Secuestro Equivocado

Capítulo 14 «Ridículo»

Capítulo 14
«Ridículo»

Dallas resopló con una mezcla de indignación y resignación mientras miraba el atuendo que Giovanni le había obligado a ponerse. Se ajustó las gafas de sol de un tamaño exagerado y pasó una mano por la ridícula camisa hawaiana de colores chillones que llevaba encima.

—Voy a decir esto una sola vez, Giovanni —murmuró con un tono arrastrado, como si con cada palabra perdiera el poco respeto que le quedaba por sí mismo—. Si alguien me ve con esto, si una sola persona me reconoce y esto llega a oídos de mi madre, te juro que voy a mandarte a asesinar.

Giovanni, que estaba terminando de abotonarse una camisa igual de ridícula, ni siquiera levantó la vista.

—Deja de llorar.

—No estoy llorando.

—Sí, lo estás.

—No, estoy haciendo una observación válida. Esto es un atentado contra mi dignidad, mi reputación y, honestamente, contra cualquier vestigio de respeto que haya construido en mi vida.

—¿Quieres espiarla o no? —dejó escapar un suspiro y se giró hacia él con una expresión seca.

—¿Yo? —parpadeó ofendido, y luego lo miró con incredulidad—. ¡Tú eres el que está desesperado por espiarla! ¡Yo solo soy la pobre alma inocente que arrastraste contigo!

—No voy a hacer esto solo. —Se encogió de hombros con completa indiferencia.

Dallas frunció el ceño y extendió los brazos, señalando su atuendo con un dramatismo exagerado.

—Sí, porque claramente dos tipos vestidos como turistas desubicados son la mejor manera de pasar desapercibidos en un restaurante exclusivo de Matteo Ricci.

—Exacto.

Dallas le sostuvo la mirada por un largo momento antes de negar con la cabeza.

—Dios santo, de verdad te importa esta mujer. —Giovanni apretó la mandíbula, pero no dijo nada, y eso le bastó a su amigo—. Joder —murmuró con una mezcla de burla y lástima—. Estás perdido, amigo. Perdido y vestido como un maldito idiota.

—Cállate y sígueme. —Se puso las gafas de sol con una calma absoluta.

En el restaurante, Dallas se acomodó en la silla con la actitud de un hombre completamente relajado, cruzando las piernas y recostándose como si estuviera disfrutando de unas merecidas vacaciones. Giovanni, por otro lado, estaba rígido, con los codos apoyados en la mesa y la mirada fija en la escena que se desarrollaba a unos metros de ellos.

Amber y Matteo estaban sentados en una mesa con vista al mar, charlando con una tranquilidad que a Giovanni le resultaba insoportablemente irritante. No podía escuchar ni una sola palabra de lo que decían, y eso lo frustraba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Dallas, notando su evidente incomodidad, se quitó los lentes de sol y lo miró con burla.

—Si sigues mirándolos así, alguien va a llamar a seguridad.

—Cállate y dime qué están diciendo.

Dallas arqueó una ceja, claramente disfrutando de la desesperación de su amigo. Luego, entrecerró los ojos como si estuviera concentrándose en la lectura de labios.

—Mmm… a ver… parece que Matteo está diciendo: Cásate conmigo, Amber.

—¿¡Qué!? —Giovanni giró bruscamente la cabeza hacia él, fulminándolo con la mirada.

—Sí, sí, y ella está respondiendo… Ay, sí, Matteo, por supuesto me gustaría casarme contigo.

Giovanni apretó la mandíbula con tanta fuerza que se escuchó el crujido de sus dientes.

—Te juro por Dios, Dallas, que si no empiezas a decirme lo que realmente están hablando, te voy a ahogar en el maldito mar.

—Oye, yo solo te digo lo que leo en sus labios. No es mi culpa si no te gusta. —Se encogió de hombros, completamente impasible.

Giovanni resopló, volviendo la mirada hacia Amber y Matteo, que seguían conversando con total naturalidad.

—Maldita sea.

—Sí, sí, maldita sea. —sonrió, claramente divirtiéndose—. Pero, amigo, tienes que admitirlo… si realmente hubieras escuchado eso salir de la boca de Amber, ya habrías volado esa mesa por los aires.

Giovanni no respondió, porque, demonios, tenía razón. Los observó con ojos entrecerrados cuando notó que Matteo, después de terminar la cena, se inclinó ligeramente hacia Amber y le dijo algo que la hizo sonreír. Una sonrisa ligera, sutil, pero una que Giovanni reconoció al instante. No era la sonrisa burlona que solía dedicarle a él cuando lo sacaba de quicio, ni la sonrisa arrogante que mostraba cuando sabía que tenía la razón. Era una sonrisa… ¿Cómoda? ¿Divertida? ¿Acaso relajada?

Su mandíbula se tensó cuando Matteo se puso de pie y, con una naturalidad descarada, le ofreció la mano. Ella lo miró por un segundo antes de, para su absoluto horror, aceptarla sin titubear.

—Dime que estoy viendo mal —gruñó, con los puños cerrados sobre la mesa, mientras veía cómo salían del restaurante con una tranquilidad que le revolvió el estómago.

Su amigo, que seguía disfrutando de su bebida con una calma exasperante, ni siquiera se molestó en mirarlo.



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En el texto hay: humor, gemelas, mafioso celoso

Editado: 06.05.2025

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