Capítulo 03
«Déjame ir»
Amber estaba a punto de salir de la mansión, con una sonrisa triunfal en su rostro y una sensación de victoria que no podía ocultar. Giovanni la observaba desde la puerta principal, con los brazos cruzados y una expresión que mezclaba irritación y curiosidad. Dallas, por su parte, estaba a su lado, claramente incómodo con la situación.
—Bueno, ha sido divertido —dijo Amber, ajustándose el bolso que le habían devuelto—. Pero creo que es hora de que me vaya. No quiero aburrirte más con mi presencia.
Su captor no respondió de inmediato. Sus ojos la seguían con intensidad, como si estuviera evaluando cada uno de sus movimientos.
—Espera.
Amber se detuvo, girándose para mirarlo con una ceja levantada.
—¿Qué pasa ahora? ¿Cambiaste de opinión? Porque, si es así, te recuerdo que no soy tu rehén.
—No es eso —dijo Giovanni, acercándose lentamente—. Tienes… habilidades. Y creo que podrías ser útil para mí.
—¿Habilidades? —Se rio, claramente divertida—. ¿Te refieres a mi capacidad para sacarte de quicio? Porque, si es así, creo que ya lo he demostrado bastante.
—No me hagas perder la paciencia —respondió, con una voz baja pero cargada de advertencia—. Tienes una forma de ver las cosas que… podría ser útil. Y si colaboras, tal vez podamos llegar a un acuerdo beneficioso para ambos.
—¿Y qué clase de acuerdo sería ese? —lo miró fijamente, evaluando sus palabras.
—Una prueba —contestó de manera casual—. Si la superas, te dejaré ir. Y si no… bueno, tendrás que quedarte un poco más.
—¿Otra prueba? ¿En serio? ¿Qué es esto, un concurso de talentos? —suspiró, claramente aburrida.
—No es una prueba cualquiera —replicó, señalando hacia el interior de la mansión—. Tengo tres hombres en la sala de reuniones. Todos dicen ser el jefe de una organización rival. Tu trabajo es descubrir cuál de ellos miente.
—¿Y por qué debería ayudarte?
—Porque si lo haces, te dejaré ir —dijo Giovanni—. Y porque, si no lo haces, tendrás que quedarte aquí indefinidamente. La elección es tuya.
Amber lo miró por un momento, como si estuviera considerando sus opciones. Finalmente, sonrió.
—Está bien. Pero cuando descubra quién es el jefe, no te quejes si no te gusta lo que tengo que decir.
En la sala de reuniones, tres hombres estaban sentados alrededor de una mesa, cada uno con una expresión seria y una actitud que pretendía imponer respeto. Amber entró con paso firme, seguida de cerca por Giovanni y Dallas. Los tres hombres la miraron con curiosidad, claramente sorprendidos por su presencia.
—Buenas tardes, caballeros —saludó ella, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Parece que tenemos un pequeño problema que resolver.
—¿Quién es ella? —gruñó uno de los hombres, un tipo corpulento con una cicatriz en la mejilla.
—Ella es... Una consultora —dijo Giovanni, claramente improvisando—. Y va a ayudarnos a resolver un pequeño malentendido.
Amber se acercó a la mesa, mirando a cada uno de los hombres con atención. Luego, sin previo aviso, hizo una pregunta que dejó a todos verdaderamente confundidos.
—¿Cuál es su postre favorito?
Los tres hombres la miraron como si estuviera loca. Incluso Giovanni y Dallas parecían confundidos. Esa pregunta no tenía nada que ver con lo que ellos necesitaban saber.
—¿Qué? —preguntó el hombre de la cicatriz, claramente irritado.
—Es una pregunta simple —dijo Amber, encogiéndose de hombros—. ¿Cuál es su postre favorito? A mí me encanta el cheesecake, por cierto.
Los hombres intercambiaron miradas incómodas, pero finalmente respondieron:
—Helado —dijo el primero.
—Tarta de manzana —dijo el segundo.
—Flan —dijo el tercero.
Amber asintió, como si sus respuestas fueran de vital importancia. Luego, se acercó al tercer hombre, el que había dicho «flan», y lo miró directamente a los ojos.
—Tú eres el jefe —dijo, con una sonrisa triunfal.
—¿Cómo…? —El hombre palideció, claramente sorprendido.
—Es obvio —dijo Amber, girándose hacia Giovanni—. Los otros dos respondieron demasiado rápido, como si estuvieran siguiendo un guion. Pero él dudó, como si estuviera pensando en algo más importante. Además, su respuesta fue la más simple, lo que sugiere que no está acostumbrado a dar explicaciones. ¿Verdad, jefe?
El hombre de la cicatriz se levantó de su silla, claramente furioso. —Esto es una farsa.
—No, es inteligencia —replicó, sonriendo—. Y, por cierto, Giovanni, deberías revisar tu camioneta antes de que…
En ese momento, una explosión sacudió la mansión, haciendo temblar las ventanas y llenando el aire con el sonido de cristales rompiéndose. Todos se agacharon instintivamente, excepto Amber, que permaneció de pie con una expresión de satisfacción.
—... explote —terminó, como si nada hubiera pasado.