Es extraño que el hecho de tener a mi lado Abigail no me hace feliz, tal vez me he estado engañando todo este tiempo. No creo que haya otra explicación más que siempre hice lo que mis padres decían, últimamente nunca les hacía caso sobre todo a mi padre, mi madre falleció hace poco tiempo. Por suerte, pude despedirme aunque no fuese como a mi me fuese gustado.
— ¿Estas bien? — pregunta con aires de preocupación.
— Abigail, llevo mucho tiempo detrás de ti, pero algo me dice que no irá bien.
— Yo sólo quería decirte algo, nunca quise ser tu novia, tu actitud me parecía despreciable pero sabía que algo en ti podía cambiar si te digo lo que te voy a decir.
Algo que siempre me sorprendió de ella, es su sinceridad. No tiene pelos en la lengua lo que tiene que decirte te lo dice sea malo o bueno. Y eso me encanta, no hay nada como la sensación de que alguien no te regalará los oídos, diciéndote lo que te gustaría escuchar, aunque en muchas ocasiones moleste.
Me acerco con seguridad, ella se da la vuelta y hecha un vistazo a su amiga a lo lejos. Las luces del coche de policía se detiene en frente nuestra, note como entre ellos discutían, se le veía preocupado y algo alterados.
— ¿Brandon Fitz? — se acercan con paso ligero.
Sentía que algo malo pasaría, pero yo nunca hice nada por lo que deba preocuparme. Por eso me mantengo calmado, ahí de piel con las manos en los bolsillos, esperando a lo que me dirían y buscando en mi cabeza respuestas razonables para dar en caso de que se me juzgue de algo que no hice...o si.
— Su padre a sufrido un accidente de tráfico, creen que no sobrevivirá. Mantenemos la esperanza.
Mi cuerpo se detuvo, sentía como me debilitada al saber que la única persona que me quedaba se iba a ir de mi vida. No podía permitirlo.
Al llegar al hospital no podía esperar a verlo, esos pasillos cuadriculado, todas la paredes blancas llenas de carteles con nombres, se hacía enterno llegar hasta su habitación. Era desesperante saber que podía perderlo y no despedirme.
— ¿Donde coño está mi padre? — grito desesperado.
Cuando al fin pude llegar, mis ojos recorrieron todo el cuerpo tapado de mi padre, su mirada sin vida me buscaban y sin decir una palabra me derrumbe al lado suya.
— No te vayas, aún no. Te queda muchos momentos a mi lado, he cambiado te lo prometo, por favor.
Unos doctores me agarraron del hombro y es ahí cuando la máquina de palpitaciones hizo el sonido más triste que puede existir, sus ojos se cerraron. Su piel se volvió amarillenta y su boca se quedó en medio de un te quiero.
Nunca pude decirle lo que sentía, nunca le di muestras de cariño. No me pude disculpar, mi orgullo no me dejo. Si tan sólo pudiera regresar el tiempo, sólo unos minutos y decirle en cada espacio de odio un te quiero en su lugar, toda la historia cambiaría. Ojala supiera que siempre estuvo presente en mi corazón y aunque decía cosas hirientes hacia el, no eran verdad.
— Lo siento — dijo una de los enfermeros, levantándome del suelo con agradables caricias en la espalda.
— Supongo que ahora no tendrán que soportar mis comportamientos inútiles — mi labios forman una sonrisa rota, siento que todo esto ha sido también duro para ellos, quiero que al menos se lleven una sonrisa de mi parte, hicieron todo lo posible por salvarlo.
Mis padres fueron fuerte, sobre todo mi madre, ella siempre estuvo a mi lado aunque le tratase algunas veces mal. Ahora me arrepiento de no haber estado en esos momento difíciles con ella y darle todo mi cariño. A la mierda las conductas masculinas, me di cuenta tarde de que las muestras de cariño no te hacen menos hombre.
Me encontraba en el cementerio, al lado mía sólo habían personas desconocidas para mi, seguramente para mis padres no lo eran. Las horas pasaban y mi postura seguía siendo la misma, sólo podía ver a gente pasar delante mío mientras repetían lo siento con caras de apenados. Que sabrán ellos, no entiendo esas caras si por dentro están felices, normales.
— Brandon, lo siento — exclama Alexander.
Hacia tiempo que no hablaba conmigo y me fastidia que sea ahora cuando lo haga.
— No lo sientas, que sabrás tu de dolor, o acaso te ha pasado. Verdad que no, tu tienes a gente que te quiere a tu lado, porque siempre fuiste el chico perfecto, un buenazo.
Mete sus manos en los bolsillos y se da la vuelta para mirar a las personas, todo esto con un rostro neutro.
— Tu también.
— ¿Yo? Yo no tengo a nadie, date cuenta. Ser popular no te da amigos ni familia. Sólo hace falta mirar a mi alrededor, estoy sólo.
— Lo siento.
— Mientes.
Se que no lo hace con malas intenciones, pero me molesta la falsedad, en este pueblo sienten que si no te dan el pésame te enfadaras con ellos. Sin tener en cuenta las vestimentas negras, ¿porque un color tiene que definir la tristeza?
"Dicen que el nunca lo quiso, por eso viene con esas pintas tan coloridas"
" A mi me han dicho que tuvo el accidente por culpa del hijo, fue a buscarlo a una fiestas de esas"
Esas son algunas de las cosas que pude escuchar, sobre todo en las mujeres más mayores. Por eso siento que sólo vienen a cotillear entre ellas y verdaderamente no lo sienten.
Alexander bufó y sonrió, cosa que me sorprendió, nunca lo vi tan persistente conmigo. Normalmente ya se fuese ido, como el dice, para que insistir si te molesto tanto. Es nuevo esto en el, tal vez se haya dado cuenta de que soy su unico y mejor amigo. No puede perderme.
— ¿Y que harás ahora?
— No lo sé, supongo que lo que ellos querían que hiciese.
Sus ojos verdes se clavan en los míos.
— Que dices, sera mejor que hagas lo que tu quieras.
Pareciera que me acaba de conocer, llevo toda mi vida haciendo lo que me venía en gana.
— Eso lo hago siempre.
— Me refiero a ser como eres, sin esconderte. Últimamente decías que no te sentias tu.
Sólo guardo silencio y me abrazo, susurrando lo que debería hacer. En estos momento los brazos de mi madre es lo que me reconfortaría, lo que me daría las fuerza para estar aquí de pie frente al ataúd donde se encuentra mi padre. Lástima que no está, lástima que este sólo.