Abigail
Desde que Brandon se fue mi vida se había convertido en la misma que tenían antes de conocerle, a decir verdad llegó a divertirme su comportamiento de chico malo. Se que es todo una falsa, era cuestión de tiempo que su verdadera personalidad saliera a la luz y estoy segura de que si no se fuera ido ya lo sabría.
Su imagen me viene a la mente una y otra vez, era costumbre verle cada mañana molestarme, su pelo negro alborotado y su ojos negros puestos en los míos me irritaban, pero a la vez me abrazaban. Soy muy buena dándome cuenta en como es verdaderamente una persona por la luz que desprende sus ojos, supongo que mi madre tiene algo que ver con esto, y aún así se caso con un pervertido asqueroso lleno de maldad.
Mi novio se sienta al lado mío y agarra con delicadeza mi cara con sus dos manos. Se siente tan bien.
—Te ves tan bonita, bolita— ese es el apodo cariñoso que me ha puesto.
Persigo a su mano con el rostro deseando que nunca me deje de acariciar de esa forma tan particular en el.
—¿A dónde me llevas?— sonrió totalmente confiada.
—¿Desde cuándo se dicen los regalos? Tendrás que descubrirlo por ti misma.
Una extensa sonrisa lateral se extiende por su cara, sus dientes blanco resalta con su piel morena. Tiene un bronceado perfecto, lo envidio. Eso me hace recordar el día en el que me pidió ser su pareja, la verdad, fue inesperado. Las costumbres de este pueblo son estrictas, nada que ver con las grandes ciudades.
Yo llegué nueva a clase, no conocía a nadie, salvo a el, nos conocimos en una escuela de verano, donde nos tocó acampar juntos. El tiempo que pasamos juntos fue suficiente como para que mi corazón se enamorase del suyo, pero todo se fastidió.
El día que nos separamos fue terrible, nos fuimos cada uno por su lado sin decir ni hacer nada, eso nos dio a entender a los dos que se acabó, así que lo descarte como un amor de verano. Hasta que lleve aquí, lo vi y mis sentimientos del pasado aparecieron de lo más hondo de mi ser, como una llave abriendo puertas con recuerdos buenos y agradables, capaz de endulzar exageradamente tu corazón y calentarlo.
—Que asco— pienso en voz alta mientras el conduce por una carretera extremadamente espaciosa y llena de naturaleza al rededor.
—Otra vez pensando en voz alta— dice sin apartar la vista de la carretera. Su perfil es como el de un puto dios griego, su nariz perfilada y perfectamente definida al igual que sus pómulos y su marcada mandíbula.
Niego con la cabeza.
Las líneas blancas que separa la carretera en dos se mueven con más rapidez, cual ya parece una sola línea sin final. El mar se puede ver entre los árboles, el olor marino me hace cerrar los ojos para sentir que estoy en la playa y aunque este demasiado lejos de aquí siento las olas agitar mi cuerpo.
—Te quiero— me echo sobre la puerta mirando por la ventana.
—Si me quisieras conducirías tu— me mira unos segundo para volver a la carretera, segundos que bastaron para acelerar mis corazón.
—Sabes que en el pueblo no pueden conducir las mujeres si disponen de un hombre— sonrio con tristeza.
—Bueno, ahora no estamos en el pueblo.
El coche se detiene y con el las líneas, se aparta para poner los intermitentes, le da al botón con el que el techo se abre dejándonos al descubierto.
—Te toca.
Extiende su mano dejándome paso para ponerme de piloto. Después de pensárselo varios segundos rodeó el coche y me acomodo.
—¿Preparado?
—Pisa fuerte y comete el mundo.
No tarde en darme cuenta de que era mala idea, mi cabeza quería que parase y lo dejara a el conducir. Pero la voz de mi padre apareció en mi mente.
Nunca serás lo suficiente para tu madre y para mi, me cuesta creer que seas mi hija.
Apreto mis labios intentando no sacar las emociones negativas a lucir, pero a veces, en la vida es necesario dar a conocer todos tus lados, es lo que nos mantiene vivos, son parte de nosotros y no podemos esconderlos de esta forma. Apretó aún más con el pie el acelerador, el aire se cuela por mi camisa y siento alivio, parece que estoy volando.
Eres una inútil, me decepcionas.
El viendo que impacta en mi cara se lleva con el las lágrimas que corren por mi mejilla. Respiro profundo y aceleró más, un grito instantáneo sale de mi boca, eufórico, necesario y sobre todo desgarrador. Siento como si en ese grito todo mis malos pensamientos se hayan ido, todos esparcidos por el aire.
El pone su mano contra la mía y la acaricia gentilmente.
—Yo si te quiero.
Es obvio que lo sabe, yo le conté lo necesario pero jamás le dije que mi padre llegó abusar de mi y que día tras día me recordaba lo estúpida que era. Me hacía sentir tan insignificante para el mundo. Mi madre nunca lo supo, ella aún cree que lo amo y que fue el padre más cariñoso que una niña de once años podía tener.
Le devuelvo con una sonrisa su cariñoso gestos.
*
Debido a la velocidad que llevamos no tardemos mucho en llegar al sitio tan especial que me había explicado con emoción.
El cielo avisaba de que esta noche va a nevar, el frío invernal se cuela por mi bufanda, me abrazo a mi misma. El mientras tanto prepara algo que lleva detrás del coche, en el maletero.
Estamos en mitad del bosque, sólo hay árboles altos que impiden mi vista más haya. El olor a leña quemada inunda mi nariz haciéndome estremecer al pensar lo calentito que se debe estar al lado de ese fuego.
El cierra la puerta del coche, me doy la vuelta y lo veo sujentando unas cajas bastante llamativas, y sobre sus hombros un vestido color vino muy largo casi le llega a las rodillas. La sonrisa no abandona su cara, me besa la frente, me rodea y por encima de su hombro me sonríe por una última vez antes de caminar.
Le miro extrañada pero aún así le sigo hasta encontrarnos con una pequeña cabaña de madera, caminamos por un estrecho camino de piedra, las hojas de los árboles habían tapado casi todo el camino pero aún era visible. Un río traza uno de los lados del camino, está congelado debido al frío pero aún así los peces nadan en el fondo. El camino se expande a una explanada en el que hay una pequeña mesa y con varias velas ya apagadas. Una casa pequeña casa de madera se encuentra frente a nosotros, de la chimenea sale el humo que inunda de olor el bosque. Pronto entre si mis manos para sentir un poco de calor, el aire es visible al abandonar mis labios.