Seducción

5

París es un éxito. Paso unos cinco días maravillosos en París con mis hermanos y mi padre. Volamos en la noche a Italia que nos recibe con todo su esplendor. Italia es no de mis países favoritos, siempre he querido conocerlo y me he sentido atraída por este país. Quiero conocerlo todo de costa a costa.

Hacemos turismo por tres días. Cuarto día en la noche es mi presentación, me preparo con un vestido blanco. Cuando salgo hago la respectiva reverencia y me siento frente al piano, toco una sueva melodía, mientras que la orquesta me acompaña, para luego pasar a mi composición. Mi cuerpo se relaja y mis ojos se cierran.

Mi mente va a esos recuerdo de mi pasado que son imágenes borrosas, voces, risas, palabras, olores. No hay nada claro. Mi cerebro ha decidido no recordar para protegerse. Me pregunto ¿Qué tan malo sería mi pasado como para no querer recordar?

La única imagen clara que tengo es de ese hombre de espaldas en un balcón. Nunca logro verle la cara.

Mi presentación termina y me pongo de pie y hago una reverencia, mientras que el público se pone de pie y aplaude. No he querido hacer de esta una carrera. Ni esto ni el ballet. Salgo a los camerinos donde mis hermanos ya están ahí y agradezco eso. La profesora Marcia me felicita y dice que quieren conocerme.

Me llevan hasta un apartado del teatro, el lugar es muy grande, parece ser un apartamento completo, pero no es más que un mirador del teatro.

—Será presentada con su alteza real, diríjase a ella siempre como reina, su alteza, incline la cabeza —El hombre me mira —Lista

Caminamos hasta llegar frente a una mujer, el hombre me mira e inclino la cabeza. La mujer me mira de arriba abajo, detrás de unas cortinas sale otra señora muy delgada. Al verme solo se precipita así mi.

—Oh, Dios mío, Dios eres tú. Oh Rouses

Me abraza con fuerza, yo me quedo helada, petrificada por eso, no sé qué hacer. Sus brazos me envuelve con tanta fuerza.

—Has regresado a casa —dice

—Victorie ella no es Rouses, suelta a la chica en este instante —Le dice la vieja mujer sin dejar de verme

—¿No eres tú? —Pregunta la señora que me ha abrazado

—Mi nombre es Abby Williams —Se limpia las lágrimas

—Lo siento querida —Sonrió

—Está bien

—Tiene un don excepcional, señorita Williams, supongo que se ha dedicado a ello por mucho tiempo

—No en realidad empecé a tocar hace tres años —Me mira

—Me gustaría invitarla a comer —Dice

—Vengo con mi padre y mis hermanos, ellos…

—Pueden venir si gustan —Mira a la mujer llamada Victorie

Un hombre sale y se queda estático mirándome, tiene algunas canas a los lados de las orejas. Mira a las mujeres.

—Él es mi esposo, Eduard Clark

—Por favor, acompáñenos

El restaurante a que nos llevan es muy lujoso, hay camareros hasta para ayudarnos a sentar. El señor Clark es muy atento, hace conversación con mi padre y mis hermanos. Su esposa me mira con una sonrisa en el rostro, mientras que su madre solo está ahí sentada escuchando.

—¿Cuántos años tienes? —Pregunta la princesa

—Veintiuno —Indico

Sonríe, pero es una sonrisa triste, llena de melancolía y me da ganas de abrazarla y no soltarla. Se le va algunas lágrimas y se las secan a velocidad. No sé qué hacer ella se limpia las mejillas.

—Lo siento, es que…

—Perdimos a nuestra sobrina muy joven y tendría la misma edad que tú

Responde su esposo, consolándola y pasando su brazo sobre sus hombros.

—Lamento su perdida

Digo y tomo su mano a través de la mesa. No sé por qué lo hago, solo sé que me nace hacerlo.

—Gracias

Dice muy bajo, como si le costara hablar. Como si esas palabras estuvieran atrancadas en su garganta.

La cena transcurre normal, no se habla mucho, es poco cuandotermiana nos despedimos de la familia real. La princesa me abraza y sonríe con tristeza. Nos despedimos y nos marchamos en un auto que ellos ponen a nuestra disposición.

—Nos han invitado a un baile en el palacio —Miro a mi padre —Podemos no ir si te sientes incómoda

—Para nada, podría quedarme en el hotel

—Es una oportunidad de crear nuevas alianzas empresariales, pero no te obligaría nada —Lo miro —Ellas quieren que vayas, esa es la condición

—Pues iré —Indico. No dejaré que mi padre pierda esta oportunidad —Podre soportar una noche —Sonrió

—Eres un ángel

—Lo sé

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Alessio

Erick corre por el pasillo, lo miro para que no vaya tan rápido. Es muy inquieto y no para, hay días en los que ni duerme y eso me pasa factura. Lo tomo antes de llegar a la escalera y bajo mientras me hace preguntas. Lo dejo en el suelo y sigue corriendo hasta que ve a Ashley que viene hacia nosotros. Erick se detiene y se esconde detrás de mis piernas.

—Hola Erick —Le dice —¿Cómo estás?

Miro a mi hijo esperando a que responda. Él me mira y sale de su escondite

—Hola Ashby —Ella sonríe y él se va

—Erick —Le digo, pero no me hace caso

—Qué lindo —Dice con sarcasmo Ashley —Como que la mamá le hace falta. Ya le conseguí una plaza en un buen colegio privado donde no tendrás que preocuparte

—Te dije que mi hijo se va conmigo

—No cuidaré al hijo de otra, ni de muerta —Sonríe

—No te estoy pidiendo que lo cuides

—O tu hijo se va a ese colegio o a mí se me olvida nuestro trato

Aprieto las manos y me recrimino en que momento se me ocurrió confiar en esta bruja. Maldigo el día en que la conocí.




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