Sed De Esperanza

PLANCHANDO AL ABUELO

 

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PLANCHANDO AL ABUELO

Haberse visto joven, verse joven y la esperanza de serlo mañana, eran los intereses del abuelo en esos días.

El sol del amanecer resplandecía sobre la arena, sobre la cual, huellas misteriosas iban desde el límite de la selva hasta la puerta de entrada de la casa. El abuelo Había salido de madrugada.

El viento pasaba de palmera en palmera empujando las ramas contra las ventanas más altas de la casa. En la selva que semirodeaba la casa, los animales hacían el ruido habitual y común, que cualquiera podría pasar por silencio.

La casa blanca y, bastante grande para el número de habitantes en ella, se lucía con sus ventanas gigantes y con dos palmeras a cada esquina que la enmarcaban perfectamente, parecía sacada de un sueño... Así había sido, el abuelo la había visto en sueños y construyó sus sueños en ella. La belleza de esta, era tal, que, si los Grandes iban de visita a la playa, ninguno perdía el momento para visitar también la casa, bueno, admirarla desde afuera, todos en la Gran Ciudad Grande habían escuchado de su belleza y ellos adoraban la belleza. Cuando dejaban de contemplarla, caminaban sin perderla de vista hasta torcer el cuello y luego, al fin, se perdían en la playa con la sensación de una extraña melancolía, con la sensación de haber perdido lo más invaluable de todo lo que tenían. Todos a los que conocía en la ciudad le decían cumplidos de esta, sin parar. El abuelo o el señor Merluza (como le llamaban algunas personas) siempre se jactaba al ver el efecto que su tesoro causaba.

Las olas golpeaban contra las rocas de la orilla, a lo lejos, el eco producido por este milagroso caos, en el pasado, hubiese sido la causa de la desesperación del abuelo, en esos momentos:

--Mi plancha, ¡¡Mi plancha!! ¿EN DONDE HA QUEDADO MI PLANCHA? -Gritaba sin cesar, procurando presionar al nieto más chico de los dos que tenía y, fastidiar a ambos.

--Abuelo, John la está buscando-Dijo Tom, el mayor, tratando de hacer algo por él--¿VERDAD? - añadió gritando hacia la escalera del fondo en donde estaba su hermano con cara de verdadera angustia.

John escuchó la pregunta, pero no se molestó en contestar. Descendió las escaleras, Corrió de la sala a la cocina, de la cocina a su habitación, de su habitación a la habitación del abuelo, subiendo y bajando escaleras sin parar

Estaba frustrado, ya había sacado las prendas de Tom del armario del abuelo y la plancha no estaba entre sus cosas, todos los cajones estaban vacíos, la ropa esparcida por el piso, de resplandeciente blanco, y él sudando por todo el esfuerzo ¿En dónde estaría? Era lo único que se preguntaba mientras que su hermano mayor solo se limitaba a estar sentado abajo, en un cómodo sillón propio de los "Grandes", contemplando la escena, le causaba gracia y no se molestaba en disimularlo, hace rato que había dejado de buscar y ahora estaba "ocupado" en sus flojos intentos de calmar al abuelo.

Tom no era como John, que se preocupaba por las cosas extrañas que hacía y tenía el abuelo, bueno... si le importaba, pero ni lo admitía, ni lo daba mucho a notar y menos aun cuando algo, como la dichosa plancha faltaba, de hecho, le interesaba más la pregunta ¿De dónde sacaba tantas cosas? Que las cosas en sí, eso sí que le intrigaba, a él solo le importaban las cosas grandes de verdad: la raíz de las circunstancias. En cambio, su hermano menor John, parecía que le iba a dar un infarto cada vez que algún objeto extracotidiano no estaba en su lugar, como aquella plancha... para él no tenía nada que ver con el hecho de que el abuelo se enfadase. No, todo era por simple preocupación propia, le impresionaban y apasionaban todas las chucherías que tenía el abuelo en su habitación, incluso hace un tiempo entraba todos los días, en los que el abuelo trabajaba, a hurtadillas a mirarlas, hasta que él se dio cuenta y tomó las medidas necesarias, para que John dejase de hacerlo, ahora, era un privilegio para su hermano menor si el abuelo le mostraba algo.

Se paseó por toda la habitación, todavía no encontraba nada, incluso estuvo a punto de morir en una avalancha de libros, que el abuelo solía colocar en cada uno de los siete rincones de su extraña habitación, llegaban hasta el techo, iban del libro más grandote hasta el más chiquito. Esas pilas eran muy frágiles y jamás se molestaba en ese hecho, tenía también estantes con puertas de vidrio, en donde guardaba cosas extrañas, como botellas con contenido desconocido, pelotas de colores, relojes que marcaban otra hora, pero nunca la correcta y demás cosas. A John ya no se le ocurría en donde seguir buscando, solo le faltaba un lugar posible, así que se tiró al suelo y se introdujo debajo de la cama llenándose de polvo. Estaba llena de cajas que irónicamente tenían un signo de interrogación, el contenido era una incógnita, igual que el de los estantes. Después de hacer a un lado varias. Su brazo delgado ya se había cansado, pesaban mucho y la estreches del sitio no ayudaba.

Escuchó algo correr, antes hubiese pegado un grito, pero ya se había acostumbrado a ver pasar ratones por debajo de la cama y, cuando estuvo de cara a él, en vez de salir corriendo le pregunto: ¿Has visto la plancha? El ratón intentaba deducir si era un peligro, después de haber decidido que no era amenaza, se deslizo por detrás de una enorme caja, con más cajas dentro de color negro azabache, John la hizo con mucho esfuerzo a un lado y entonces la vio, resplandecía en su hermoso color plateado, sin necesidad de luz que la tocase, se veía tan esplendida que no pudo evitar sentirse dichoso, incluso soltó una carcajada que lleno la oscuridad del sitio, pero en medio de su dicha, se detuvo, de repente sintió como si algo lo golpease, una imagen llegó a su mente, miró al ratón que seguía parado como si se esperase aquel arrebato de preocupación o lo que fuera, luego, siguió su camino y él se quedó solo, en la oscuridad, que lo abrumó de pronto, le surgió la necesidad de salir corriendo y llorar.




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