Secuestrada ©

3. Isaac

Me giré  hacia  un costado, tratando de conciliar el sueño, pero me es imposible. Froté mis brazos desnudos, y me acerqué tratando de taparme aún más, con aquella manta, que me había dado el chico misterioso y agresivo.
Hice una mueca con mis labios, lo cual fue una mala idea, ya que comenzaron a partirse, de lo secos que están, y un sabor metálico insoportable me invadió por completo.
Vi de reojo la comida, y negué tirándola con mi pie, a un costado.
Un momento.
Ellos me quieren viva...
Con la rabia de mil perros, me arranqué  la venda de mi brazo, y comencé rasgar la herida. Apreté mis labios para no gritar, ya que un dolor atormentador me hizo ver las estrellas.
Me doy asco, pero ¿qué otra opción tengo? Además yo no pienso decirles nada, y están muy errados si creen que les voy a dar algún tipo de respuesta.
El ruido de la puerta me sobresaltó, e hizo que me fuera a un costado, lejos de la luz.

-¿Qué mierda... ¿¡qué has hecho?!

No le dirigí la palabra, ya que me lo quedé  viendo, sintiendo como un hilo de sangre descendía por mi brazo.

-Ven aquí, tengo que curarte de nuevo. Así haces más difícil mi trabajo.

Se acercó a pasó lento, y levante mi mano hacia él, haciendo que pare en seco - aléjate de mí.

El chico de ojos marrones bien profundos, me miró con su ceño fruncido, y luego se cruzó de brazos.

-Deja de decir estupideces niña, la que sale perdiendo aquí eres tú.

Sus palabras fueron como un veneno punzante, y con un rápido movimiento tomé aquella pata de madera, e intenté  golpearlo.
Si, lo intente...
Su mano logró atraparla, y sorprendido  por mi reacción, me la arrebató de las manos y la arrojó enfurecido a la puerta.

-Yo... yo... - dije hundiéndome en mis propias palabras. Alcé mis manos, con el miedo a que me vuelva a pegar.

De sus ojos, parecían que saltaban chispas de furia, sus puños se tensaron, al igual que sus hombros y mandíbula.

-Eres cobarde ¿lo sabías?

Levanté mi mentón y me encogí de hombros.

-Tienes miedo, sabes que tengo control sobre ti, y por eso estas haciendo el intento fallido de suicidarte, das asco Gabriela.

Apreté mis puños, y me levanté rabiosamente - ¡ustedes son los que tienen miedo! ¡miedo de lo que sé! ¡y ya deja de decirme Gabriela! No quiero que un monstruo como tú, diga mi nombre.

Él sonrió de costado - así que, si sabes algo...

Dejé  de tensar mi cuerpo, y un sudor frío  recorrió mi nuca, me acabo de hundir sola.

-Es todo lo que necesito saber para informarle al jefe. Muy bien niña.

Mi mentón comenzó a temblar, y me alejé lo más que pude de él.

Sus manos tomaron mi brazo, haciendo que largue un grito desgarrador - ¡para! ¡me lastimas! Idiota.

Me tomó de los pelos, y me arrojó al suelo, para luego colocarse sobre mí. 
Alcé mis cejas y traté de sacármelo de encima.
Su respiración chocó de lleno en mi boca, y su mano se fue hasta mi brazo, y me lo apretó levemente haciendo que me queje.

-Ésto no lo haces más ¿entendido? - dijo apretando más fuerte.

Asentí rápidamente con mis ojos cerrados.

-Y mi nombre es Isaac, no idiota ni monstruo. Así que acostúmbrate - sus manos apretaron mis piernas, y su mirada comenzó a estudiarme, empezando por mis pechos.

Abrí mis ojos, y con la respiración entrecortada, puse mi mano en su abdomen, para que se alejara, ya que su tacto estaba logrando que me intimide.
El observó el agarre, y con una sonrisa burlona, pasó su mano llena de mi sangre, por mi cara y la frotó en mi labios, logrando que éstos se lastimen más. Para luego levantarse de arriba mío.

-Iré por unas vendas y alcohol. Y espero que comiences a cooperar, porque como Andrew, hay muchos más que esperan su turno.

La puerta se cerró, y mirando aquel techo lleno de humedad, iluminado levemente por la única luz de la habitación, mis lágrimas comenzaron a brotar una y otra vez. Mi respiración se aceleró, y largué un grito de furia.

Flash back

-Pero Tía, necesito una explicación. No te entiendo. ¿qué secreto?

Con la vista totalmente perdida, sus ojos comenzaron a derramar lágrimas - Tienes dos hermanos, Gabriela, y ellos son el secreto.

Reí por lo bajo, sacudiendo mi cabeza - si, claro. Tengo hermanos. Le diré a la enfermera que venga, no te muevas de la camilla - dije al mismo tiempo que buscaba el picaporte de la puerta.

-¿Puedes siquiera escucharme? Necesito que confíes.

-Lo siento Tía, pero lo que dices no tiene lógica, ¿te escuchaste?

-Tus bisabuelos descubrieron una flor.

Arrugue mi frente, y me giré lentamente sobre mis talones - ¿qué clase de flor?




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