Alessio
No me mira, eso me mata.
Con el único que habla que no es de su familia es Erick. Por otro lado, Ashley no me deja de joder y está que habla y habla.
Cuando dice que se va yo mismo la llevo a la puerta. Estoy por regresar al comedor cuando Maritza me intercepta.
—Quiere hablar contigo
—¿Dónde está?
—Su oficina
Camino a su lado sin decir nada. En tres años que lleva aquí como asistente de la abuela de Rouses. Maritza ha cambiado sus ropas a elementos más formales, sus peinados extravagantes por coletas bien hechas, aunque aún conserva un mechón de cabello rosa.
Cuando entro al despacho de la reina, ella está ahí parada mirando al jardín, no dice nada.
—¿Sucede algo?
—Suceden muchas cosas Alessio, pero por ahora todo está bien. —Se da la vuelta
Me regresa a ver, pero sé que algo va mal.
—¿Qué pasa?
—El regreso de mi nieta se verá empañada por la muerte de un miembro de exconsejo. —La miro —Una muerte inexplicable y quieren culparnos
—Supongo que sabrá controlarlo
—Por el momento no. Rouses regresa, pero no recuerda nada —Dice con amargura —La has visto tú mismo, no es ella misma, es solo… Lo que nunca debió ser
—Luce feliz —Digo lo inevitable
—Viviendo una mentira —No digo nada, ella se sienta. —Creí que entrarías en cólera cuando mencione el matrimonio. Esperaba provocar una emoción en ti.
—Si lo note
Estuve a punto de ponerme colérico, pero sabía que al hacerlo solo asustaría a Rouses. Si ya me miraba con recelo no quería imaginar como se comportaría si me viera actuar como antes.
—¿Cuándo le dirás la verdad?
—Nunca
—¿Seguirás con la farsa del compromiso? —No respondo —¿Por qué?
—Porque tengo que probarme a mí mismo —Indico —Porque debo probarle a ella que…
—Déjame ayudarte Alessio
—No —Indico —Debo hacerlo solo —Me mira y parece entenderlo
—No te quejes después cuando ella se entere y te odie. Los Alessandretti no odian Alessio, olvidan y eso es peor que ser odiado.
—Supongo que podre con eso
No dice nada y hace que Maritza saque unos vasos de un anaquel acercarnos el whisky.
—Supongo que lo necesitaremos.
Rouses
Salgo del cuarto de baño y me encuentro con el señor Caruso arrimado al marco de la puerta. Está mirando a su hijo que está dormido en mi cama. Su mirada se posa en mí y retrocede, no llevo puestas las lentillas.
—Lo siento
No me dice nada, solo me mira fijamente, hasta que aparta la mirada y toma aire.
—Prefiero ese color antes que el de tus lentillas
—¿No le gusta el verde?
—No es eso, solo que así es… olvídalo, es tu decisión.
—Lo es, sí.
—Me lo llevaré —Se acerca a tomar a Erick que al tomarlo se arrima más a su pecho.
—Buenas noches —Digo en un susurro.
Está por salir cuando la reina entra y nos mira. Se aclara la garganta.
—El parlamento quiere que te presentes mañana, deberemos prepararte
—¿Qué? —Indico asustada —Creí que se tardaría días en que…
—Nos quieren quitar el trono, niña. Quieren saber si eres acta para el puesto.
—Yo no recuerdo nada. Yo… ¿Qué voy a hacer?
Se acerca y el señor Caruso nos mira con Erick en brazos. La mujer me toma de los hombros.
—Deberás fingir. El trono Italiano es tu derecho de nacimiento, nadie más lo merece, ya sacrificaste tanto, que perderlo haría que todo lo que pasarte no haya valido la pena. Ellos son llenas, listas para atacarte y debes ser más rápida, más fuerte, más astuta. Vendrá mañana en la mañana a vestirte, estate lista
Tomo aire y ella se separa.
—¿Y si…?
—Considérelo un favor para mi familia
Sale y el señor Caruso la sigue. Me siento en el filo de la cama. Me paso las manos por el rostro ¿Qué carajos voy a hacer?
Golpean mi puerta, me paro con pesadez y un séquito de personas entran con fundas y armadores de ropa. Empiezan a ubicarse mientras los miro y me friego los ojos.
—Vaya, vaya, pero miren qué belleza, cariño, el rubio te favorece, pero nada se compara con ese cabello tuyo. Que largo esta. —Miro al hombre que me ha apegado un susto de muerte. —Mateo, deberías recordarme, pero si no es así, crearemos nuevos recuerdos, mi niña. Empezamos dándote un baño
—Creo que eso puedo hacerlo sola —Indico
—Claro
—Rouses —Miro detrás de mí encontrándome con Erick que está vestido y bañado. —Papá está trabajando y no tengo con quien charlar, puedo quedarme contigo. Papá dice que hoy no iré a clase porque es peligroso. Estaré quieto.
—Claro —Indico tomándolo en brazos —Serás el encargado de que no me pongan ropa fea ¿Te parece? —Asiente
Lo llevo hasta la cama donde lo cubro con una manta las piernas. Mateo lo mira.
—¿Te conozco? ¿Cómo te llamas?
—Erick, Erick, Caruso —Mateo parece hacer clic
Editado: 21.11.2024