Seducción

35

El tiempo vuela, todos los sabíamos, bueno a mí se me había pasado una semana entera con Miguel, aparte de ser maravilloso con las palabras y un apasionado del arte sabía mucho sobre historia; nuestras salidas no habían pasado desapercibidas para la prensa, ni por mi tía quien ahora estaba en Suiza por un tratamiento de su enfermedad. Después del juicio pasé todo el día con ella, me contaba cosas de sus viajes y lo mucho que deseaba haberme llevado con ella, pero tenía miedo de no ser una buena madre; con Miguel compartimos tanto estos últimos días, junto con algunas miradas de odio de Alessio, quien seguía mandando rosas y no perdía la oportunidad de molestarme, por lo más mínimo terminábamos gritando solo faltaba que nos agarremos de los pelos. Él y Ashley estaban más cariñosos y a pesar de evitar cualquier sentimiento a veces era difícil estar en la misma habitación que ambos, así que pasaba el tiempo en el jardín escuchando la categorización de cada una de las plantas que me decía Miguel o andando en bicicleta con él; me sorprendí mucho cuando lo vi reír por primera vez cuando me caí, sentí como si no lo hubiera hecho hace mucho tiempo y bueno también cuando terminamos nadando en el lago por intentar pescar, pero a pesar de todas esas cosas aún sentía que escondía algo. Miraba con una tristeza y una sonrisa las cosas que hacíamos y lo que comencé a sentir era como si hubiera estado ahí, solo que no me había dado cuenta de su existencia, pero me invadió una tristeza como si en cualquier momento él pudiera desaparecer.

—¿Cómo vas con tu misión? —dijo

—No lo sé, no hemos tenido avances

—Creo que he monopolizado tu tiempo —dijo, estábamos caminando de la mano por el patio, la primera vez que tomo mi mano, se sintió algo diferente, era como si ya lo hubiera hecho antes, como si todo hubiera sido guardado bajo llaves y poco a poco fuera saliendo —Nos hemos acostumbrado a estar juntos

—¿Y eso es malo? —No dijo nada y seguimos caminando 

—Lo es cuando tienes que decir adiós —Lo mire sin entender —Me tengo que ir

—¿Nos veremos mañana? —Negó

—Me voy con doctores sin fronteras —dijo —Y no sé cuando o si regresare —Me separe de él —Fue divertido hasta que duró

—¿Lo fue? —Tomo mi mano

—Disfrutemos lo que nos queda de día —dijo

—¿Te vas mañana?

—Es lo mejor

—Debes tener razón —dije —Siempre la tienes

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Disfrutar de películas no era su fuerte, decían que eran un espejismo de una realidad falsa destinada a salir bien, pero esta vez no hizo comentario alguno y solo la miro, casi al final y cuando la noche había caído, salimos de la sala lentamente, hasta la recepción, nos miramos y lo abrace, comenzamos a movernos lentamente.

—Sé que me has mentido —dije —Sé que ya nos conocíamos antes —No dijo nada —¿Por qué lo haces? —Nada

—No te miento —dijo, juntó su frente con la mía, tomó mi cara en sus manos —Cara de ángel

—No te vayas —Las palabras salieron de mi boca, pero no me arrepentí de decirlas, él sonrió triste —Te has convertido en una persona muy importante en estos últimos días ¿Quién me puede dar consejos o a descubrir mis dones?

—Te acuerdas de lo que dije de los sentimientos y no depender de nadie, pues ahora debes suprimirlos y seguir —dijo, lo miré como si una cabeza más estuviera saliéndole a lado de la otra

—¿Cómo es que me pides eso? —Pregunte

—Porque yo también lo estoy haciendo ahora —dijo —Y lo hecho desde que te vi con la mano llena de vidrios, mientras mirabas por la ventana y pensabas en él; en la exposición de arte, en el lago, mientras te reías de mí cuando casi me caigo de la bicicleta, tenerte es la mayor tentación que jamás he tenido, no me pidas que me quede porque no lo haré —dijo —Pero puedes odiarme por irme eso facilitaría las cosas

—¿Para ti o para mí?

—Creo que para ninguno de los dos —dijo, miro hacia la puerta —Debo irme —Me miró y se acercó hasta mí y me beso, sentí una corriente atravesar mi cerebro y mientras desaparecía; las ganas de que se quedaran también, cuando se separó, me miró y me sonrió —Te veré de nuevo algún día —Me dio un beso en la frente y se fue.

Sentí un gran vacío en mi pecho y un dolor muy grande en mi espalda como si me estuvieran arrancando los pulmones, Miguel, como el ángel, tenía los ojos grises, el cabello café claro o era rubio; así como entro a mi vida se fue, sin dar tantas explicaciones, haciendo un alboroto uno como el que yo causaba a veces en la gente. Mire hacia la puerta por donde se había ido y me di la vuelta, encontrándome con Alessio; tenía las manos en los bolsillos, estaba con un pantalón gris de deporte y una camiseta blanca. Me miro, se acercó a mí, él lo único que hizo fue abrazarme y por una extraña e inexplicable razón; me sentí muy triste con ganas de llorar, pero me resistí, él solo me envolvió más en sus brazos y no dijo nada, no me importo en ese momento lo que él y yo viviéramos en una guerra constante, necesita un abrazo y entender por qué sentía como si alguien hubiera muerto. No supe en qué momento, pero Alessio me estaba cargando a mi habitación, o eso creí, terminamos en un asiento frente a la fuente, mire el agua caer, él no dijo nada, no era un silencio incómodo, lo regrese a ver y trate de sonreír.

—Es como si estuvieras sufriendo —Me reí —Si bueno, solo te vi una vez así




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