Cuatro paredes, manchas de humedad por todas partes, una sola e insignificante luz que alumbra parte del lugar, un espacio chico e incómodo para alguien claustrofobico (lo cual no soy) el piso es áspero y helado al contacto con mi cuerpo, cada vez que intento recostarme y conciliar el sueño.
La manta se hizo mi mejor amiga hasta el momento, creo que sin ella, no podría haber pasado la noche (si es que estoy en lo correcto) no tengo noción del tiempo, y eso me confunde y desorienta completamente.
Suspiré profundo e hice una mueca de dolor, tocando levemente la herida en mi mejilla.
De un momento a otro, mi visión se centró en la silla.
Le falta una pata.
Desesperada fui por ella, y la tomé firmemente entre mis manos. Aunque luego pensé en lo ridículo que es ésto. Seguramente el tiene un arma, o peor aún, de seguro deben a haber muchos más hombres custodiando el lugar por fuera.
¿Qué posibilidades puedo llegar a tener yo con una pata de madera?
Rodé mis ojos, y la arrojé a un costado.
El sonido de la puerta me hizo brincar del susto. Tapada con la manta, me dirigí a una esquina de la habitación, y me quedé allí.
-Me dijeron que no quieres cooperar, ¿eso es cierto?
Me acerqué lentamente hasta la luz, para poder ver mejor el rostro de aquel hombre.
Lo primero que noté, fueron sus canas brillantes, y poco después el elegante traje que llevaba consigo.
-Solamente digo que tienen a la persona equivocada.
Éste me miró de reojo con un brillo de diversión en ellos.
-Admiro tu valentía, aún con miedo en tu interior, te mantienes firme. Y se puede notar que no das el brazo a torser, tan fácilmente.
-Acaba de describirme - dije mirándolo con asco y disgusto.
Unas oleadas de calor comenzaron con recorrer cada fibra de mi cuerpo, cuando vi que sacó una pequeña navaja de su bolsillo.
La colocó en el suelo, y la pateó hasta mí.
Sin entender nada, lo miré desconcertada, al mismo tiempo que mantengo el contacto visual con la navaja al lado mío - ¿qué quiere?
El hombre rió y elevó su mano a un costado - no es lo que yo quiero, sino lo que usted quiere. ¿no desea agarrar aquel filoso objeto y usarlo en mi contra, o con cualquiera que aparezca por aquí? Es su decisión.
Apreté mis labios, y lentamente me incliné para tomarla en mis manos - no soy como ustedes - dije al mismo tiempo que le arrojaba la navaja al lado suyo.
El hombre miró mi reciente acto, sin creer lo que sus ojos estaban presenciando.
-¿Dónde está? Gabriela, ¿dónde?
Negué lentamente sin entender nada, y apreté aun mas fuerte la manta a mí - ¿dónde está que cosa?
Su mano con la navaja, rozó mi brazo derecho, lo cual hizo que largara un pequeño grito.
-¡Basta! - grite llorando, mientras me alejaba hacia un costado - ¡no se de que hablas!
El hombre largó una carcajada - tu decidiste ser torturada por voluntad propia, fue tu decisión.
Sin previo aviso, rozo la navaja en mi mejilla.
Llevé mis manos a mi cara, y largue un llanto desesperado, para que luego de unos segundos, sienta sus dedos en mi muñeca, al mismo tiempo que me chocaba en la pared.
-¿Que fue lo que te dijo tu Tía aquel día?
Su pregunta me llevó por sorpresa, y traté de hacerme la indiferente.
-No se de que hablas.
-Bien, déjame ver si puedo ayudarte a recordar.
Dicho eso, hundió levemente la navaja en mi brazo, mientras hacia presión segundo tras segundo.
Mis gritos no tardaron en aparecer, trate de aguantar el dolor, pero me fue imposible.
La puerta se abrió de nuevo.
-El tiempo acabó Andrew. Vete - dijo la voz del chico con chaqueta negra.
El hombre, se retiró, dejándome totalmente aturdida, con mi brazo cubierto de sangre, y unas lágrimas silenciosas que caían por mi mejilla.
Caí rendida al suelo, y me quede viendo un punto perdido.
¿Todo esto por lo de mi tía? No puedo creer que sea verdad.
Yo no le creí...
Antes de salir, el tal Andrew largo unas cuantas carcajadas - unas veces más, y haremos hablar a la Bush.
No le dirigí ni la mirada, solo esperé a que se fuera, para poder recobrar el aire que había perdido, hace unos minutos atrás.
La puerta se cerró, y el sonido hizo la típica (ya costumbre) de retumbar por toda la habitación.
Flash back
Tomé la mano de mi Tía fuertemente, y la miré directo a los ojos.
-¿Qué ocurre? Dime por favor.
-Tus papás - sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas - no murieron en un accidente de auto.
Sonreí de costado, y largue una pequeña risa, al mismo tiempo que me soltaba de su agarre - ésto no es gracioso.
Mi Tía pareció molestarse, y me miró seriamente, mientras una lágrimas se derramaba por su mejilla - ¿cómo crees que bromearía con algo así Gabriela?
Negué rápidamente, mientras caminaba de un lado a otro - ¡no! - la señale - mis padres murieron en un accidente de auto, yo iba con ellos.