Entramos a la casa, estaba repleta de gente. Ares va por unos tragos mientras yo me siento a hablar con su amigo Luis.
—¿Tu eres la chica de Ares de verdad?
—Es complicado, ya no estamos bien.
—En mi tienes alguien para consolarte—. Dice bromeando
—Siendo así muchas gracias, pero no necesito un consolador—. Respondo de igual manera.
—Bien señorita difícil—dice sonriendo.
Ares llega, y se sienta a mi lado. Me da un vaso con lo que por lo visto es alcohol pero yo no tomo.
—Ares yo no tomo alcohol.
—Entonces te consigo un jugo, refresco.
—Un jugo de limón por favor.
—Enseguida su majestad—dice haciendo reverencia.
—Parece que si le importas.
—Crees.
—Si, él no es así, siempre ha sido de charlar con las chicas, y dedicarles una sonrisa pícara, o coqueta.
—Es que él no lo demuestra, y cuando lo hace luego lo daña. Él cree que con un lo siento todo lo soluciona.
—La verdad es que suele solo pedir disculpas, pero también de si no lo disculpas no le importa porque siente que si te pide disculpas ya lo solucionó. Pero sabes el lo hace inconscientemente porque cree que no te importa.
—Pero como no le va a importar si él es un chico muy cariñoso a veces claro, sincero, valiente, y atractivo aunque la belleza es subjetiva.
—Te comprendo, el es un modelo a seguir en su aspecto positivo. Es muy trabajador, luchador, no se da por vencido si le dices que no insiste hasta que digas que sí, y eso me gusta mucho de él.
—Hace cuánto se conocen ustedes?
—Uuh, desde los once.
—Wow, enserio tanto tiempo.
—Si, el siempre fue el galán el cual por el que las chicas peleaban.
—Que, pero si tú eres muy guapo también.
—Ahora, la pubertad me pegó duro—dice carcajeándose.
—HA HA HA
—Aquí está su jugo de limón con hielos en cubos.
—Muchas gracias— digo haciéndole reverencia.
—Para servirle. ¿Bailamos?
—Hmm, por qué no.
Bailamos por mucho tiempo, nos sentamos ya estaba un poco mareada por tanto movimiento, después de un largo rato conversando y riendo con Luis nos despedimos, fuimos a comer algo y llegamos a la casa. Cada uno a su dormitorio.