Seducción

33

El ardor en mi garganta, ya lo había sentido antes, me senté y la cabeza me mareo un poco, tenía puesta una bata de hospital, me quité la cosa de tomar pulso del dedo, la puerta se abrió y el misterioso doctor entró.

—Parece que estás bien

—¿Cuánto dormí?

—Un par de horas —dijo —Pero siéntate deben venir a verte pronto —Medio mi ropa y me saco la intravenosa

—¿Quién está aquí?

—El jefe de seguridad y su prometida —Hice una mueca, me acerqué al baño y cerré la puerta y me vestí lo más rápido al salir, el doctor seguía ahí —Esta es tu medicina —dijo, no parecía que fuera doctor, llevaba traje

—¿No trabajas hoy?

—Voy de salida —respondió

—¿Tienes auto? —Me miró —No pienso irme con ellos

—Si tengo

—¿Puedes llevarme por favor? —Me miró y después a la puerta

—Está bien

Salimos al pasillo, caminamos hasta la recepción, pero ellos estaban ahí, Alessio nos vio, así que tomé de la mano al doctor y lo jale hasta el ascensor, por suerte del destino y la vida, este se abrió y entramos, cerramos las puertas, nuestra próxima parada el estacionamiento, salimos.

—¿Me dirás por qué quieres escapar? —Lo mire —O tendrás que vértelas con él

—Ese no era el trato

—Nuevo trato, mire al ascensor estaba subiendo

—Okay —dije —¿Cuál es el tuyo? —Señaló, era un Maserati —Vaya auto, ¿eres médico, verdad?

—Soy narcotraficante y vendo órganos de chicas que secuestro

—Y sarcástico, también —dije subiéndome al auto

—¿En serio?, iras conmigo después de lo que te dije —Lo miré

—Sí, sé cuidarme de narcos y vendedores de órganos, necesitarás más para asustarme

—Si creo que si —Arranco y salimos del estacionamiento antes de que Alessio llegará, condujo hasta llegar al centro, donde entro a otro estacionamiento y lo mire —Me contaras o te quedas aquí. —Podía quedarme aquí y ver la forma de regresar a casa, pero era muy pronto y no quería discutir con el señor, te escapaste con el medio o tenemos que hablar —Puedo escuchar a las tuercas de tu cabeza maquinando una respuesta inteligente

—Mis respuestas no son inteligentes

—Es verdad —dijo

—Lo haré, pero no nos quedaremos aquí, caminemos

—Bien

Salimos del estacionamiento y comenzamos a caminar hacia las plazas.

—Comienza

—Has cometido un error grande en tu vida

—Demasiados —dijo —¿Qué hiciste tú?

—Mentir —dije —Le oculto a mi familia que yo soy yo —Me miro sin entender —Y me bese con un hombre comprometido —Alzó las cejas

—Caruso y tu verdad, su historia es como Romeo y Julieta y creo que la gente piensa que terminaran juntos

—Eso no pasará, caí en el cuento estúpido de que la dejaría y creo que medí cuenta que eso no pasaría, a tiempo, pero eso no evito que lo besara muchas veces

—No intentaste cambiar de papel —dijo —Lo que sentirías si fuera al revés

—No sé si ella lo ama

—Se casarán ¿No? Aunque ahora que lo pienso la gente se casa por cosas estúpidas —Sonreí

—Trato de mantener una mentira para poder salvar la historia de mi familia, pero eso sería dejar de lado a la persona que amo y ya lo e hecho antes

—Tal vez no es la persona que amas y tú ya te convenciste —dijo —Además, en perspectiva, él no ha renunciado a ella, si el amor de él es tan infinito como dicen, ¿no crees que lo hubiera hecho?

—Tal vez tiene miedo

—¿Tú no lo tienes? —Me miro —Estás dispuesta a sacrificar todo, pero nunca nadie se a sacrificado por ti ni una sola vez, no verdaderamente, ahora tú estás dispuesta hacer la amante

—Yo no… —Lo miré, en sí tenía razón seguir el juego y si al final él determinaba quedándose con ella seria como ser su amante —Tienes razón —dije

—Eres el plato principal, no el postre, aunque es sabroso, siempre viene al último para satisfacer al comensal por si no le gusto los primeros platos

—Esas son palabras muy duras

—Digo la verdad y esa duele

—Seguro que no nos conocemos —dije

—Créeme si no conociéramos, Alessio Caruso no estaría en tu vida —Lo mire —Ahora qué niña

—No quiero ir a casa aun —Me miro —¿Crees que podemos quedarnos un poco más? —Miro el cielo como buscando respuesta

—¿Siempre consigues todo lo que quieres? —Me miró y yo puse mi cara más tierna —¿Qué pasaría si digo que no?

—Me quedaré aquí y después cuando quiera irme llamaré a alguien

—Estoy seguro de que vendrán gustosos —dijo

—Y no, a veces no consigo lo que quiero, simplemente me lo dan —Me miró, intente ver en sus ojos, pero no había nada, estaba vacío, la única vez que me había pasado eso había sido con Alessio —¿Por qué no…?

—Puedes ver nada —él me miro

—No soy como los demás —dijo —Deberás utilizar algo más fuerte que eso para saber de mí —Se adelantó y fui detrás de él desconcertada —Apuesto que nunca has tenido que seguir a nadie, el terreno es fácil, pero debes desarrollar todos tus dones si quieres sobrevivir

—¿Todos mis dones?

—¿Crees que eres la única que puede hacer lo que haces? —dijo, pensé en Sebastián

—Sebastián me enseño…

—Te enseño lo básico

—¿Lo conoces?

—No, crees que es igual a ti, solo te enseño algo que leyó de alguien, que documento algo sobre alguien como tú, sabías que el jugo tenía veneno ¿Por qué lo tomaste?

—Debía estar segura, además, si la descubría, tal vez hubiera atentado con otro miembro de mi familia

—Ese es tu problema, dependes demasiado de los sentimientos cuando deberías dejarlos de lado, no puedes en este momento depender de ellos, a veces para avanzar deberás hacerte de corazón duro; las personas no pueden depender de ti, ser sentimental es lo que te mete en problemas —Se frenó ante el Tíber —Dejas que la ira te consuma y el odio, debes pensar con la cabeza fría, como el río

—Las rocas son los sentimientos




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