Seducción

57

Regina

Miro al niño negro, heredero de la fortuna Alessandretti. Juega con el hijo de Alessio.

El silencio es incómodo, sobre todo por las miradas que le lanza Alessio a Rouses. Ella ni siquiera lo mira, lo ignora. El se pone en su camino y ella le pasa de largo sin mirarlo.

Tienen todo listo parar irse. El avión de los Alessandretti estaba listo para partir. No debo mencionar que fue el viaje más incómodo en auto y al llegar a ella solo le importo subir a los mocosos. Se sienta y les abrazo el cinturón. Yo me siento a lado de Alessio que no deja de verla.

El avión despega y una vez en el aire acerca al niño a la ventana para que vea las nubes por las que vamos. Luego se los llevaba y Alessio se desata el cinturón con rabia.

—Las marcas de Erick en la mano —Dice —Vuelve hacerlo y te quedarás sola en el altar.

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El peor vuelo de mi vida, del de todos en realidad. Apenas bajamos, los niños entran al auto. Rouses no deja que Alessio suba al auto, lo que nos hace subir en el otro. Al llegar la reina y la hija de esta están en la puerta.

El mocoso de Alessio es el que se baja primero y va a saludarlas. Cuando Rouses baja con el otro niño en brazos se las presenta.

—Tiene los ojos de Arabella

—¿No habla italiano?

—No

—Puedes debemos hacer algo al respecto

Ella deja al niño en el suelo y Erick lo toma de la mano llevándolo dentro.

—Ya no hay necesidad de que traigas un heredero al mundo, que tengas que casarte es otra cosa. —Rouses no habla, no dice nada —Pero al parecer eso no será necesario.

Leda una revistas en donde Rinaldi aparece con su prometida. Su boda será el mismo día que la mía. Hay una foto mía con Alessio también.

—Si supongo. Tengo trabajo pendiente. Tengo que cerrar un negocio que debo cerrar.

—El señor Smith estar dentro de veinte minutos. —Le informan

—Que metan todo. Cuando esté aquí me llamen debo hacer un par de llamadas.

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Sigo a Alessio hasta su despacho. Se sienta como si la vida le pesara.

—¿Por qué no te habla? —Me mira

—Porque me voy a casar

—¿La muy desgraciada te pidió que no te casaras?

—Ella jamás me pediría eso. Es una Alessandretti, el orgullo esta ante todo por eso. —Saca un sobre de su escritorio —Esto cubre el setenta y cinco porciento de la deuda. El veinticinco porciento te lo daré en tres meses

—¿Tres meses?

—Tres meses que durara nuestro matrimonio —Indica —No pienso estar casado contigo más tiempo.

—Ella no te aceptará de vuelta

—Ese ya no es tu problema

—¿La amas? ¿Por qué Alessio? Ella no te ama. Ni siquiera te recuerda. Es una niña, no te puede dar lo que necesitas. El control, la sensación de ser superior. Puedo dártelo, puedo darte un hogar. Un lugar a donde puedas llegar y no tengas pelear. Porque puedo hacerlo. Aceptaré lo que quieras. Te haré feliz.

Me queda mirando.

—Es por eso que no funcionamos. —Dice —Yo no quiero las cosas fáciles o tener el control. Yo quiero tener una esposa, no un florero. Hace mucho que dejo de tratarse por el control. Lo que siento por ella va más hala de la estabilidad o tener una escena perfecta de alguna película americana. Ser esposo va más halla de casarse y tener hijos. Tú y yo apenas nos conocemos. Ni siquiera sabes cuál es mi color favorito o si tengo algún hábito al dormir.

—Tú dices que te molesto y…

—No de la manera en la que quiero Regina…, ves ni siquiera sabia que no te llamabas Ashley

—Pensaba decírtelo

—¿Cuándo? ¿Antes o después de la boda? No va a funcionar.

—Es que ni siquiera lo intentas

—No, porque no me interesa. Si me interesara un poco lo haría. No eres la mujer para mí. Hay más cosas que el dinero puede comprar Regina. El amor no es una de ellas. Perdiste un esposo, pero el amor no venía en el trato. Es algo que se lo di a una mujer y no creo que pueda dárselo a otra.

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La tarde transcurre en automático desde que hablo con él. Es difícil explicar la razón de la porque quiero a Alessio Caruso, pero si me preguntaran diría que…

El primer día que lo conocí, fue amable, no tartamudeaba y no usaba palabras inventadas, palabra. Era el hombre perfecto que no me importo de donde venía. Además, era guapo. Tenía unos ojos hipnotizantes y daba unos besos que eran capaces de hacerte olvidar como te llamabas. Sus manos eran fuertes y cuando tomaron la mía me sentí segura. No era del tipo que le gustara estar en el foco público. Follaba como un dios, te desvanecías entre sus sabanas y te olvidabas de que existía. Abarcarlo en totalidad era un problema que le parecía no importarle. Lo que no le gustaba era que yo me impusiera en el sexo, que lo azotara y atara, no le gusto, así que fui yo que la pidió ser atada. Tampoco le gusto. Tenía otras formas de rogar por un orgasmo perfecto y no me quejaba, pero intenté ser lo que el quería, aunque me costó un poco.




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