Capítulo 17
«Es él»
Dallas entró en la habitación con la misma actitud despreocupada de siempre, pero apenas cruzó el umbral, su mirada se detuvo en la escena frente a él y su expresión se iluminó con una burla tan evidente que parecía a punto de estallar en carcajadas.
—Bueno, bueno… — Canturreó mientras se apoyaba en el marco de la puerta, se cruzó de brazos con diversión—. Si lo hubiera sabido antes, les habría dado más privacidad.
Giovanni entreabrió los ojos con un gruñido somnoliento, tardando unos segundos en procesar lo que Dallas estaba diciendo… hasta que sintió el calor contra su pecho y se dio cuenta de la situación en la que se encontraba.
Amber seguía dormida, encogida contra él, su respiración lenta y tranquila, su rostro parcialmente oculto en su pecho. Su brazo estaba rodeando su cintura de una manera completamente natural, como si lo hubiera hecho cientos de veces antes.
Y él… él estaba abrazándola.
Giovanni parpadeó.
¿Qué demonios?
Antes de que pudiera moverse o decir algo, Dallas dejó escapar una carcajada y sacudió la cabeza con fingido asombro. —¿Entonces? ¿Van a invitarme a la boda o tengo que colarme?
—Lárgate —murmuró Giovanni, aún aturdido, su voz seguía ronca por el sueño y la irritación.
—No me lo creo… —Chasqueó la lengua con incredulidad—. Así que, después de todo, lo de «no me importa en absoluto» era pura fachada, ¿eh?
Giovanni frunció el ceño, apartando lentamente el brazo de Amber con toda la discreción posible para no despertarla, pero su molestia aumentó al ver que su cuerpo no reaccionaba como debería. Todavía podía sentir la calidez de ella en su piel.
—No es lo que piensas.
—Ah, claro, claro. No lo es. Porque abrazar a tu secuestrada en la cama es algo completamente normal y platónico.
Él le lanzó una mirada de advertencia, pero antes de que pudiera responder, alguien tocó la puerta. Se quedaron en silencio por un instante antes de que la voz de un empleado del hotel sonara desde el otro lado.
—Señorita Roman, le han enviado algo.
Amber se removió entre las sábanas con un suave sonido de protesta y Giovanni aprovechó la distracción para apartarse de ella, sintiendo que su cuerpo aún tenía rastros de su calor.
Ella abrió los ojos, todavía medio dormida, pero cuando el mensaje del empleado pareció taladrar en su cabeza, se desperezó con un leve suspiro y se incorporó.
—¿Para mí? —se frotó los ojos antes de levantarse y caminar hasta la puerta.
Los dos hombres se miraron, ambos con la misma expresión de confusión. ¿Quién demonios le enviaría algo a Amber en ese lugar?
Ella recibió el paquete con una sonrisa agradecida y cerró la puerta antes de volver a la habitación, desatando con calma el lazo que lo aseguraba. Giovanni se apoyó contra la cabecera de la cama, observándola con desconfianza.
—¿Y bien? ¿Quién te envía cosas aquí?
No respondió de inmediato. En su lugar, deslizó entre sus dedos la tela de un vestido lujoso, de un rojo intenso, acompañado por un pequeño sobre. Sacó el contenido con curiosidad, y entonces sus labios se curvaron en una sonrisa que a Giovanni no le gustó ni un poco.
—¿Qué es eso? —gruñó.
Amber no respondió, pero cuando se levantó de la cama y se acercó, pudo ver claramente lo que había dentro del sobre.
Fotografías.
Fotografías de la noche anterior.
Amber con Matteo en la playa.
Amber con Matteo cenando.
Amber con Matteo sonriendo.
El ceño de Giovanni se frunció al instante y sintió que algo oscuro se encendía en su interior.
—¿Por qué sonríes? —preguntó con evidente fastidio—. Es solo tu tonto ex intentando reconquistarte.
Ella volvió a meter las fotos en el sobre con calma y dejó el vestido sobre la cama, girándose hacia él con la misma sonrisa burlona de siempre.
—¿Y? ¿Te molesta?
—No cambies de tema. —entrecerró los ojos de manera retadora.
—No estoy cambiando de tema. Te hice una pregunta.
—Vaya, esto se está poniendo interesante. —murmuró Dallas cruzando sus brazos.
Amber cruzó los brazos y lo miró con fastidio, como si Giovanni estuviera diciendo la mayor estupidez del mundo.
—Esto no tiene nada que ver contigo, así que deja de ponerte en plan novio celoso.
—¿Novio celoso? —repitió, incrédulo—. ¿Crees que esto es celos?
—Sí, eso creo.
—Pues estás equivocada.
—No lo creo.
—Pues créelo.
—No lo haré.
Dallas suspiró desde la puerta, sacudiendo la cabeza con exasperación.
—Dios… esto es como ver a dos niños de primaria peleando por un lápiz de colores —murmuró, frotándose el puente de la nariz—. Muy bien, ha sido divertido, pero los dejo con su ridículo tira y afloja de «no estamos juntos, pero sí me importa con quién sales».