Secuestrada por el amor

Capítulo 3

—Omnisciente—

Luego de pasar el efecto del cloroformo Verónica recupera la noción del tiempo y despierta; despierta en un lugar nunca antes visto aquella chica muerta de miedo pensando en que sería de ella y que pasará, estaba entre la vida y la muerte mientras seguía agonizando con una parálisis de susto.

Al escuchar un fuerte sonido de una puerta rechinar, la chica intenta dar a parecer que está todavía desmayada, lo cual su intento fue en vano, tanto que en las habitaciones habían cámaras, y era imposible no notar que ella había despertado, identificó que la persona que había entrado era un señor de unos aproximadamente sesenta o casi setenta años de edad, lo cual fue aún más desagradable para ella verse envuelta en este tipo de situaciones.

El lugar en donde estaba era algo aproximado a un orfanato pero este era un lugar sucio, desagradable, y repugnante aunque, que pensara así del lugar no cambiaría que ella estuviera ahí, así que tratando de calmarse pensó esto es mejor que estar muerta, no era para sentirse orgullosa o mejor sinó sentirse con un poco más de dicha.

Pensar que existen personas que hacen esto, que hacen tráfico de órganos, que asesinan sin pensárselo y mucho menos sin cargar peso en la conciencia y más cosas desagradables pero hay una cosa que si no entiendo; cómo esos hombres que tienen hijas pueden abusar sexualmente y desgraciarle la vida a una chica, como incluso pueden abusar de su propia hija.

La presión que tenía Verónica era solo una parte del miedo que la tenía capturada con un amarre tan imposible de desatar, tan duro de romper ella solo pensaba en su madre en que estaría haciendo ahora, en sí se habrá enterado.

El señor de nombre desconocido alias El tigre, se acerca a ella,  se queda petrificada sin moverse, sin reaccionarle el habla.

—Cómo te llamas?—dice el hombre con la mitad de su rostro tapado

—Ve...Verónica, señor—responde con espanto en su voz

—Lindo nombre, pero dime qué edad tienes?—dice sin escrúpulo alguno

—Dieci... Diecisiete—responde con voz temblorosa apenas audible

—Interesante...—dice el con voz carrasposa— Sabes por qué estás aquí?, Aunque sea una pista de lo que pasa y harás aquí?—pregunta aquel hombre.

—no, Se... Señor, me podría decir porque—dice

—A ver, no me llores no te ha pasado nada todavía—dice el cínico—Aquí las chicas se venden, deja y te explico mejor, llegan compradores y el que de más por ti ese será tu dueño, te vas con él.

Creo que ha sido peor esa noticia que estar ahí sentada paralizada rogando porque no la toquen.

—Porqué?—pregunta llorando—Porqué hace esto, usted vende a las mujeres como si fuéramos objetos, les roba la vida, la inocencia, les desgracia la vida tanto a ellas incluyéndome y a sus familias—. Espeta ella furiosa con el tono un tanto elevado de rabia.

—¡No me hables así!—le pega una cachetada—no subas tu tono de voz conmigo, que no sabes de lo que te puede esperar—dice aún más furioso, porque su hombría había sido tocada al ella elevar su tono.

El señor era un vulgar, asqueroso y pedófilo de mente abierta, ella estaba con la furia y el miedo subiendo uno a los otros debatiéndose entre cual era más fuerte.

—Dime, amor ¿cómo quieres que te llame?—dice él—Nenita, Princesa, Mamacita, o el juguete— dice con perversidad en su voz.

—....—Verónica no responde, en ese momento el hombre perverso se enoja y grita con furia.

—¡Respóndeme cuando te hablo y mírame a los ojos!— dice levantándola por el pelo mientras mira sus ojos esperando a que ella también lo mire.

—E... El que sea de su agrado—dice mirándolo a los ojos.

—Muy bien, no quieres hablar entonces te irá mal—. Ataca

Verónica sintiéndose miserable al elegir uno, eran puro asco, y perversión pero no tenía opción.

—Ne...Nenita se... señor—dice con el rostro abajo

—como quieras—dice, mientras suelta de su cabello bruscamente, llamaba a uno de los hombres encapuchados—Quiero que la prepares para la noche, después de hacerla mía la pondremos a la venta, llama a los socios diles que mañana a primera hora se realizará la subasta.

En ese momento toda la poquita dicha que sentía se vino rumbo abajo al escuchar esas palabras, parece que no tenía salvación, pero pedía porque algo impidiera todo.

 




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