Secuestrada.

Capitulo 12.

Después de lo que me ha desvelado Julián en la playa, no me apetece preguntarle nada más durante un tiempo. Ya sabía que me había secuestrado un monstruo y de lo que me he enterado hoy solo lo confirma aún más. No sé por qué se ha abierto tanto conmigo y me asusta.

Durante la cena, permanezco bastante callada, solo respondo a las preguntas que me hacen directamente. Hoy Beth cena con nosotros; ellos mantienen una conversación animada, sobre todo, acerca de la isla y de cómo pasábamos el tiempo Beth y yo.

—¿Estás aburrida, entonces? —me pregunta Julián después de que Beth le hable de que no tengo ganas de estar leyendo todo el rato.

Me encojo de hombros, sin querer darle más importancia. Después de lo de hoy, prefiero el aburrimiento a la compañía de Julián.

Sonríe.

—De acuerdo. Tendré que ponerle remedio a eso. Te traeré una televisión y un montón de películas la próxima vez que viaje.

—Gracias —digo inmediatamente mientras miro el plato.

Me siento tan triste que quiero llorar, pero tengo demasiado orgullo para hacerlo delante de ellos.

—¿Qué ocurre? —pregunta Beth, que se ha percatado de un comportamiento nada propio de mí—. ¿Estás bien?

—No, en realidad no —digo aferrándome a la excusa que me dio—. Creo que he tomado demasiado el sol.

Beth suspira.

—Te dije que no te quedaras dormida en la playa al mediodía. Afuera hace más de 35 ºC.

Es verdad, ya me había advertido de ello, pero la pena de hoy no tiene nada que ver con el calor; tiene todo que ver con el hombre que está sentado al otro lado de la mesa.

Sé que cuando se acabe la cena, me subirá a la habitación y volverá a follarme. Quizá me haga daño.

Le responderé, como siempre lo hago.

Lo peor es esto último. Golpeó a Jake y lo vi con mis propios ojos. Admitió que era un psicópata asesino. Debería estar asqueada, solo debería mirarlo con miedo y desprecio. Más repugnante es que sienta algo de deseo por él.

Es totalmente retorcido.

Estoy sentada aquí, picoteando algo, con cierta pesadez en el estómago. Me levantaría y me iría a la habitación, pero me temo que solo acelerará lo inevitable.

Por fin, se termina la cena. Julián me coge la mano y me lleva a la planta de arriba. Siento que voy a mi ejecución, aunque parezca demasiado dramático. Me dijo que no me mataría.

Ya en el dormitorio, se sienta en la cama y me pone entre sus piernas. Quiero resistirme, al menos pelear un poco, pero parece que el cerebro y el cuerpo no coinciden. Me quedo de pie sin decir nada, temblando de pies a cabeza, mientras me mira. Me recorre la cara con los ojos, prologándose hasta la boca, luego baja al escote, en el que                                         

se trasparentan los pezones a través del fino tejido del vestido. Están erguidos, como si estuvieran excitados, pero creo que es porque estoy helada. Beth debe haber encendido el aire acondicionado por la noche.

—Muy bonita —dice al final, mientras levanta la mano y me acaricia un lado de la mandíbula con los dedos—. Qué piel tan suave y dorada.

Cierro los ojos, no quiero ni ver al monstruo que tengo delante de mí. «Quiero matar más… Quiero matar más». Sus palabras se repiten constantemente en mi mente, como si fuera una canción en modo repetición. No sé cómo apagarla, cómo retroceder en el tiempo y borrar los recuerdos de esta tarde de mi mente. ¿Por qué insistí en saberlo? ¿Por qué investigué e indagué hasta que obtuve estas respuestas? Ahora solo puedo pensar en que el hombre que me está acariciando es un asesino despiadado.

Se inclina hacia mí, puedo sentir su aliento cálido en el cuello.

—¿Te arrepientes de haberme preguntando hoy? —me susurra al oído—. ¿Te arrepientes?

Me encojo, tengo los ojos abiertos de par en par. ¿Tam

bién me lee la mente?

Se aparta y sonríe tras mi reacción. Hay algo en esa mirada que hace que la temperatura baje mucho. No sé lo que le pasa esta noche, pero sea lo que sea, me asusta más que nada de lo que haya hecho.

—Me tienes miedo, ¿verdad, mi gatita? —me dice con un tono suave, manteniéndome prisionera entre sus piernas—. Estás temblando como un flan.

Quiero negarlo, ser valiente, pero no puedo. Estoy asustada y estoy temblando.

—Por favor —susurro, sin saber ni siquiera lo que le estoy pidiendo, ya que aún no me ha hecho nada.

Me da un ligero empujón, liberándome. Retrocedo un par de pasos, contenta de poner algo de distancia entre nosotros.

Se levanta de la cama y sale de la habitación.

Me quedo mirándolo fijamente, incapaz de creer que me haya dejado sola. ¿Puede ser que ahora no quiera acostarse conmigo? Ya lo ha hecho en la playa.

Cuando estoy a punto de respirar por el alivio, Julián vuelve, con una bolsa negra de gimnasio en las manos.

Mi cara se queda helada. Pienso cosas horripilantes. ¿Qué tiene ahí: cuchillos, pistolas, algún instrumento de tortura?

Cuando saca una venda y un pequeño consolador, casi me muestro agradecida. «Juguetes eróticos». Tiene algunos juguetes eróticos en la bolsa. Así no me importa disfrutar del sexo cualquier día de la semana.

Por supuesto, con Julián puedes combinar sexo y tortura a la vez, como he sabido esta noche.

—Desnúdate, Nora —dice, mientras camina para volver a sentarse en la cama.

Coloca la venda y el consolador encima del colchón y me dice:

—Quítate la ropa poco a poco.

Me quedo helada. ¿Quiere que me quite la ropa mientras mira? Por un momento, pienso en negarme, pero luego comienzo a desvestirme torpemente con los dedos. Ya me ha visto desnuda hoy. ¿Qué consigue siendo ahora tan recatado? Además, aún siento un extraño aire que proviene de él. Los ojos le brillan de la emoción, una emoción que va más allá del simple deseo.

bién me lee la mente?

Se aparta y sonríe tras mi reacción. Hay algo en esa mirada que hace que la temperatura baje mucho. No sé lo que le pasa esta noche, pero sea lo que sea, me asusta más que nada de lo que haya hecho.



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En el texto hay: amor, secuestros, posesivo

Editado: 18.08.2021

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