Desde la cubierta, veo cómo los hombres se suben a las balsas rumbo a mi viejo hogar. De repente, siento cómo alguien toma mi brazo con fuerza y me lleva a un lugar apartado. Es entonces cuando me doy cuenta de quién es: nada menos que Su Majestad.
—Esta será la última vez que nos veremos, señorita White —dice—. Quería verla una última vez… y darle las últimas instrucciones.
Me quedo quieta ante la confesión que acaba de hacerme.
—¿Cómo puedo servirle, Majestad?
—Después de la misión, te llevarán a un lugar seguro. Pero, pase lo que pase, debes tener algo muy claro: tienes que salir de aquí. No importa lo que ocurra, debes escapar.
—¿Qué podría salir mal?
—Todo. Absolutamente todo puede salir mal. Pero tu misión es salir. ¿Lo entiendes?
Sin dejar de verlo a los ojos, le contesto:
—Lo entiendo, Majestad.
—Bueno, es hora de irnos.
Toma mi mano y me lleva directo a las escaleras. Bajo sin protestar y me siento en la balsa mientras los hombres comienzan a remar y el se sienta junto a mí.
Después de un largo viaje en completo silencio, finalmente llegamos a tierra firme.
—Es hora de que nos guíes —dice, mirándome con seriedad mientras aprieta mi mano con fuerza.
Me suelto de su agarre mientras me levanto y bajo de la balsa. Hago exactamente eso: guío a los piratas a través del bosque oscuro y peligroso, hasta llegar a mi casa. Es entonces cuando siento cómo dos hombres me sujetan sin el menor cuidado.
—¿Qué les pasa? ¡Suéltenme, me están lastimando!
—Lo sentimos, señorita —responde uno de ellos—, pero son órdenes del capitán. Usted no puede entrar ni interferir con lo que va a pasar.
—¿De qué estás hablando? ¡Suéltame!
Entonces veo al rey y al resto de la tripulación entrar a mi hogar. Escucho los gritos… y luego lo veo: le prenden fuego a mi casa. Trato de gritar, de soltarme, pero me arrastran fuera del camino, hasta lo más profundo del bosque. Intento patalear, pero es inútil. Siento cómo tapan mi nariz con un trapo. Lucho por resistirme a los efectos, pero es en vano. Todo comienza a dar vueltas… hasta que todo se vuelve oscuro y dejo de sentir.
Me despierto con un fuerte traqueteo.
—Miren quién está de vuelta —dice una voz. - Bienvenida querida
—¿Quiénes son ustedes? —pregunto mientras me levanto de prisa de mi asiento—. ¿Dónde estamos?
—Tranquila, señorita White —responde uno de ellos—. Somos Thomas y James. El capitán pidió que la cuidáramos hasta llegar a nuestro destino.
—¿Y cuál sería ese destino?
—El reino de Lignum. Ahora mismo estamos en un tren, en camino. El rey Robert la espera.
Se escuchan fuertes portazos y gritos provenientes del vagón delantero.
—¡En nombre de Su Majestad Andrés Arhuro de Safehold! abran la puerta. —gritan con fuerza.
Thomas me lanza una mirada rápida y se pone de pie con calma.
—Bueno, querida… es hora del show —dice mientras me entrega unos documentos—. A partir de ahora, eres Bella Kelley, ¿sí?
—¿Bella Kelley? —repito, confundida.
—Sí —interviene James—. Y nosotros somos tus hermanos: Samuel y Tayler. Vamos a visitar a nuestra abuela enferma en Lignum. ¿Lo entiendes?
Lo miro con el corazón latiendo con fuerza, pero asiento con firmeza.
—Lo entiendo.