Secuestro Equivocado

Capítulo 10 «Matteo»

Capítulo 10
«Matteo»

Giovanni no tenía idea de cómo demonios habían terminado en esa situación.

Se suponía que solo tenía que vestirse, salir de la habitación e ir a la maldita reunión sin más complicaciones, pero de alguna manera, ahí estaba, con las manos enredadas en las cintas del vestido de Amber, tratando de atarlas sin parecer un completo incompetente mientras ella se miraba al espejo con una expresión de diversión mal disimulada.

El vestido que llevaba era un problema en sí mismo. Negro, elegante y ajustado en los lugares adecuados, con una espalda escandalosamente descubierta y esas malditas cintas que debía atar con precisión. Su piel era suave bajo sus dedos, y aunque Giovanni intentaba centrarse en la tarea, había algo exasperantemente íntimo en la forma en que tenía que acomodar cada lazo.

—¿Estás seguro de que no necesitas ayuda, jefe? —preguntó Amber con una dulzura venenosa, inclinando ligeramente la cabeza para observarlo por el reflejo.

Giovanni apretó los dientes y jaló las cintas con más fuerza de la necesaria, haciendo que Amber soltara un ligero jadeo de sorpresa cuando el vestido se ajustó de golpe alrededor de su cintura.

—Cállate. Lo tengo bajo control.

La secuestrada revoltosa soltó una carcajada suave, sin molestarse en disimular su diversión.

—¿Seguro? Porque parece que estás a un segundo de hacer un nudo marinero y dejarme atrapada en este vestido de por vida.

Giovanni bufó con exasperación, pero no podía negar que sí, maldita sea, estaba teniendo más problemas de los que debería con un simple lazo. No ayudaba que la tela del vestido fuera suave bajo sus dedos ni que el aroma de Amber estuviera envolviéndolo con cada respiración, esa mezcla de algo dulce y peligroso que lo irritaba más de lo que debería.

—Si dejaras de moverte, tal vez terminaría más rápido.

—Si dejaras de actuar como si esto fuera una operación quirúrgica, tal vez ya habrías terminado.

Giovanni la fulminó con la mirada, aunque ella seguía sonriendo con absoluta inocencia. Su cabello estaba recogido en un estilo descuidado pero encantador, dejando su cuello expuesto, y cuando el torpe mafioso por fin logró atar el lazo con un mínimo de decencia, sus dedos rozaron su piel por accidente. Solo fue un segundo, un roce insignificante, pero bastó para que la mandíbula de Giovanni se tensara y su espalda se pusiera rígida.

Amber, por supuesto, no lo dejó pasar.

—Oh… —musitó, girando el rostro para mirarlo directamente—. ¿Te pusiste nervioso, jefe?

Giovanni no reaccionó. No apartó la mirada. No hizo ningún gesto delator. Pero Amber vio la manera en que su garganta se movió sutilmente cuando tragó saliva.

Sonrió como la pequeña diabla que era.

—Tal vez deberíamos hacer esto más seguido.

Giovanni la miró como si estuviera debatiendo entre ignorarla o lanzarla por la ventana.

—Muévete de una vez, Amber. Tenemos una reunión.

Ella rio con satisfacción antes de girarse y caminar hacia la puerta con la seguridad de alguien que sabía perfectamente que lucía jodidamente espectacular. Y Giovanni, aunque no lo admitiría ni bajo tortura, lo sabía también.

El lugar de la reunión era un restaurante privado, uno de esos sitios elegantes donde incluso respirar demasiado fuerte parecía un insulto al ambiente refinado. Giovanni caminaba con la seguridad de alguien que no solo pertenecía ahí, sino que, si quisiera, podría comprar el maldito lugar con una llamada. Amber iba a su lado, con una expresión relajada, pero con los ojos brillando con esa chispa de curiosidad e irreverencia que la hacía peligrosa.

El restaurante estaba iluminado con una luz tenue y cálida, los manteles eran de lino impoluto y el aroma a vino caro flotaba en el aire. Amber no tenía ni la más mínima intención de comportarse como una mujer sumisa, pero sabía que, por el momento, tenía que seguir el juego.

Y luego estaba él.

El otro hombre en la mesa, esperándolos con una sonrisa medida, la clase de sonrisa que no decía absolutamente nada, pero al mismo tiempo lo decía todo. Era un tipo de complexión media, traje impecable, cabello oscuro peinado con esmero y unos ojos que analizaban cada mínimo detalle.

Giovanni tomó asiento primero, y Amber, siguiendo el papel que debía interpretar, se acomodó a su lado con una elegancia perfecta, esa que gritaba que era Crystal, la prometida de otro hombre, la mujer sumisa y perfecta que nunca causaba problemas.

El hombre los observó por un instante antes de asentir levemente.

—Es un placer conocerla por fin, Crystal.

—El placer es mío. —Ella le dedicó una sonrisa, la clase de sonrisa que podría engañar a cualquiera.

Giovanni no dijo nada. No tenía que hacerlo. Solo observó en silencio mientras la reunión se desarrollaba, mientras Amber se desenvolvía con facilidad en su papel, respondiendo con la cantidad justa de palabras y manteniendo la ilusión sin un solo error.

Todo iba bien. Todo estaba bajo control.

Hasta que él apareció.



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En el texto hay: humor, gemelas, mafioso celoso

Editado: 06.03.2025

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