Capítulo 15
«Hay que encontrarla»
Giovanni avanzó con la mirada encendida, cada músculo de su cuerpo estaba tenso de pura frustración mientras veía a Matteo inclinándose hacia Amber, diciendo algo que la hacía sonreír. Su paciencia, ya al límite, estalló por completo.
—¡Se acabó! —gruñó, acelerando el paso, sin pensar en nada más que en separarlos de inmediato.
Pero lo que no vio fue el maldito hoyo en la arena.
En cuestión de un segundo, su pie cayó en el hueco y su cuerpo entero perdió el equilibrio, inclinándose hacia delante de la manera más ridícula posible. En un intento desesperado por evitar el desastre, agitó los brazos, como si con eso pudiera desafiar la gravedad. Pero, como pueden imaginarlo, no funcionó.
—¡Maldición! —fue lo único que alcanzó a soltar antes de desaparecer de la vista de Dallas con un sonido sordo cuando su cuerpo aterrizó de lleno dentro del maldito hueco.
El silencio duró un par de segundos. Y luego, la carcajada de Dallas rompió la tranquilidad de la noche.
—¡Oh, por Dios! ¡Giovanni, dime que vi bien lo que acabo de ver! —soltó, doblándose de la risa mientras se acercaba al borde del hueco, viendo a su amigo medio enterrado en la arena, con la expresión más homicida que había visto en su vida.
—Cierra. La. Maldita. Boca.
Dallas se secó una lágrima de pura diversión y negó con la cabeza, sin poder contener otra carcajada.
—¡Dios santo, esto es lo mejor que me ha pasado en meses! —rio, apoyándose en las rodillas mientras intentaba recuperar el aliento—. Te veías tan determinado, tan serio, tan hombre con una misión y… ¡pum! La arena te traicionó.
Giovanni ignoró por completo las burlas, luchando por salir del hueco con movimientos bruscos y furiosos. Pero con cada segundo que pasaba atrapado ahí, su humor se ennegrecía más, especialmente porque, desde su posición, podía ver cómo Amber y Matteo se alejaban cada vez más, perdiéndose en la distancia.
—¡Maldita sea! —gruñó, levantando la cabeza justo a tiempo para ver a Matteo colocar una mano en la espalda de Amber, guiándola con esa confianza insoportable—. ¡Dallas, ayúdame a salir de aquí antes de que los mate a los dos!
Dallas, en lugar de ayudarlo, simplemente se dejó caer en la arena, todavía riendo, como si estuviera disfrutando demasiado del espectáculo.
—Giovanni, hermano, de verdad… esto es oro puro. No sé si quiero sacarte de ahí o tomar una foto primero.
El mafioso molesto lo fulminó con la mirada, sus nudillos se apretaban con tanta fuerza que era un milagro que no se rompieran.
—¡Dallas!
—Está bien, está bien —se secó las lágrimas de risa y se puso de pie—. Pero en serio, amigo, no sé qué es más gracioso: que cayeras en un hueco como un amateur o que Amber ni siquiera se haya dado cuenta.
El mafioso sintió que le hervía la sangre. Esa mujer lo iba a matar. O él la iba a matar primero. Salió del maldito hueco con una velocidad casi inhumana, sacudiéndose la arena de la ropa con movimientos bruscos, sin siquiera prestar atención a las burlas de Dallas, que todavía seguía riéndose a carcajadas. Su única prioridad en ese momento era encontrar a Amber. Y encontrarla ya.
—¡Muévete! —gruñó, empujando a su amigo para que se pusiera en marcha, su mirada recorría la playa con una urgencia palpable.
El problema era que Amber ya no estaba a la vista.
Giró la cabeza de un lado a otro, buscando cualquier rastro de ella y de Matteo, pero lo único que encontró fueron parejas caminando despreocupadas por la orilla del mar.
Nada de Amber.
Nada de Matteo.
Y cada segundo que pasaba sin verla, su maldita paciencia se evaporaba un poco más.
—¡Mierda! —bufó, pasándose una mano por el cabello, despeinándolo aún más—. ¿Dónde diablos se metieron?
—Tal vez fueron a ver las estrellas, a tener una charla profunda sobre la vida, o quién sabe, Giovanni, tal vez están en…
—No termines esa frase si quieres seguir viviendo.
Dallas levantó las manos en señal de rendición, pero la sonrisa divertida seguía en su rostro.
—Tranquilo, jefe. Aunque, siendo honestos, ¿qué esperabas? Amber no iba a quedarse sentada, esperándote como una buena chica. Sabes cómo es.
Y sí, Giovanni lo sabía. Sabía perfectamente lo terca que podía ser, lo imposible que era controlarla y lo mucho que le encantaba desafiarlo. Pero eso no significaba que la idea de que estuviera a solas con Matteo no le hiciera hervir la sangre.
—Tenemos que encontrarlos. Ahora.
—¿Y cómo planeas hacer eso? ¿Gritar su nombre por toda la playa como un loco desesperado?
—No me tientes.
Dallas rodó los ojos, pero finalmente se puso en marcha a su lado, mientras ambos comenzaban a recorrer la playa con pasos rápidos, sus ojos escaneando cada rincón.
Pero Amber no aparecía. Ni Matteo. Y la sensación de que algo no estaba bien empezó a crecer en el pecho de Giovanni.