Secretos & Venganza

Capítulo 02

Luego de casi dos horas de viaje llegaron a casa, Ian que se había dormido en el transcurso del viaje descansaba en el regazo de su madre.


Mila lo detallo lentamente con su mirada y se dijo así misma que se parecía demasiado a su padre; con aquellas finas hebras de cabello entre el negro y el color castaño tan característico de Kaleb, esa mirada de color verde tan intensa que profundizaban sus ojos era exactamente como la de su padre.

Ambos causaban ciertos efectos en ella. Aunque existía una diferencia entre ambos; Ian le causaba ternura y un amor indescriptible, mientras que su padre con solo mirarlo a los ojos causaba inseguridad e incluso una vez le llegó a provocar temor por llegar a perder su vida. Ellos podrían ser parecidos en aspectos, sin embargo su hijo jamás llegaría a ser tan dañino y destructivo como su padre. 

Uno de los custodios abrió la puerta trasera del auto y ella bajó con Ian dormitando en sus brazos, en menos de lo que canta un gallo se vio rodeada por los hombres mientras que miraban hacia todos lados buscando algún tipo de amenaza para ella o el niño. Ya acostumbrada a eso no se molesto, solo se acercó a la entrada con las mujeres tras ella. 

Entraron al hogar y como era de costumbre uno de los custodios entró a la casa con ellas. 

Los otros cuatro se quedaron fuera, dos custodiaban el jardín y los otros dos la parte delantera de su casa, así era siempre, claro, variaron sus turnos. El cual rotaba a las 23:00 pm y a la propiedad llegaban otros cuatro hombres para que los demás descansaran, el único que no se movía de allí era el que se quedaba dentro. Él dormía y vivía con ellas, pues aquel hombre ya formaba parte de la familia. 

El hombre cuyo nombre era Luis, y quien había sido el primero en ser contratado por Mila, era el único de todos los custodios que conocía su verdad. 

Ella le había contado su historia. Aquella conversación había surgido de la nada y para su sorpresa el hombre de casi cincuenta años estaba "solo" en el mundo debido a que su familia lo abandonó dejándolo en la ruina, por esa razón él vivía con ellas y era el único que se mantenía firme y el mismo que le daba las órdenes a los demás custodios. 

—Iré a llevar a Ian a su habitación —les informó a los presentes que estaban descansando en el sofá de la sala. Ellos asintieron en silencio y Mila inició su caminar.  

Subió con su pequeño hijo dormitando en su hombro derecho y como pudo abrió la puerta de la habitación, entró en esta y depositó al niño en su cama, se dispuso a salir de la habitación pero la vocecita de Ian la retuvo. 

—¡Mami no te vayas! —rogó Ian, al borde de soltar sus lágrimas. 

Mila sintió al mundo derrumbarse con la súplica de su hijo, no entendía a qué se refería pero sus palabras calaron hondo y dolieron. Era su hijo y no quería verlo o escucharlo triste. 

Sin dudar se acercó a su cama, lo tomó en brazos para sentarlo sobre su regazo y comenzar a acariciarle el cabello con ternura. 

Trago el nudo que se había formado en su esófago e intento expresarme sin titubear. 

—No me iré a ninguna parte —gesticuló con dificultad. 

El niño sollozó bajito y dijo: 

—Siempre me dejas con tía Nía o nana..., pero tú nunca estás —aquello parecería un reclamo, sin embargo solo era el sentimiento de añoranza que se debía por la cantidad de horas que pasaba lejos de su madre. Solo era un niño, uno que necesitaba la presencia de su progenitora. 

Mila se sintió fatal, el escuchar eso de su hijo le hizo pensar que no estaba siendo una buena madre. 

—Lo sé hijo, lo sé. Te prometo que a partir de ahora voy a pasar más tiempo contigo —dijo segura. Aunque su hijo no la veía, ya que él estaba acurrucado sobre su pecho, ella en ese momento estaba llorando, le dolía verlo así y más le dolía el hecho de que todo lo él le decía era cierto. 

Se la pasaba casi todo el día metida con la cabeza dentro de su trabajo y cuando llegaba a casa lo encontraba durmiendo, era obvio que pasaba muy poco tiempo con él. Mila quería cambiar eso por él y al mismo tiempo por ella. 

Sentía como su hijo luchaba por dejar de llorar. Ella lo removió para verlo a los ojos, deslizó los pulgares por sus mejillas y con ternura quitó aquellas lágrimas que descendían desde sus ojos hasta las comisuras de sus labios. 

El pequeño hipo y en un acto de querer borrar todo rastro de tristeza sobrio su nariz seguido de restregar sus ojos con las palmas de sus manos. 

—¿Puedo dormir contigo? —preguntó aún con aquel hipo incontrolable obstruyendo la claridad de su habla. 

Poca luz entraba por la ventana, gracias a las luminarias de las calles, mismas que dejaban ver su rostro entre las sombras formadas por los postes; Sus mejillas y nariz estaban teñidas por un color rojizo, solo eso le bastó a Mila para sentirse peor de lo que ya se sentía. 

—Claro que si —trato de sonar emocionada y no era que no lo estuviese. Simplemente no le gustaba ver a su pequeño de esa manera, mucho menos por causa suya. Odiaba hacerle sentir a su hijo lo mismo que su padre le hizo sentir a ella cuando era niña—. Mi pequeño príncipe... —detuvo su habla y acarició su rostro delicadamente—, no hacía falta que lo pidieras —agregó segundos luego y fue allí cuando noto que la tristeza abandonaba el rostro de su hijo reemplazándose por una enorme sonrisa de felicidad. 

Mila dejó al niño en su cama, para buscar el pijama de él, una vez que lo encontró lo volvió a tomar en brazos para llevarlo a su habitación, sintiendo como iba hipando producto del anterior llanto. 

Entraron a su habitación, ella encendió la televisión sintonizando un canal de dibujos animados y luego dejó a Ian sobre su cama para que se cambiara las prendas que lo vestían. 

—Yo iré abajo para traer algo que podamos comer juntos. Tú ponte el pijama y espérame, ¿vale? —inquirió con una bonita sonrisa característica de una madre feliz de poder complacer a su hijo. 



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En el texto hay: mafia, romance, amor y venganza

Editado: 01.03.2023

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