Secuestro Equivocado

Capítulo 07 «¿Italia?»

Capítulo 07
«¿Italia?»

El jet privado aterrizó con una suavidad impecable, como si el piloto tuviera la misión de hacer que cada aspecto del viaje fuera perfecto… o tal vez simplemente estaban acostumbrados a transportar criminales con gustos exigentes. Amber, sin embargo, apenas notó la maniobra. Estaba demasiado ocupada mirando a Giovanni con los ojos entrecerrados, sintiendo cómo su paciencia se evaporaba poco a poco con cada minuto que pasaba junto a él.

La buena noticia era que el vuelo había terminado.

La mala, que ahora tenían que bajar del avión y ahora ¡¿quién sabía qué diablos le esperaba en ese destino desconocido?!

—No te quedes ahí sentada como una reina esperando a que la carguen, princesa —soltó Giovanni, sin siquiera mirarla, mientras se ponía de pie con la naturalidad de quien está acostumbrado a ser obedecido.

Amber entrecerró los ojos aún más. —A ver, escúchame bien, pedazo de mafioso arrogante: si alguna vez llego a ser reina, lo primero que haré será condenarte a trabajos forzados.

Giovanni sonrió de lado y, sin decir nada más, avanzó hacia la salida del jet. Ella resopló y lo siguió, no porque quisiera, sino porque, claramente, no tenía muchas opciones.

Tan pronto como descendieron, la cálida brisa nocturna la envolvió, confirmándole lo que ya sospechaba: no estaban en ningún sitio cercano. Esto no era un simple cambio de ciudad. Estaban en otro país.

—¿Dónde demonios estamos? —soltó, frunciendo el ceño mientras miraba a su alrededor.

El lugar era un aeropuerto privado, con seguridad reforzada y vehículos de lujo estacionados en fila. Al fondo, un grupo de hombres vestidos con trajes oscuros los esperaba, con la típica actitud de matones que podrían desarmarte con una sola mirada.

—Italia —respondió Giovanni, como si no fuera la gran cosa.

—¿Italia? —los pasos de la chica se frenaron de repente. ¡¿Había escuchado bien?! Ese mafioso chiflado la había llevado al otro lado del mundo a quien sabe qué, sin siquiera informar.

—Italia. —Replicó como si de nada se tratara.

—¿Y a mí por qué carajos me traes hasta aquí?

—Porque tengo negocios que atender, y tú eres parte del paquete, princesa. —Soltó un suspiro de fastidio, como si estuviera lidiando con una niña caprichosa.

—Deja de llamarme así. —gruñó mientras lo fulminaba con la mirada.

—No creo que pueda hacerlo.

Amber apretó los dientes. Si tan solo tuviera algo con qué golpearlo… Aunque, pensándolo bien, su enojo no cambiaría el hecho de que estaba en Italia, secuestrada y sin una sola pista sobre lo que Giovanni planeaba.

Antes de que pudiera continuar su interrogatorio, Giovanni hizo un gesto con la mano, y uno de los hombres se acercó con paso firme.

—Dallas, encárgate del equipaje —ordenó sin siquiera mirar al aludido.

Dallas asintió y pasó de largo, sin sorprenderse ni un poco por el tono mandón de su jefe, provocando que Amber solo chasqueaba la lengua con disgusto.

—Oye, ¿y yo qué? ¿Vas a darme órdenes también?

—No. A ti solo te toca seguirme. —La miró de reojo.

Amber entrecerró los ojos, sintiendo el impulso de patearle la espinilla solo por el placer de hacerlo.

—No te equivoques, mafioso. No voy a seguirte porque quiera, sino porque no me das otra opción.

Giovanni se encogió de hombros con una sonrisa de autosuficiencia que la hizo querer golpearlo más fuerte.

—Llámalo como quieras, princesa.

Amber resopló, pero lo siguió de todos modos.

Los llevaron a un vehículo negro con vidrios polarizados, que los condujo directamente a un hotel de lujo en el centro de la ciudad. Las luces doradas iluminaban la entrada de forma majestuosa, y la fachada del edificio parecía sacada de una película. Por dentro, la decoración era aún más opulenta: mármol, lámparas de cristal y empleados vestidos con uniformes impecables.

Amber sintió una punzada de incomodidad.

No porque no estuviera acostumbrada a los lugares lujosos —después de todo, su hermana siempre había tenido buen gusto y ella había pisado varios hoteles de cinco estrellas en su vida—, sino porque la situación entera se sentía demasiado surrealista.

—Dime que, al menos, tendré mi propia habitación —soltó Amber con los brazos cruzados, clavando su mirada en Giovanni con la esperanza de ver algún atisbo de humanidad en ese rostro inescrutable. La idea de compartir un espacio con él era simplemente ridícula, y por un segundo se permitió la ilusión de que, quizás, tendría algo de privacidad en todo este desastre.

Pero Giovanni, como siempre, ni siquiera le dedicó una mirada.

—No.

La chica parpadeó, incrédula, ante la simpleza de su respuesta.

—¿Perdón? —repitió, porque claramente debía haber escuchado mal.

Esta vez, el mafioso tonto, sí se giró para mirarla. Lo hizo con una calma que solo logró irritarla más, como si ya estuviera anticipando su reacción y disfrutando de la frustración que le generaba.



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En el texto hay: humor, gemelas, mafioso celoso

Editado: 06.03.2025

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