Capítulo 04
«¿Por qué te dejó?»
Amber se acomodó en el sofá con total descaro, cruzaba las piernas con elegancia, como si estuviera en la sala de su propia casa y no en una mansión desconocida bajo el control de un mafioso irritante. Su expresión era la de alguien que estaba exactamente donde quería estar, cuando la realidad era que simplemente se negaba a verse derrotada.
—Bueno, ya que al parecer voy a estar aquí por un tiempo, creo que es justo que hablemos sobre ciertas… necesidades básicas.
Giovanni, que estaba revisando su celular sin prestarle la menor atención, soltó un resoplido sin molestarse en mirarla.
—No eres una invitada, por si lo olvidaste.
Amber apoyó un codo en el brazo del sofá y le dedicó una sonrisa dulce, de esas que ocultaban veneno detrás. Quería molestarlo, entretenerse a costa de la irritabilidad de su captor.
—Oh, créeme, lo tengo muy presente, pero si planeas mantenerme aquí, deberías asegurarte de que al menos esté cómoda. Esta habitación es demasiado sencilla, las sábanas no son de algodón egipcio, el colchón es aceptable, pero definitivamente no el mejor, y ni hablemos de la comida… Giovanni, sinceramente no puedo entender cómo alguien con tu poder permite que sus hombres coman porquerías todos los días. Deberías tener un chef. Uno bueno, no un aficionado que se cree experto en cocina solo porque sabe freír un huevo.
—No puedo creer lo que estoy escuchando —levantó la mirada con incredulidad.
Amber lo miró con naturalidad, como si su petición fuera lo más razonable del mundo.
—Bueno, ¿qué esperabas? ¿Que llorara en un rincón y suplicara por mi libertad? Lamento decepcionarte, pero no soy ese tipo de mujer. Además, ¿qué te cuesta hacerme la estancia más llevadera? No es como si no tuvieras dinero.
—Amber… —apoyó el teléfono sobre la mesa y entrecerró los ojos.
—Un vestidor tampoco estaría mal. No pienso andar con esta ropa todo el tiempo. A menos, claro, que lo que quieras sea que ande en ropa interior, porque si es así, podrías haberlo dicho desde el principio y nos evitábamos todo este teatro.
Giovanni se frotó la sien con los dedos, como si estuviera al borde de perder la paciencia.
—No pienso darte nada.
—Entonces suéltame.
—Tampoco.
Amber suspiró, como si estuviera realmente decepcionada.
—Eres un pésimo secuestrador, Giovanni. Ni siquiera entiendes la importancia de tratar bien a una rehén.
Él rio sin humor. Ella claramente lo estaba llevando al límite de su paciencia; era un hueso duro de roer.
—Te trato demasiado bien, considerando que debería haberte encerrado en el sótano.
—¡Vaya! ¿Así tratas a todas las mujeres que te rechazan?
El ambiente se tensó al instante. Giovanni dejó de fingir que la conversación no le interesaba y le dedicó una mirada gélida, pero Amber, lejos de intimidarse, mantuvo su sonrisa y se inclinó ligeramente hacia él.
No sé, me resulta bastante sospechoso que un hombre con tu ego haya decidido secuestrar a una mujer en plena boda, justo antes de que se casara con otro. Solo digo que el despecho suele llevar a decisiones muy estúpidas.
Giovanni no respondió.
—Aunque, pensándolo bien, lo más curioso de todo es que, en lugar de secuestrar a Crystal, terminaste llevándote a la equivocada. Vaya, qué ironía… Secuestraste a la mujer que no te dejó.
Giovanni se quedó en silencio, pero sus manos se tensaron de manera leve sobre la mesa. Esto hizo que Amber sonriera con satisfacción. Había encontrado un punto débil.
—Entonces, dime, ¿por qué mi hermana te dejó?
Nada. Ni una palabra. La secuestrada revoltosa suspiró y se llevó un dedo a la barbilla, fingiendo estar pensativa.
—Debe haber sido por algo realmente grave, porque no me la imagino abandonando así a un hombre que, aparentemente, tiene tanto poder y dinero. Quizá descubrió que eras un sociópata. O tal vez encontró a alguien más.
Giovanni apretó la mandíbula. y Amber lo observó con interés. No era fácil leer a un hombre como él, pero si algo había aprendido a lo largo de los años, era que la gente decía más con lo que callaba que con lo que hablaba.
Él estaba evitando su mirada.
Lo había incomodado.
—Oh, Giovanni… No me digas que aún te duele —susurró, ladeando la cabeza con una expresión de fingida compasión—. ¿Acaso la gran leyenda de la mafia fue… rechazado?
Él inhaló lentamente y se puso de pie.
—No pienso hablar de esto contigo.
Amber levantó las manos en un gesto de falsa inocencia.
—No tienes que hacerlo. Ya me lo dijiste todo sin querer.
Giovanni la fulminó con la mirada antes de girarse hacia la puerta.
—Dallas, quédate con ella. No quiero volver a escuchar su voz en lo que queda del día.
Y sin darle oportunidad de responder, se marchó.