Capítulo 05
«Vacaciones, ¿o no?»
Dallas probablemente tenía una paciencia inhumana. De otro modo, no habría otra explicación para el hecho de que llevara horas aguantando a Amber sin haber intentado estrangularla con sus propias manos.
Era admirable, en cierto sentido.
Amber ya había decidido que fastidiarlo era su nueva misión en la vida, y hasta el momento, Dallas estaba resistiendo mejor de lo esperado. Había probado distintos métodos: preguntas absurdas, comentarios sin sentido, observaciones aleatorias que no llevaban a ninguna parte, e incluso pequeños juegos psicológicos para intentar analizarlo. Pero Dallas permanecía ahí, estoico, impasible, cruzado de brazos junto a la puerta como una estatua de seguridad de centro comercial.
Amber ladeó la cabeza, observándolo como si fuera un espécimen extraño. No podía evitar sentir curiosidad. ¿Qué tipo de hombre podía soportar tanto sin siquiera fruncir el ceño? ¿Era un robot disfrazado de humano? ¿Un monje budista infiltrado en la mafia? ¿O simplemente alguien que había perdido toda esperanza en la vida y ya nada le afectaba?
—¿Sabes? Creo que podrías ser un buen modelo de pruebas para estudios sobre la paciencia humana —comentó de repente, fingiendo pensatividad mientras se acomodaba en el sofá con la pierna cruzada—. Algo así como «¿Cuánto tiempo puede una persona aguantar el fastidio extremo antes de perder la cordura?». Estoy segura de que te harías famoso.
Dallas no reaccionó, provocando que Amber chasqueara la lengua.
—O tal vez podrías ser el sujeto de prueba para experimentos sobre la falta de emociones. ¿Nunca has pensado en eso? Debes tener un nivel de indiferencia clínicamente interesante. ¿Te han hecho estudios? ¿Te han pinchado con agujas para ver si en verdad sientes algo?
Dallas dejó escapar un suspiro silencioso, pero no dijo nada aún. Amber sonrió con diversión, estaba disfrutando este reto más de lo que creyó.
—Oh, espera… Ya sé. —Se inclinó un poco hacia delante, como si estuviera a punto de compartir una teoría importante—. Eres de los que se duermen escuchando audios de sonidos de tormenta, ¿verdad? Esos que duran diez horas y dicen cosas como «lluvia sobre el tejado con truenos suaves en la distancia».
Dallas ni siquiera parpadeó.
Amber suspiró, recostándose contra el respaldo del sofá.
—No sé cómo le haces para vivir así. Sin emociones, sin reacciones. Debe ser aburridísimo. Me imagino que cuando te encuentras con un problema en la vida real, tu solución es simplemente parpadear y esperar a que se resuelva solo.
—No me pagan por hablar.
La respuesta de Dallas fue seca, neutra, como si fuera una frase programada en su cerebro.
—Eso explica muchas cosas —sonrió con malicia.
Dallas rodó los ojos, pero aún se mantuvo impasible.
—Y si sigues fastidiando, te voy a amordazar.
Amber alzó las cejas con fingida sorpresa, llevándose una mano al pecho como si acabara de escuchar la declaración más escandalosa de su vida.
—¿Con tus propias manos, Dallas? Vaya, qué atrevido…
Dallas le lanzó una mirada severa, pero Amber solo sonrió más. Ahí estaba. Ese pequeño destello de irritación en sus ojos.
Un progreso. Sin embargo, lo mejor aún estaba por venir.
Después de otro rato de provocaciones, comentarios absurdos y teorías ridículas sobre su vida personal, Dallas finalmente cometió un error.
Se rió.
No fue una carcajada, ni siquiera una risa evidente, pero fue suficiente. Un resoplido breve, una pequeña risa contenida que escapó antes de que pudiera evitarlo.
Amber lo notó de inmediato.
—¡Ja! ¡Te reíste! —exclamó saltando de su asiento y señalándolo muy de cerca.
Dallas negó con la cabeza con rapidez, como si eso pudiera borrar el momento.
—No me reí.
—Sí lo hiciste. —Amber lo señaló con la mirada entrecerrada y una sonrisa triunfal—. Fue una risita. Pequeña, discreta, pero ahí estuvo.
—Fue un suspiro. —replicó mirándola con fastidio.
—¿Un suspiro que sonó como risa? Interesante. ¿Eso es parte de tu entrenamiento? ¿Cómo reprimir emociones y fracasar en el intento?
Dallas la miró con el ceño fruncido, pero la pequeña curvatura en la comisura de sus labios lo delató. Amber sonrió con satisfacción.
—Voy a recordarte esto cada vez que me mires con cara de pared de concreto.
Dallas volvió a cruzarse de brazos, pero su postura estaba menos rígida ahora.
Sí, definitivamente estaba logrando hacer una grieta en su impenetrable fachada.
A la mañana siguiente, Amber dormía profundamente, ajena a todo lo que sucedía a su alrededor. Su cuerpo estaba envuelto en las sábanas, su cabello desordenado se esparcía sobre la almohada y su respiración era tranquila, relajada, como si por primera vez en días su subconsciente hubiera decidido concederle un descanso.
Pero entonces, algo cambió.