Seducción

21

Trato de memorizarme todo mi nombre, pero no es posible, son tantos nombres que solo prefiero pensar que mi nombre es Rouses Alejandra.

La abuela fue a una junta, ahora estoy con la princesa, mi tía Victoria. Su esposo salió con la abuela. Mi teléfono me recuerda que tendré mi periodo pronto y eso me pone nerviosa, no empaque las toallas suficientes y necesito mis suplementos. Mi bolsa de agua caliente y varios paquetes de galletas que me hagan sentir mejor.

—¿Con quién puedo hablar para salir a comprar? —Le pregunto

—Pide lo que quieras querida, ellos lo conseguirán

—Es que esto debo hacerlo yo —Me mira

—Oh, Jack. El podrá ayudarte o Alessio, pero fue por Erick.

—No quiero estar cerca de él. Indico.

—Alessio es buena persona. Es un gran hombre que te ama —La miro —Solo que ahora...

—Cuida sus intereses

—Solo está perdido —Me pongo de pie

—Solo se siente culpable

Voy hasta donde Jack. El se pone de pie.

—Su alteza real

—Me siento mal cuando me dices alteza real y yo debo decirte Jack.

—Está bien

—Necesito salir de compras. Es algo personal. —Me mira

—Su alteza real, no puede…

—Nadie va a ir a comprarme lo que necesito para mis necesidades básicas. Me llevas tú o tendrás que lidiar con una mujer que se transforma en Hulk por los cólicos.

—Está bien, deme unos minutos debo informarle al jefe sobre esto. —Lo miro

—¿Por qué?

—Porque es el jefe y debe aprobarlo, nada de lo que pase respecto a usted lo toma a la ligera. —Toma el teléfono

Discute y luego cuelga.

—Vámonos

Salimos y un auto se para. De ahí sale Alessio con un Erick dormido.

—En unos minutos saldré

—Solo de la orden, sus hombres son muy capaces de cuidarme

—No estoy para niñerías —Lo miro —Ahora quédate ahí y no actúes como la adolescente que eres

—No soy ninguna adolescente

Se va dejándome ahí. Jack me mira y tomo aire pidiendo fuerzas.

—No está de buenas —Dice

—Parece que nunca está de buenas

Cuando regresa me abre la puerta del carro. Subo y el se sube adelante y dos hombres detrás. Teo sube y me sonríe por el retrovisor. Pone música y es lo único que se escucha en el camino hasta llegar a un centro comercial.

Cuando bajamos me siguen a una distancia prudente. Llego hasta la sección de productos femeninos y me detengo a ver cada uno. No entiendo algunas palabras. Miro a mi alrededor y el único parado detrás de mí es Alessio Caruso.

—No entiendo qué dice aquí

—¿Qué buscas?

—Tampones pequeños, no medianos, no grandes, debe ser talla pequeña. Toallas higiénicas con alas y protectores diarios, eso son más pequeño que la talla cero. Necesito pastillas para los cólicos y una bolsa de agua para el vientre.

—¿Algo más?

—Galletas de dulce y que traigan mi manta de Inglaterra

—¿El doce? —Asiento —Bien

—¿Cómo sabes eso?

—Porque a pesar de ser incompatibles —Me da varias cajas—, tú si eras mi tipo —Se va dejándome ahí

Busco la sección de dulces, no sé qué busco. Tomo paquetes de galletas de coco o eso es lo que parece cuando estoy traduciendo las palabras que no entiendo con mi teléfono regresa. Me quita el paquete de mala manera y lo miro enojada.

—Si no quieres ayudarme, no lo hagas de mala manera —Le quito el paquete de la misma manera —Yo no tengo por qué soportar tu mal genio. Tienes quien te soporte.

—Quiero irme de aquí rápido

—Vete, no te pedí venir. —Me mira —Es que no sé qué quieres. Joder —digo molesta —¿Qué querías que le dijera? ¿Qué éramos almas gemelas? Bastantes problemas, tengo con tener que restaurar una empresa y no perder una corona para tener a tu prometida molestándome. Te dije que no quería problemas con ella.

—Déjalo…

—Acéptalo, ni tú ni yo somos los mismos de hace tres años. Yo no recuerdo nada y tú estás en un compromiso por conveniencia. Estamos a un paso de arrancarnos los pelos. No he dicho nada que no sepamos ya

—Ilumíname

—Lo que hubo, ya no existe

—En eso tienes razón ¿Eso es todo? —Miro las cajas y asiento —Vamos

En la caja la mujer que está atendiendo no deja de verlo.

—Tinte para el cabello —Dice la cajera —Mi cabello es natural —Le dice a él

—A mí no me gustan las rubias —Incida este

La mujer se pone roja.

—Es por eso que nos vamos a divorciar —La mujer lo mira —La tiene pequeña

Tomo las bolsas y salgo con el señor Caruso siguiéndome. No me ayuda a subir, sube al frente y hace que los otros me ayuden cuando subo. Teo le dice algo y el no responde.

—¿Te has molestado? —No responde —¿Siempre es así de gruñón?

—Siéntate bien y ponte el cinturón

—Dios que carácter

—No tuvo un buen día —Dice Teo

—Parece que nunca los tiene —Digo —Yo tampoco los tendría si la una bruja fuera mi prometida. No me digas, te hará usar un traje rosa —Digo. Teo sonríe —Yo no haría que usaras eso. Para ser sincera ni siquiera sé cómo planear una boda. Es raro porque al parecer iba a casarme a los dieciocho. ¿Tú que dices usarías rosa, Teo?

—No. Mi esposa me hizo usar gris

—Oh, ¿Te casaste en el campo?

—Sí, Cinco años de matrimonio y dos hijos.

—Y ustedes, ¿Pedro, Pablo?

—Amigas —Asiento

—¿Alguna con las que quieran sentar cabeza?

—El trabajo es demandante, nadie quiere una relación con tiempos de ausencia muy prolongados. —Asiento

—Dicen que al amor lo puede todo

—No, no lo puede

Dice Alessio cuando, el auto se detiene en el palacio, el se baja.

—¿No crees que los torturas? —Miro a Teo

—No sé cómo tratar con él. Se aleja, se acerca. Quiero llevar la fiesta en paz. —Teo me mira

—Alessio es malo con las relaciones, con la única que hablaba era, bueno, eras tú. Ahora no tiene a nadie.

—Debería disculparme.

Salgo del auto, camino hasta el jardín. Está parado fumando.

—Yo lamento todo. Debes estar cansado de todo esto.




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