Secuestrada.

Capitulo 11.

Cuando me levanto a la mañana siguiente, Julián se ha vuelto a ir.

En realidad, no recuerdo lo que ocurrió ayer después de desmayarme en su despacho. El resto del día está borroso en mi memoria. Es como si el cerebro se hubiera desconectado, incapaz de procesar la violencia de la que fue testigo. Recuerdo vagamente que Julián me levantó del suelo y me llevó a la ducha. Debió de bañarme y vendarme los pies porque están envueltos con gasas y me duelen mucho menos al caminar.

No sé si anoche follamos. Si fue así, fue muy suave porque no tengo molestias. Recuerdo haber dormido juntos en la cama; me envolvía con todo su cuerpo.

De alguna forma, lo que ocurrió simplifica las cosas. Cuando no queda esperanza ni posibilidad, todo está más claro. Lo cierto es que Julián es quien tiene la sartén por el mango. Soy suya mientras desee tenerme. No tengo escapatoria, no hay manera de salir.

Una vez que lo acepto, mi vida se vuelve más fácil. Sin darme cuenta, ya llevo nueve días en la isla.

Beth me lo dice durante el desayuno.

Ya he empezado a tolerar su presencia. No puedo hacer otra cosa, sin Julián aquí, es mi única fuente de comunicación humana. Me alimenta, me viste y va limpiando detrás de mí. Es como mi niñera, salvo que es joven y a veces malvada. No creo que me haya perdonado del todo por haber intentado golpearle la cabeza. Hirió su orgullo o algo así.

Intento no molestarla mucho. Salgo de la casa durante el día y paso la mayor parte del tiempo en la playa o explorando el bosque. Vuelvo a la casa para las comidas y para coger otro libro para leer. Beth me dijo que Julián traería más libros cuando hubiera terminado con los ciento y pico que tengo en la habitación. 

Debería estar deprimida, lo sé. Debería estar amargada y furiosa todo el rato y odiar a Julián y a la isla. A veces lo hago, pero ser constantemente la víctima consume demasiada energía. Cuando tomo el sol, absorta en un libro, no odio nada. Simplemente, dejo que la imaginación del autor me haga volar.

Intento no pensar en Jake. La culpa es insoportable. Lógicamente, sé que lo hizo Julián, pero no puedo evitar sentirme responsable. Si no hubiera salido con Jake, nunca le habría pasado. Si no me hubiera acercado a él durante esa fiesta, no lo habrían golpeado salvajemente.

Todavía no sé quién es Julián o cómo puede tener tanto poder. Cada vez es más misterioso para mí.

Quizá forma parte de la mafia, lo que explicaría los matones a sueldo que tiene. Por supuesto, también podría ser un mero rico excéntrico con tendencias sociópatas. De verdad que no lo sé.

Por las noches, a veces lloro hasta quedarme dormida. Echo de menos a mi familia y a mis amigos. Echo de menos salir y bailar en un pub. Echo en falta el contacto humano. No soy una persona solitaria por naturaleza. En

casa, siempre estaba en contacto con la gente, ya fuera por Facebook o Twitter o salía a dar una vuelta con mis amigos por el centro comercial. Me gusta leer, pero no es suficiente. Necesito más.

La cosa empeora tanto que intento hablarlo con Beth.

—Estoy aburrida —digo durante la cena.

Toca pescado de nuevo. El otro día me enteré de que ella misma lo había capturado cerca de la cala que hay al otro lado de la isla. Esta vez, con salsa de mango. Menos mal que me encanta el pescado porque aquí me ponen mucho.

—¿En serio? —parece que le hace gracia—. ¿Por qué? ¿No tienes suficientes libros que leer?

Pongo los ojos en blanco.

—Sí, todavía me quedan setenta o por ahí, pero no tengo nada más que hacer.

—¿Quieres venir a pescar mañana? —pregunta, con una mirada burlona.

Sabe que no es que le tenga demasiado aprecio y espera que rechace su oferta de inmediato. Sin embargo, no sabe hasta qué punto necesito hablar con alguien.

e imagino que no es una actividad demasiado divertida, sobre todo, si Beth va a estar siendo sarcástica todo el tiempo. Aun así, haría cualquier cosa por romper con la rutina.

—Vale —dice—. La mejor hora para pescar es al amanecer. ¿Seguro que te apetece?

—Sí —contesto.

Normalmente odio levantarme temprano, pero como aquí duermo mucho, estoy segura de que no será tan malo. Duermo casi diez horas todas las noches y a veces también una siesta con el sol de mediodía. Es absurdo en realidad. El cuerpo parece creer que estoy de vacaciones en algún retiro tranquilo. También tiene ventajas no tener internet u otras distracciones; creo que nunca en la vida me he sentido tan descansada.

—Entonces será mejor que te vayas a la cama pronto porque me pasaré por tu habitación temprano —me advierte.

Asiento y termino la cena. Luego, me dirijo a la habitación y lloro hasta que me quedo dormida de nuevo.

—¿Cuándo vuelve Julián? —pregunto, mientras veo cómo prepara el cebo en el anzuelo.

Lo que está haciendo parece asqueroso, me alegra que no me pida que la ayude.

—No lo sé —dice Beth—. Volverá cuando se haya hecho cargo del negocio.

—¿Qué tipo de negocio? —Ya se lo había preguntado, pero esperaba que me respondiera en algún momento.

Suspira.

—Nora, deja de fisgonear.

—¿Qué más da que lo sepa? —La miro con cara de frustración—. No voy a ir a ningún sitio durante un tiempo. Solo quiero saber quién es, solo eso. ¿No crees que es normal que tenga curiosidad en mi situación?

Vuelve a suspirar y lanza el anzuelo al océano con un movimiento suave y practicado muchas veces.

—Por supuesto que sí. Pero Julián te contará todo si quiere que lo sepas.

Respiro profundamente. Ya veo que no voy a llegar a ningún sitio con este tipo de preguntas.

—Eres muy fiel a él, ¿eh?

—Sí —dice, sentándose a mi lado—. Sí que lo soy.

Porque él le salvó la vida. También tengo curiosidad sobre eso, pero sé que es un asunto delicado.

—¿Cuánto tiempo hace que os conocéis? —pregunto.



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En el texto hay: amor, secuestros, posesivo

Editado: 18.08.2021

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