Secretos y ambiciones

CAPITULO 32 NICOLAS SAFEHOLD

Después de armar los planes a seguir con mi tío, voy directamente al camarote, sintiendo el cansancio en cada paso que doy. Solo quiero tirarme en la cama y dormir.
Pero al abrir la puerta, me encuentro con una imagen que me quita el sueño de inmediato.

Ella está acurrucada en mi cama, con el cabello desordenado y en un profundo sueño. Sé que debería alejarme y dormir en otra habitación, por el bien de su reputación. Pero, en vez de eso, cierro la puerta y me acerco, como si un imán me atrajera hacia ella.

Me agacho y la observo, como si ella tuviera todas las respuestas que necesito. Entonces me atrevo a tocar su rostro. Le aparto el cabello, mechón por mechón, solo para no dejar de tocarla. Y cuando termino, me alejo como si me quemara la piel de la mano.

Me retiro lo más que puedo. Me siento en la silla que está al lado de la mesita de noche, y la sigo contemplando hasta que mis ojos ya no pueden más.

Entonces me rindo.

Me quito las botas y me acuesto a su lado. Miro al techo, escuchando mi corazón latiendo a toda prisa. Nunca me había sentido así, estando con una mujer en una habitación a solas. Me siento como un adolescente cometiendo una locura, como si en cualquier momento alguien fuera a atraparme.

Y con eso en mente, me volteo de lado. Ella está de espaldas, lo cual me da el valor de acariciar su cabello… hasta quedarme dormido.

Solo será un momento, me repito a mí mismo.

Me despierto con su cabello entre mis dedos. Me aparto lentamente, con cuidado de no despertarla. Me coloco las botas en silencio y salgo a cubierta.

Apenas el sol estaba saliendo cuando salí a cubierta. Observé a los marineros que ya comenzaban con sus tareas. Me saludaron con pequeños asentimientos de cabeza, y yo les devolví el gesto de la misma manera.

Caminé por la cubierta hasta que dejé de notar su presencia detrás de mí, y entonces me detuve a observar el amanecer. Me quedé allí, quieto, contemplando el cielo hasta que el sol llegó a su punto más alto.

Fue entonces cuando me aparté y me dispuse a ayudar en cubierta, como cualquier otro marino. Até nudos, me subí a los mástiles del barco, como solía hacerlo de niño, cuando visitaba al tío Magnus con mi madre.

—¿Reviviendo viejos tiempos? —se burla mi tío, con una sonrisa torcida.

Me río con él.
—Algo así… creo que ya perdí el toque de pirata.

—Eso es imposible —responde, dándome una palmada en la espalda—. La piratería se lleva en el corazón y te circula por las venas, sobrino mío.
Igual que a tu madre. Nunca se te olvide tu árbol genealógico.

—Nunca lo hago.

—Bien, entonces... ¿estás listo para un duelo con tu tío favorito?

—¿Estás seguro de que esos huesos viejos aún pueden moverse rápido?

Se escuchan risas entre los piratas que se acercan al oír la palabra duelo. Pronto forman un círculo a nuestro alrededor, animados por la expectativa.

—El que debería preocuparse por sus huesos eres tú, sobrino. No ha nacido ni un solo hombre que pueda vencerme.

—Eso lo veremos, capitán.

Tomo la espada de uno de los piratas más cercanos y la alzo, dando el primer movimiento.



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En el texto hay: mentiras, reinos y realeza, amorproíbido

Editado: 21.06.2025

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