Capítulo 01
«Error perfecto»
Giovanni estaba sentado en su despacho, rodeado de lujos que reflejaban su estatus como uno de los mafiosos más temidos de la ciudad. Las paredes estaban adornadas con obras de arte caras, y una alfombra persa cubría el suelo de mármol.
Un cigarrillo colgaba de sus labios mientras revisaba unos informes financieros, pero su mente estaba en otra parte. Hacía meses que no pensaba en Crystal, su exnovia, pero algo en el aire ese día le recordaba a ella. Quizás era el olor a jazmín que flotaba por la ventana abierta, o tal vez solo era su ego herido que aún no superaba que ella lo hubiera dejado.
—Jefe —la voz de Dallas, su hombre de confianza y mejor amigo, lo sacó de sus pensamientos—. Creo que deberías ver esto.
Giovanni levantó la mirada, irritado por la interrupción. Dallas sostenía su teléfono con una expresión incómoda, como si supiera que lo que estaba a punto de mostrarle no le iba a gustar.
—¿Qué es? —arqueó una ceja.
—Es Crystal —susurró, pasándole el teléfono—. Parece que… bueno, míralo tú mismo.
Giovanni tomó el dispositivo con desgana, pero su expresión cambió en cuanto vio la pantalla. Era una publicación en la red social de Crystal: una foto de dos anillos de boda brillando bajo la luz del sol, acompañada de un mensaje que decía: «Nos vemos pronto 💍✨». La fecha de la boda estaba claramente marcada: solo faltaban dos días.
—¿En serio? —murmuró, apretando el teléfono con fuerza—. ¿Se va a casar? ¿Con ese idiota?
Dallas se encogió de hombros, intentando no meterse en problemas. Sabía que cuando ese hombre estaba molesto, era cuestión de tiempo para que todos pagaran los platos rotos.
—Parece que sí, jefe.
Giovanni se levantó de su silla, dejando el teléfono sobre el escritorio. Caminó hacia la ventana, mirando fijamente la ciudad que se extendía ante él. Su mente se inundaba de pensamientos, pero uno sobresalía por encima de los demás.
«Esto no puede estar pasando».
—No —dijo finalmente, girándose hacia Dallas—. No va a pasar. Si Crystal cree que puede olvidarse de mí y seguir con su vida perfecta, está muy equivocada. Las cosas van a suceder como deben ser.
Dallas asintió, aunque no parecía muy convencido.
—¿Y qué vas a hacer, jefe? —cuestionó, sabiendo que todo esto tenía pinta de convertirse en un desastre descomunal.
Giovanni sonrió, pero no era una sonrisa amable. Era la sonrisa de alguien que acababa de tomar una decisión peligrosa. Cosa que asustaría a cualquiera de sus hombres.
—Vamos a ir a esa boda. Y no vamos a ir de invitados.
Dos días después, Giovanni y sus hombres se preparaban para la misión. El plan era simple: irrumpir en la boda, causar caos y llevarse a Crystal antes de que pudiera decir «sí, acepto». Giovanni no estaba dispuesto a permitir que ella siguiera adelante con su vida como si él nunca hubiera existido.
—¿Estás seguro de que esto es una buena idea? —preguntó Dallas mientras ajustaba su traje negro en el espejo del vestíbulo.
—¿Tienes una mejor? —replicó, ajustándose los puños de su camisa—. Crystal me dejó por ese imbécil, y ahora piensa que puede casarse con él como si nada hubiera pasado. No voy a permitirlo.
Dallas suspiró, sabiendo que no había forma de disuadir a Giovanni cuando tenía algo en mente.
—Solo espero que esto no salga tan mal.
—No saldrá mal —dijo Giovanni con confianza—. Tengo todo bajo control.
La boda se llevaba a cabo en una lujosa mansión en las afueras de la ciudad. El lugar estaba decorado con flores blancas y doradas, y los invitados lucían sus mejores trajes y vestidos. Crystal, la novia, estaba radiante en su vestido de encaje, pero su gemela, Amber, era quien realmente robaba miradas. Con su actitud desenfadada y su sonrisa traviesa, Amber era todo lo contrario a su hermana. Mientras Crystal hablaba con los invitados, Amber se escabulló hacia el baño para tomar un respiro.
—Dios, esto es aburridísimo —murmuró para sí misma, mirándose en el espejo—. ¿Cómo puede Crystal estar tan emocionada por esto?
En ese momento, escuchó un estruendo en el salón principal. Los gritos de los invitados y el sonido de cristales rompiéndose la hicieron salir corriendo del baño. Lo que vio la dejó boquiabierta: un grupo de hombres vestidos de negro había irrumpido en la boda, causando caos por todas partes.
—¡Crystal! —gritó uno de los hombres, avanzando hacia el centro del salón—. ¡Sabía que no podías vivir sin mí!
Amber lo miró con curiosidad. Era alto, atractivo y llevaba un traje que costaba más que el sueldo de un año de la mayoría de las personas. Pero lo que más llamó su atención fue la expresión en su rostro: una mezcla de ira y determinación.
»Eh, tú —gritó una vez más, señalándola—. ¡No te vas a escapar esta vez!
Amber se rio, incapaz de contener su sarcasmo.
—¿En serio? ¿Este es tu gran plan? ¿Secuestrar a la novia? ¡Qué cliché!
El hombre no le dio tiempo a decir más. Con un gesto rápido, uno de sus matones la levantó en brazos mientras ella gritaba y pataleaba. Fue entonces cuando cayó en cuenta de que estaba vestida de blanco por la tonta etiqueta de su hermana, la cual, quería usar rosa en esa ocasión especial.