Secuestro Equivocado

Capítulo 08 «Te pareces a Crystal»

Capítulo 08
«Te pareces a Crystal»

Siguió sus pasos hasta que se detuvieron frente a la puerta de la habitación. Giovanni deslizó la llave en la ranura, la luz verde parpadeó y la puerta se abrió con un leve clic.

Cuando Amber cruzó el umbral, se encontró con una suite impresionante, decorada con detalles modernos y elegantes, ventanales que ofrecían una vista panorámica de la ciudad y muebles de diseño tan perfectos que parecían sacados de una revista de lujo.

Pero, entre todo ese esplendor, hubo algo que atrapó su atención de inmediato.

—Ni lo sueñes —soltó de repente, señalando la única cama con indignación.

Giovanni entró tras ella, dejando la puerta cerrarse con suavidad.

—Me da igual dónde duermas —dijo, sin molestarse en mirarla mientras comenzaba a desabotonarse el puño de la camisa.

—Entonces, duerme en el sofá. —Entrecerró los ojos y lo vio con desconfianza.

Terminó de remangarse la camisa con calma, como si la discusión no le interesara en lo más mínimo. —No.

—¿Perdón? —soltó una carcajada incrédula.

—Que no —repitió él, quitándose el reloj y dejándolo sobre la mesa de noche con un movimiento meticuloso.

—¡Pero este lugar tiene como mil habitaciones! —exclamó Amber, gesticulando con frustración.

—Y solo necesitas una.

Ella apretó los dientes, sintiendo una mezcla de rabia y frustración al ver la indiferencia con la que Giovanni manejaba la situación.

—Eres un maldito —murmuró, dándole la espalda mientras se desabrochaba los zapatos y los pateaba lejos con fastidio.

Lo último que quería era dormir en la misma habitación que él. No porque le tuviera miedo —jamás lo admitiría en voz alta—, sino porque simplemente era una pésima idea.

El problema fue que, al cabo de un rato, sintió la mirada de Giovanni sobre ella.

Al principio, intentó ignorarlo.

De verdad lo intentó.

Pero el condenado tenía una presencia tan intensa que, incluso sin verlo, podía sentir la forma en la que la observaba, como si estuviera analizándola, diseccionándola en su mente, intentando descubrir cada una de sus reacciones.

Amber frunció el ceño, lo estaba haciendo a propósito, de eso no había duda. Al cabo de un rato, ya no podía soportarlo más.

—¿¡Se puede saber por qué me estás mirando!? —espetó, abriendo los ojos de golpe y girándose hacia él.

Giovanni, que estaba inclinado levemente hacia ella, apoyando un codo en el respaldo del sofá, no se movió ni un centímetro.

—Solo estaba pensando en lo mucho que te pareces a Crystal —respondió, como si nada.

Sintió que la molestia se evaporaba un poco ante el comentario.

—Ya. ¿Y qué tiene eso de interesante?

Giovanni entrecerró los ojos.

—Es curioso. Se parecen físicamente, pero en todo lo demás, son completamente opuestas.

La chica ladeó la cabeza, evaluándolo con una mezcla de curiosidad y recelo.

—¿Y eso te molesta?

Él hizo una pausa, como si estuviera considerando su respuesta. —No lo sé.

La sinceridad en su voz la descolocó. Por primera vez en toda la noche, Giovanni no tenía una respuesta inmediata, no tenía una de sus frases arrogantes listas para soltar.

Amber, por su parte, cruzó los brazos, apoyando la espalda contra el cabecero de la cama y alzando una ceja.

—Bueno, pues si no lo sabes tú, menos lo voy a saber yo —bufó—. Así que dime qué rayos vamos a hacer en este manicomio.

Giovanni la observó por un instante, su mirada oscura estaba analizando cada detalle de su expresión como si estuviera tratando de medir su reacción antes de soltar la información. Entonces, sin previo aviso, dejó escapar una leve sonrisa, apenas un movimiento en la comisura de sus labios, pero lo suficientemente significativo como para poner a Amber en alerta.

—Tenemos una cena con Matteo Ricci.

Amber parpadeó, sin molestarse en ocultar su confusión.

—¿Quién carajos es Matteo Ricci?

No respondió de inmediato. En lugar de eso, su sonrisa se amplió ligeramente, y se inclinó apenas un poco hacia delante, reduciendo la distancia entre ellos. No lo suficiente como para invadir su espacio personal por completo, pero sí lo justo para que Amber sintiera la intensidad de su presencia, la amenaza latente en sus palabras, y lo peor de todo… el maldito aire de misterio que lo rodeaba.

—Alguien a quien te encantará conocer —murmuró, su tono impregnado de una certeza inquietante.

Amber frunció el ceño, sintiendo cómo un escalofrío le recorría la espalda, erizándole la piel. No le gustaba la forma en la que lo había dicho. No era solo lo que decía, sino cómo lo decía. Como si ya supiera exactamente qué iba a pasar, como si estuviera disfrutando anticipadamente de su reacción.

Y Amber odiaba no tener el control de la situación.



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En el texto hay: humor, gemelas, mafioso celoso

Editado: 06.03.2025

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