Secretos & Venganza

Capítulo 40

—Mila —William pronunció su nombre mientras ingresaba a la habitación donde se encontraba la mencionada junto a Carmen, quien le ayudaba a finalizar de hacer el equipaje—, debemos hablar. ¿Carmen puedes retirarte un momento? —pidió amablemente.

La mujer asintió, sin embargo antes de marcharse dejó una camiseta de Ian dentro de la maleta que yacía sobre la cama.

—¿Qué sucede, Wil? —inquirió cuando ambos quedaron solos.

—Siéntate, por favor —dijo sonando un tanto nervioso.

El día había llegado y las despedidas para William resultaban demasiado emotivas, duras de soportar e incluso ellas le provocaban un gran sabor amargo debido a que cada vez que se despedía terminaba en tragedia y temía volver a repetir el mismo evento del pasado, temía volver a separarse de su hermana dejando un gran vacío y alimentar la tristeza que vivía en ella desde su tormentosa infancia.

—Dime, ¿qué necesitas? —preguntó entornando los ojos, percibiendo el nerviosismo en aquel hombre que secretamente había sido su héroe durante años.

—Debo comunicarte algo importante, pero debemos aguardar por la llegada de Luka —le comunicó dejándola un tanto confusa, extrañada por la única razón de que ambos hombres solo unían alianzas para anunciar hechos que a ella le disgustaban de sobremanera.

—Creí que se había ido a coordinar todo con el señor Smith —espetó dudosa, viendo el caminar intranquilo de su hermano.

—Lo hizo, pero ya ha regresado y ambos debemos pedirte algo de lo cual por no aceptaremos refutaciones —informó frenando su rápido caminar para a de modo advertencia severa.

—Comienzas a preocuparme, William. Dime qué está pasando, por favor —el suplicio en su voz era fue demasiado intenso e hizo que él acuchillara y sujetara sus manos para transmitirle algo que no alberga en sí mismo; seguridad.

—¿Recuerdas el día que te entregue la daga? —Mila asintió, pues aquel día era imposible de no memorizar—. ¿Aún recuerdas lo que te dije esa noche? —de nueva cuenta obtuvo un asentimiento, sin embargo fue uno suave.

—El tiempo jamás se detiene y nada es para siempre. La justicia divina no existe, mucho menos existen las casualidades y el gran misterio descubierto es que el destino se puede manipular con facilidad —recitó con exactitud, mas la tristeza inevitablemente volvió a llenar su pecho haciendo que apretara el agarre sobre las manos de su hermano.

Lo recordaba, su mente volvió a proyectar el día continuo a la despedida e inconscientemente sus ojos se llenaron de lágrimas a punto de ser desprendidas a través del llanto.

Los recuerdos estaban allí, presentes en un rincón de su memoria y no podía evitar volver a proyectar el día en que su hermano fue baleado por su padre, no podía quitar la imagen de la sangre escurriéndose y manchando el saco que William llevaba puesto aquella tarde de frío invierno. Los estrepitosos disparos resonaban en sus tímpanos haciéndola sentir frágil, triste y desecha por recordar el instante en que su hermano cayó sobre la nieve, tiñéndola de rojo carmesí.

—Así es —surcó una sonrisa frágil sobre sus labios—, el tiempo jamás se detuvo y por él hoy estamos aquí —volteó la cabeza observando los rincones de la habitación—. Scarlett has descubierto el gran misterio, sin verlo pudiste manipular al maldito destino y persuadir la casualidad —añadió dándole una mirada sincera, repleta de cariño y hermandad.

—Tú dijiste que la justicia divina no existe, ¿con ello te referías a que serías quien lo harías? ¿Tú me dijiste que matarías a nuestro padre? —William asintió. Mila entonces reaccionó soltando sus manos e incorporándose del sofá, mirándolo disgustada, afligida por ser desconocedora de aquella información—. Sabías de sus planes, tú descubriste lo que haría y lo planeaste todo. ¡Fingiste tu muerte! —gritó envolviendo las manos para evitar abofetearlo.

Se sentía impotente, dolida y demasiado cohibida por el dolor de haber descubierto la realidad, una realidad que siempre había estado allí, instalada frente a sus ojos y riéndose de su propia ignorancia.

—Sí, lo hice. Preparé todo un día antes e hice que uno de los empleados cambiase las balas. Fingí mi muerte porque debía buscar el modo de alejarme y protegerte, pero no conté que días después iba a tener un maldito accidente. No tenía planeado quedar postrado en una camilla de hospital durante meses, Scarlett —confesó, mostrándose devastado al emitir su último relato.

—Ksenia te ayudó, ¿no es cierto? —indagó sin menguar la fuerza de su voz, mirándolo devastada.

—Ella fue quien realizó el cambio de balas y logró conseguir que alguien encontrara sangre falsa. Ksenia me ayudó mucho mientras yo estaba inconsciente, ella es quien me protegió e hizo que me transformara en otra persona y si debo admitir algo es que tiene poder sobre mí. Sin ella no soy nada, Scarlett, por eso la enviaré lejos. Hoy mismo regresará a Rusia, y aunque me duela lo haré por la fuerza —una nueva confesión abandonó su boca, mas no sintió vergüenza sino una enorme tristeza.

—¿La amas? —inquirió bajando el sonido de su voz, expresando su pregunta a través de un suave susurro.

—Los amo —repuso—. Y entenderé si te enojas, sin embargo no puedes pedirme que me aleje de ella, no puedes suplicarme que imponga distancia porque ahora no solo está Ksenia, ¿entiendes? —la negación era evidente en el rostro de Scarlett. No comprendía su referencia, pero William detectó sus gestos negativos de inmediato y añadió—: Nuestra familia se extenderá, seré padre, hermana —anunció viendo como los ojos de la mencionada se abrían desmesuradamente.

Ella estaba a punto de realizar las cotidianas felicitaciones, sin embargo aquel acto de emoción se vio irrumpido por Luka Mülle entrando a la habitación con demasiada prisa.

—Perdonen el retraso, pero debía darme una ducha antes de llegar —excusó el hombre de mirada azul marino—. Acabo de estropear la novedad, ¿cierto? —inquirió observando las facciones contraídas en fastidio de sus hermanos.



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En el texto hay: mafia, romance, amor y venganza

Editado: 01.03.2023

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