Secuestrando a la novia |kth|

El camino que conduce al desastre

¿Conocen la ley de Murphy?

 

No esa ley que dice que si algo malo puede pasar, pasará. Si no otra de las leyes de Murphy con la que me siento totalmente identificado.

 

Aunque su ley más conocida sea la que me describa en estos momentos, ya que todo había salido mal desde ese jueves lluvioso en el que Jungkook salió de casa sin un paraguas, y corrió todo el trayecto de la escuela hasta nuestra casa, y debido a la torrencial lluvia que caía, no se dio cuenta del agujero que había en el asfalto de la carretera y termino por fracturarse la pierna. Debido a que carecíamos de dinero, Yoongi me mandó a realizar un “préstamo” para poder pagar los medicamentos y la factura del hospital donde habíamos llevado a Jungkook, y así es como la conocí. Estaba perdida, tenía aspecto de ser una niña rica y parecía querer soltarse a llorar en cualquier instante, así que decidí ayudarla para después pedirle sutilmente el “préstamo” que Yoongi me había ordenado. Pero si hubiera sabido que eso se convertiría en mi peor pesadilla, entonces hubiera escogido una víctima con menos problemas que ella.

 

– ¿Porque estas huyendo de casa, no es mejor disfrutar de todo lo que tu padre te da? – pregunté divertido. Había cerrado la tienda de convivencia perteneciente al padre de Seokjin y me había traído a la chica conmigo a la casa, cosa que me parecía absurda, pero al ver como iba temerosamente oculta tras mi espalda, todo esta bizarra situación se había tornado algo divertida.

 

– No lo entenderías – dijo ella con un bufido mientras que se giraba constantemente como una total paranoica para asegurar que nadie nos seguía.

 

Esto era absurdo. Toda esta situación era completamente absurda y yo me preguntaba como en esa pequeña cabeza suya, podía crear una idea tan tonta como esta.

 

La idea de ocultarse en la casa de un completo desconocido era tonta. Y el huir de tu hogar y de tu acomodada vida para estar en corea, era aún más tonto.

 

Desistí de hacerle alguna otra pregunta, pues ella estaba más preocupada por vigilar nuestras espaldas como toda una chica de película de suspenso. Lo único que pensaba en estos momentos: era que Yoongi iba a matarme. Yoongi definitivamente iba a matarme.

 

No teníamos el dinero suficiente en estos días y aunque había dicho anteriormente que solo robaba en situaciones importantes, la verdad era: que eso fue una completa mentira. No conocía otro mundo más que este. Y desde mis veinte años de arduo trabajo y tener una reputación intachable para nunca ser reconocido, fui reconocido por una chica inglesa exasperante, agregando que ahora tenía que llevarla a casa y cuidar de ella hasta que su padre la encuentre o hasta que ella desaparezca. Genial. Totalmente genial.

 

Estábamos frente a la devastada casa y ella la miraba con una mueca de disgusto, lo que me hacía pensar que estaba cuestionándose si eso había sido un buen plan, y eso a mi no me importaba. Solo quería evitar que ella llamara a la policía, rezar para que su papá se la llevara de una vez y volver a mi pacífica vida mientras seguía siendo el ladrón nocturno que siempre era. Era un plan magnifico.

 

– Creo que podremos soportarlo por unos días – dijo en un susurró, y fue ahí cuando mi mirada recayó en la bola de pelos que sostenía en sus manos.

 

– Eso no estaba en el plan. Es suficiente contigo, no mantendré a esa bola de pelos – señalé al gato en sus manos. Ella hizo caso omiso a mi negación y dio pasos con total seguridad hacia el interior del patio para llegar a la casa.

 

Dejé salir un sonoro suspiro de desesperación, debía tranquilizarme. Tenía que tranquilizarme e ir en busca de su padre antes de que a Hoseok le dieran mil paros cardíacos por tener que convivir con un gato. Él no era alérgicos a los mininos, ellos eran más como su fobia más terrorífica que aparecía en sus pesadillas de todas las noches.

 

Después de un par de exhalaciones, me posicioné a su lado para finalmente abrir la puerta. Lo primero que vimos al abrirla fue el rostro blanquecino de Min Yoongi recibirnos tal cual fantasma, provocando que ambos diéramos un paso atrás por la sorpresa.

 

– ¿Es ella tu novia? – interrogó como un padre interrogando a su hija menor que trae su primer novio a casa. Yo bufé al ver esa sonrisa pícara querer salir de sus labios.

 

– Es nuestra nueva roomie, dale la bienvenida – dije con una falsa sonrisa en el rostro.

 

– No planeo ofender, pero no queremos a nadie más en esta casa, así que si planeas dejarla quedarse aquí, tú tendrás que dormir en la casa de nuestro difunto perro –. Era realmente bueno que Yoongi no tratara de ofender a nadie, ni hacer esta incómoda situación, aún más incómoda de lo que ya era.

 

– Deja que te explique la situación – dije entre dientes para evitar que ella escuchara.

 

– ¿Qué situación? Solo sácala de aquí –. Por suerte Yoongi captó la indirecta y comenzó a susurrar en vez decir las cosas en voz alta.

 

– Hablemos afuera – susurré moviendo ligeramente mi cabeza para señalarle que debíamos ir afuera.

 

– Dilo de una vez –

Y entre discusiones -para nada disimuladas-, la chica logró entrar a la casa, pasando de Yoongi parado en la entrada, como una digna protagonista de una película de terror solo había faltado que ella y su bola de pelos se ocultaran bajo a la mesa.

 

– ¿Esquizofrénica? – preguntó Yoongi viendo el raro comportamiento de nuestra invitada. – Porque si es así la sacare a patadas ahora mismo, estoy harta de los delirios de la vecina Choi.

 

– Voy a explicártelo –

 

Y con toda estas desencadenantes situaciones ocurriendo progresivamente en mi vida, se comprueba que Edward A. Murphy Jr. tiene completa razón con respecto a lo que sus leyes dictan, porque él dijo: Si hay varias maneras de hacer una tarea, y uno de estos caminos conduce al desastre, entonces alguien utilizará ese camino. Y ese alguien que eligió el camino que conduce al desastre, fui yo al aceptar un trato con una chica inglesa que parece estar siendo perseguida por la CIA.




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