Secuestrada para la venganza

Prólogo

Valerie

Mis ojos se abren de golpe, invadidos por una sensación de inminente peligro. En la oscuridad, alguien se esconde, y un escalofrío recorre mi espalda como una serpiente. Al instante siguiente, una mano pesada se aprieta contra mis labios.

― Ni una palabra, ― susurra una voz masculina y áspera.

El miedo me revuelve por dentro.

Mis manos se lanzan instintivamente hacia la mano extraña, tratando de liberarme, pero el hombre es más fuerte. Sus dedos aprietan mi muñeca, obligándome a quedarme quieta. Su aliento es caliente, su respiración entrecortada, pero no de miedo, sino de seguridad y determinación.

― No lo compliques, ― su voz baja quema mi oído como una advertencia.

En la oscuridad de la habitación, apenas distingo su figura. Solo veo que es alto, robusto, su silueta parece una estatua de piedra, creada para dominar. Un abrigo de tela pesada envuelve sus anchos hombros. Su rostro está cubierto por una bufanda o pañuelo, solo sus ojos brillan en la tenue luz. Oscuros, como pozos sin fondo, me atraviesan, haciendo que mi cuerpo tiemble de frío y miedo.

Intento gritar, pero el sonido no sale de mi garganta. El aire parece estar atrapado dentro de mí, como si cadenas invisibles me hubieran encadenado. La desesperación me invade, pero no puedo ni hablar ni moverme. Ha hecho algo, siento una extraña fuerza vibrando a su alrededor.

Mientras tanto, el desconocido arranca bruscamente la manta de la cama y la enrolla alrededor de mi cuerpo, quitándome cualquier posibilidad de resistencia. En la penumbra de la habitación, su silueta parece aún más grande, más amenazante.

― Solo serán unos minutos, y ni siquiera recordarás qué casa era esta, ― dice el hombre con voz baja, sus palabras como dagas cortando la oscuridad.

Me levanta en sus brazos como si no pesara más que una pluma. Trato de liberarme, aunque sé que es inútil. Es más fuerte, más rápido, sus movimientos precisos como los de un depredador que ha atrapado a su presa.

El hombre se acerca a la ventana y, con una mano ligera como el viento, la abre. El aliento helado de la noche me envuelve en cuanto el cristal se retira. La nieve brilla bajo la luz de la luna, y veo cómo emerge la figura de un caballo esperando abajo.

Mi cuerpo se tensa aún más.

Con un salto, sale por la ventana, aterrizando suavemente en la nieve. El caballo está ensillado, y varias runas mágicas brillan con una luz azul tenue en su silla. El hombre me coloca delante de él, cubriéndome con su abrigo para que no se me vea.

No oigo mis propios gritos, solo un zumbido interno en mis oídos y una sensación sorda de miedo. El hombre no dice más palabras. Hace un chasquido con la lengua, y el caballo comienza a avanzar. Nos perdemos en la oscuridad de la noche, dejando atrás el camino nevado y todo lo que alguna vez llamé hogar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.