Secuestrada ©

Prólogo

¿Adrenalina? ¿miedo? Esas palabras comenzaron a acompañarme, desde aquel día.

¿Quién pensaría que al ser huérfana, me traería tantos problemas?

No sé que cosa hicieron, o fueron mis padres, de algo malo estoy segura.

La cuestión es que todo me repercutió a mí, en mí vida (lo cual tampoco era algo muy interesante)

No sé cuanto tiempo ya llevo aquí. Ni siquiera se como llegué. Luego de que todo se volviera oscuro, desperté en éste lugar.

Mis manos están amarradas a mi espalda, y de a poco fui recobrando el aliento. Una sola lampara alumbra el cuarto (si podría llamarse así) moví la silla de un lado a otro, pero no tuve tanto éxito.

Comencé a mirar a mis alrededores, y pude notar lo pequeño que es éste lugar, y el terrible olor a humedad que emana de sus paredes.

Hice una mueca, y abrí mi boca para gritar.

-Ni se te ocurra - dijo la voz de un chico, que poco después apareció cerca de mi campo de visión.

Sin aliento, y con la voz temblorosa me lo quedé viendo - ¿que es ésto? ¿que hago aquí?

El chico de chaqueta negra largó una carcajada, y luego negó lentamente - tu, Gabriela Gisel Bosh, debes guardar silencio - se acercó lentamente, y bajó su cara a la altura de la mía - y a partir de ahora, ten cuidado con lo que haces, niña.

Quise contestarle y gritarle miles de cosas, pero el nudo en mi garganta no me dejaba hablar. Unas lagrimas comenzaron a descender por mi mejilla, cuando lo vi salir por una puerta, y seguido de eso, el ruido de la cerradura.

Lo primero que se me vino a la mente, fue...

¿Voy a morir?




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