entrado en detalles del contrato con mi padre, pero miralo como una prueba.
Yo me encojo de hombros con una sonrisa.
—No hay problema, supongo que eventualmente van a estar lidiando conmigo, entonces es una buena premisa —eso lo hace sonreir con un asentimiento.
Acomodo la bufanda en mi cuello, haciendo una señal de que me dé un momento. Le doy la espalda al Ardelean para guardar la ultima ropa que habia doblado, tomo el celular de sobre la mesita de noche y cierro la puerta a mis espaldas una vez que salgo.
Atisbar estos pasillos logra una sensación de hielo en mis huesos, siento frío y temblor en las rodillas, pero me aferro a los bolsillos de mi súeter y camino al lado del mayor de los Ardelean.
Su estatura imponente me hace sentir diminuta como una hormiga, podía calcular un metro noventa, es decir, me lleva unos quince o veinte centímetros aproximados y eso, que generalmente, no solía ser consideraba como una mujer pequeña debido a mis piernas largas y el metro setenta y cinco que alcancé como estatura máxima.
—Tengo una duda, Jules— rompe el silencio pronunciando mi nombre con ese acento extraño que antes había notado, e imagino es de Europa del Este—. ¿Cuántos años tienes? Te ves tan joven, sin embargo, responsable de igual manera. Tengo entendido que vas a ir a la universidad, ¿sería tu primer año?
—Tengo veinte años, pronto estaré cumpliendo los veintiuno, dentro de tres meses para ser más exacta— admito con naturalidad—. Y no, no sería mi primer año en la universidad, pero sí con la carrera que quiero— hago una pausa y Nicolae se detiene para mirarme—. Antes cometí un error con la carrera y...decidí comenzar de nuevo, Riverfalls me pareció el lugar indicado para eso.
—Eso quiere decir que vas a ser una mujer muy exitosa, Jules, me parece una buena decisión. ¿Tus padres te ayudan con tus estudios?
Hago una mueca automáticamente, pero la borro porque Nicolae frunce el ceño ante eso. No le puedo decir que mi abuelo se encargó de monopolizar cada área de mi vida y dejó de pagarme la universidad cuando le dije que no quería ser una maldita pianista. Mi papá, el hombre más encantador de la Tierra es quien se ofreció a ayudarme con los estudios y gastos personales.
—De cierta forma, aunque por eso busqué trabajo. Me gusta valerme por mí misma—dejo la conversación hasta allí y desciendo apresuradamente las escaleras, notando al par de niñas sentadas y su madre aún más elegante que en el desayuno, dándole lo que parecen ser órdenes a Claudia.
La señora Ardelean apenas me mira cuando llego abajo, no me da ninguna order y simplemente se despide de sus hijas pequeñas,ignorando tambien a Nicolae y sale de la mansion con ese porte característico de las mujeres ricas.
La pequeña Sorina eleva sus hermosos ojos celestes hacia mí y me sonríe.
—¿Vas a cuidarnos?— me sorprendo de escuchar a Dinice, igual de exótica y llamativa que su hermana mayor, con la impertinencia de Owen en su forma de proyectarse cuando habla. Y quien no me habia dirigido la palabra antes.
—Así es, Dinice— eleva las cejas oscuras cuando digo su nombre y lanza su cabello extremadamente liso hacia atrás.
—Está bien, entonces te voy a aclarar ciertos puntos para que no me fastidies— se levanta de donde estaba sentada y comienza a enumerar con los dedos de su mano izquierda, mientras la otra reposa en su cintura. ¿Acaso esta niña me va a decir cómo hacer mi trabajo?—. Primero, si quiero salir, no vas a andar detrás mío como un perro guardián. Dos, si quiero ir a una fiesta me dejarás ir. Tres...— no le permito seguir porque la corto con un movimiento rápido de mano.
—Mira, Dinice, no sé qué se supone que son estas condiciones, yo solo estoy encargada de ti y de tu hermana y aún no he discutido los puntos de lo que se puede y no se puede con tus padres. Además, siento que tienes una idea equivocada de mis funciones aquí, debo de velar por tu seguridad y desarrollo sano. Apenas tienes catorce, eso que pides me parece excesivo— el rostro de la chica se tiñe de rojo, sus ojos taladran mi cuerpo como si fueran cuchillos y sus brazos están hechos puños—. Entiendo que esto te moleste, pero solo estoy cumpliendo con mi trabajo.
Es decir, la entiendo de cierta forma, cuando yo tenía su edad solía querer tener el mundo en mis manos. Siempre fui aventurera y osada, me encantaba hacer todo lo contrario de lo que mi abuelo repetía constantemente que las señoritas de su familia debían hacer, no obstante, nunca me dirigí a las personas que velaban por mí con ese tono repugnoso, malcriado e irreverente como el que está empleando la adolescente conmigo.
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Editado: 19.09.2025