– ¿Debería irme a vivir a Corea? – pregunté levantando mi cabeza de la almohada donde segundos antes la había hundido debido a la depresión que me atormentaba.
La señora Yon me miró como si hubiese perdido la cabeza, pero en mi mente esa había sido una idea estupenda. Era la solución a todos mis problemas y con eso me libraría del tormentoso desastre llamado: casamiento.
Apenas estaba por cumplir veinte años, prácticamente estaba en la flor de mi juventud y mi maravilloso padre había decidido casarme con Adler Williams. ¿Que quién era? Ni yo misma lo sabía, pero según papá era un fabuloso empresario que me aseguraría una vida plena y beneficiosa, pero eso me importaba muy poco. No quería casarme con un completo desconocido, de hecho, eso me aterraba ya que tenía el ejemplo de lo terrorífico que era eso, mi madre se había encargado de resaltarlo cada día cuando vivía con nosotros. Mi mamá había tenido la suerte de escapar de esta casa de locos, lamentablemente mi papá no le había dado el derecho de dejarme ir con ella, porque yo era su única hija y por ende la heredera de la compañía, así que debía escoger un buen esposo para que la compañía quedara en buenas manos y obviamente mi felicidad no estaba incluida en sus planes.
Y así es como llegamos a esto. A unas semanas de mi desastrosa boda, estaba planeando mi escape para asegurarme de que mi papá desertara de la idea de casarme con un hombre rico porque según él, una mujer no podría heredar la gran empresa Mayer que por generaciones había pertenecido a los hombres de la familia.
– Es una idea tonta, ni siquiera sabes hablar coreano – respondió la señora Yon tajante. Ignoro el pequeño berrinche que había hecho sobre la cama y siguió con su tarea de ordenar mi habitación.
– Claro que se, solo debo reforzar mi aprendizaje –
– ¿Y donde piensas quedarte? Si compras algo con la tarjeta de tu padre él sabrá tu ubicación e ira directamente a traerte a arrastras devuelta a Inglaterra –
Hice un mohín con mis labios ante su poca positividad. Era una buena idea, Corea estaba lejos de Inglaterra y mi padre no pensaría ni por un segundo que me encontraba ahí, pues no teníamos ninguna casa en ese país, pero lo único que faltaba en mi plan infalible, era encontrar un lugar donde quedarme y que mi padre no pudiera encontrarme.
– Señora Yon, usted es de Corea así que estoy completamente segura que usted tendrá piedad de la niña que cuidó desde los ocho años y le dará la llave de su antigua casa –. Batí mis pestañas con ternura mientras la miraba con ojos de cachorrito.
La señora Yon había evitado mirarme a los ojos porque sabía lo que estaba intentando al ponerle carita de cachorro, era un truco infalible en el que siempre caía. Después de unos segundos de cientos de por favor que habían salido de mis labios, la señora Yon dio un suspiro largo para luego dejar la escoba sobre la silla y sentarse a mi lado en la cama.
– Bien – dijo rendida. Yo deje salir un gritito satisfactorio ante su respuesta mientras me apresuraba a abrazarla con fuerza.
– Pero debes saber que esa casa no es nada comparada a lo que estas acostumbrada – advirtió, deje de abrazarla para mirarla con atención mientras asentía como un pequeño y obediente perro.
– Por supuesto, puedo vivir con ello –
– No hay calefacción – comenzó a decir los puntos en contra de la casa y yo solo me limite a asentir motivada, no importaba si no había calefacción, solo quería irme lejos de aquí y huir de ese estúpido matrimonio.
– La electricidad es mala –. Asentí de nuevo.
– No tendrás una mucama que haga todo por ti – Asentí nuevamente, podía vivir sin una sirvienta, no es como si fuera la típica niña rica que no sabe hacer nada por si misma.
– Y no hay colchones hästens ni ni ropa de marca, tendrás que actuar como una chica ordinaria si no quieres levantar sospechas y que tu padre te encuentre –
Bien, eso si iba a ser difícil. Odiaba dormir en otros colchones que no fueran de marca porque me dejaban adolorida la espalda, pero debía de soportarlo, debía de hacer algunos sacrificios si no quería que me obligaran a casarme con un extraño.
– Bien, voy a demostrarle a mi padre que no soy una inútil y que puedo sacar a flote la empresa sin necesidad de un matrimonio – dije decidida. Escuché a la señora Yon suspirar de nuevo para acariciar mis cabellos con ternura.
– Ve a decirle a tu madre, se que ella te apoyara económicamente – ordenó con dulzura, yo asentí para caminar hacia la salida.
– Erin, primero cambia tu ropa –. Me di media vuelta con una sonrisa divertida al escucharla, había olvidado quitarme el pijama color rosa que traía puesto desde la mañana y que a pesar de ser las 2:00 pm, me había negado a quitármelo.
Mi plan estaba hecho, solo faltaba el apoyo de mi madre y ya nada podía salir mal.
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Editado: 15.04.2021