Seducción

3

Abby

La alarma sonó a las siete en punto. Me estiré en la cama, sintiendo la tensión en mis músculos después de una larga noche de ensayo. El día de mi presentación en Londres se acercaba, y cada minuto de práctica contaba. Me levanté lentamente y miré mi teléfono, encontrando una docena de mensajes sin leer. Todos eran de Alan.

“Buenos días, Abby. ¿Nos vemos hoy para estudiar?”

“¿Estás ocupada? Quisiera hablar contigo.”

“Te extraño. Necesito verte.”

Suspiré, sintiendo una mezcla de incomodidad y frustración. Alan había sido un buen amigo, pero su comportamiento se había vuelto cada vez más agobiante. Decidí ignorar los mensajes por ahora y me dirigí al baño.

Después de una ducha rápida, me vestí y bajé a la cocina. Kate ya estaba allí, con una taza de café en la mano y una expresión preocupada.

—Buenos días, Kate —dije, tratando de sonar casual.

—Buenos días, Abby. ¿Todo bien? Te ves un poco estresada —respondió ella, observándome con atención.

—Sí, solo… Alan. Me ha estado enviando mensajes toda la noche. No sé qué hacer —confesé, sintiendo el peso de la situación.

Kate frunció el ceño y dejó su taza en la mesa.

—Abby, esto no es normal. Deberías hablar con él y decirle que necesita calmarse. Esto te está afectando demasiado —dijo ella, con un tono serio.

Asentí, sabiendo que tenía razón, pero también temiendo cómo reaccionaría Alan.

Más tarde, después de desayunar, me dirigí al campus. Tenía un ensayo para mi presentación y necesitaba concentrarme en eso. Llamé al ascensor, pero no venía, así que decidí ir por las escaleras de incendios.

Subí a un ritmo constante, recordando los cambios que le hice a la partitura anoche. Debo llamar a mamá, ya que ayer no lo hice, y además debo lavar ropa. Tengo tanto que hacer y parece que tengo poco tiempo.

—Hola, Abby. No sabía que estarías aquí.

Me detuve de golpe al escucharlo, estaba dos escaleras más arriba, lo peor de todo es que solo somos él y yo.

—Hola, Alan. Estoy estudiando, ¿necesitas algo? —pregunté, tratando de sonar casual.

—Solo quería verte. Pensé que podríamos salir juntos y charlar.

—Estoy un poco ocupada, tal vez otro día. Estoy rumbo a mi ensayo —respondí, sintiéndome incómoda por su insistencia.

—Solo será un minuto.

—Voy tarde.

Subí los escalones intentando pasar por su lado. Lo miré y me asusté.

—Hueles delicioso.

—Alan…

—Que tengas un buen día, Abby.

Bajó los escalones mientras yo me quedaba estática en las escaleras. Sentí escalofríos, y cuando me recuperé, comencé a subir las gradas.

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Revisé las partituras mientras la señorita Marcia las tocaba. Mi teléfono sonó por décima vez en una hora. Me gané una mirada reprobatoria de mi instructora. Miré la pantalla y vi otro mensaje de Alan.

—¿Por qué no respondes mis mensajes? —susurré, leyendo el mensaje.

Decidí no contestar y volví a concentrarme en sus notas. Minutos después, mi teléfono comenzó a sonar. Era Alan, nuevamente. Suspiré y apagué el teléfono.

Richard estaba algo molesto porque no le respondí un mensaje. Al parecer, Alan fue a casa y ambos conversaron. Kate trataba de calmar a mi hermano comprendiendo la gravedad del asunto.

—No te quiero cerca de ese tipo —dijo mi hermano, poniéndose hielo en el labio.

Al parecer, se fueron a los golpes.

—Eso solo Alan —dijo Kate.

—No lo quiero cerca —dijo mi hermano—. Está loco.

Se fue a la cocina y miré a Kate.

—¿Alan sigue molestándote? —preguntó Kate, con preocupación.

—Sí, no para de llamarme y aparecer en todos lados. Me está poniendo nerviosa —admití.

—Tienes que tener cuidado. Su comportamiento no es normal —advirtió Kate—. Te dejo esto.

Lo abrí, encontrándome una foto enmarcada de Alan y yo de hace meses, junto a una nueva nota.

—Para que siempre recuerdes nuestra amistad —leí.

Dejé el paquete en la mesa, sin saber qué hacer. Richard regresó y miró el contenido del paquete.

—Bloquéalo, no quiero estarte llamando y que no contestes.

—Eso es muy infantil.

—Infantil o no, lo harás. Es inaudito. Estaba por llamar a la policía.

—¿Qué te dijo?

—Eso ya no importa, Abby.

—Richard —supliqué.

—Algo sobre que conoce tu pasado, que tu respiración en las noches lo calma. No dormirás en tu habitación hoy. Haré que revisen la casa.

—Está paranoico —dijo Kate.

—Solo escuchaste el final, Kate. Si hubieras escuchado todo, querrías ir a dormir en un hotel.

Richard no me dejó dormir en mi habitación. Es más, durmió a mi lado y con un bate. Al día siguiente, fue a dejarme personalmente en el ensayo y fue a retirarme. Fue así por dos días.

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Hoy, Richard tuvo una junta y no pudo venir a dejarme. Estaba en la biblioteca sacando copias y archivando mi tesis en sus archivos. Mi teléfono sonó, lo saqué pensando que era Richard, pero no, era solo Alan.




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