Capítulo 02
«Un libro abierto»
El coche negro se detuvo frente a una imponente mansión rodeada de altos muros y un portón de hierro forjado. Amber, aún con las manos atadas, miró por la ventana con una mezcla de curiosidad y ganas de irritar a su excuñado.
—Vaya, vaya —dijo, levantando una ceja—. No sabía que los mafiosos tenían tan buen gusto. ¿Decoraste tú mismo esto, o contrataste a alguien para que no pareciera una guarida de villano de película barata?
Giovanni, que se encontraba sentado en el asiento delantero, no respondió. Estaba demasiado ocupado tratando de procesar el hecho de que había secuestrado a la persona equivocada. Amber, por su parte, no parecía preocupada en lo más mínimo. De hecho, parecía estar disfrutando cada segundo de la situación.
»¿No vas a decir nada? —preguntó una vez más, inclinándose hacia delante—. Porque, honestamente, esperaba algo más dramático. Algo como: «Nadie sabe que estás aquí» o «Nunca saldrás de esta mansión». ¿O es que no sabes cómo ser un villano convincente?
El jefe se giró para mirarla, sus ojos oscuros se notaban llenos de irritación.
—¿No te das cuenta de lo peligroso que es para ti estar aquí? Podría hacerte desaparecer y nadie lo sabría.
La chica se rio, como si acabara de escuchar el chiste más gracioso del mundo.
—¿En serio? ¿Esa es tu gran amenaza? Por favor, Giovanni, si quisieras hacerme daño, ya lo habrías hecho. Además, no soy tonta. Sé que me secuestraste porque pensaste que era Crystal. Y ahora estás atrapado en este lío porque no sabes qué hacer conmigo.
Giovanni apretó los puños, pero no respondió. Amber tenía razón, y eso lo enfurecía aún más.
»¿Y qué? —continuó, sin darle tregua—. ¿Vas a usarme como rehén? ¿Crees que mi hermana va a volver contigo solo para salvarme? Déjame decirte algo: Crystal no te quiere. Y después de esto, estoy segura de que no querrá verte en toda su vida. Así que, si tienes algo de cerebro, me dejarás ir ahora mismo.
—No sabes de lo que hablas —la miró fijamente, tratando de mantener la compostura.
—Oh, lo sé perfectamente —replicó—. Y tú también lo sabes. Solo que no quieres admitirlo.
En ese momento, Dallas abrió la puerta del coche.
—Jefe, ¿qué hacemos con ella?
—Llévala adentro. Necesitamos pensar en un plan —suspiró, pasándose una mano por el rostro.
Dentro de la mansión, Amber fue llevada a una habitación amplia y lujosamente decorada. Las paredes estaban cubiertas de paneles de madera oscura, y una enorme lámpara de cristal colgaba del techo. Mientras los matones la dejaban en una silla, no dejó de mirar alrededor, absorbiendo cada detalle.
—Vaya, esto sí que es elegante —murmuró, admirando una pintura al óleo que colgaba de la pared—. ¿Es un original o una copia? Porque, si es un original, debes tener un gusto exquisito. O un bolsillo muy profundo.
Giovanni, que estaba de pie junto a la puerta, la ignoró, haciendo que ella rodara sus ojos como una señal de cansancio.
—Dallas, necesitamos hablar.
El mencionado asintió, siguiendo a Giovanni a un rincón de la habitación. Mientras los dos hombres discutían en voz baja, Amber aprovechó para seguir observando su entorno. Notó pequeños detalles que revelaban más de lo que «el gran jefe» probablemente quería mostrar.
—Interesante —chismorreó para sí misma, mirando una estantería llena de libros antiguos—. «El arte de la guerra», «El príncipe»… Clásicos para alguien que se cree un estratega. Pero, ¿qué es esto? —sus ojos se detuvieron en una foto enmarcada sobre la chimenea—. ¿Giovanni en la playa? ¿Y son… castillos de arena? Esto es oro puro.
Giovanni, al darse cuenta de que Amber estaba revisando sus pertenencias, se acercó rápidamente.
—¿Qué crees que estás haciendo?
—Solo admirando la decoración —respondió con una sonrisa—. ¿Sabes? Se dice que puedes conocer a una persona por su hogar. Y tú, Giovanni, eres un libro abierto.
—No tienes idea de lo que estás hablando —dijo, en un mal intento de sonar amenazante.
—Oh, creo que sí —replicó—. Por ejemplo, esa foto en la playa. ¿Eras tú, de niño, construyendo castillos de arena? ¡Qué tierno! Nunca lo hubiera imaginado.
—Eso no tiene nada que ver contigo.
—Claro que no —comentó, acomodándose en la silla—. Pero es fascinante. También noté que tienes una colección de vinos caros, pero ninguno de ellos está abierto. ¿Te gusta más la idea de tener poder que disfrutarlo? O tal vez solo compras cosas caras para impresionar a los demás. ¿Qué opinas, Dallas?
Dallas, que había estado observando la conversación en silencio, se encogió de hombros.
—No me metas en esto.
El mafioso apretó los dientes, sintiendo que Amber lo estaba llevando al límite.
—Escúchame bien, Amber. No importa lo que pienses que sabes. Estás aquí porque yo lo decidí, y no vas a salir hasta que yo lo diga.
La gemela revoltosa lo miró directamente a los ojos, sin un ápice de miedo.