Alessio
Se siente como una eternidad.
Es como un sueño. Le aparto el cabello de la cara; las pestañas están pegadas a sus pómulos, se ve tan tranquila. No pude detenerme. Solo bastó con besarla, y caí. Añoraba su cuerpo, su compañía, su energía y espíritu. Me acerco más a ella y no puedo contenerme; la beso, la beso. Y joder, no puedo parar.
Los ojos de Rouses se abren y me besa. Cuando se separa de mí, besa mi mentón.
—Te amo —susurra—. ¿Qué pasa? ¿Por qué no duermes?
La miro. ¿Y si desaparece? ¿Y si esto es como muchos de esos sueños, y al despertar no la encuentro?
—¿Y si desapareces? ¿Si solo es un sueño?
—No lo es. —Me toma del rostro—. Soy real, muy real. No voy a desaparecer.
Junto mi frente con la suya y la sujeto mejor.
—Mañana hablaremos sobre ese vibrador.
Se tensa.
—Solo diré que las mujeres también tenemos necesidades. —Me besa una última vez.
—¿Lo has usado?
—No, solo el vibrador —admite—. Yo… No, yo no estoy lista para eso. Yo aún soy virgen.
Beso su frente, y ella me pellizca.
—No te rías.
Lo hago, y la beso de nuevo. Paso mi mano por su cabello y ella me acaricia la cara. Sus dedos hacen que los ojos comiencen a pesarme. Beso su frente mientras empiezo a dormirme, y lo último que escucho es un "te amo" de sus labios.
El golpe de la puerta me sobresalta. Tengo a Rouses en mis brazos. Los golpes se repiten, lo que hace que ella se levante. Me mira con miedo, y yo me pongo de pie y voy a abrir la puerta.
Maritza está en la puerta.
—Victorie se ha puesto mal. Deben alistarse. —Rouses ya está a mi lado cuando dice esto—. Necesito que firmes esto; tu tía quiere que apruebes los planes para su funeral.
—Deberías bañarte —me dice Rouses—. Después debemos ir por Máximo y Erick.
Le hago caso por inercia. Cuando salgo, Maritza me entrega un traje mientras Rouses le da unos papeles y se pierde en el baño.
—Te ves diferente —dice Maritza mientras arregla los papeles—. ¿Qué pasó? ¿Ya se acostaron? ¿Le dijiste?
—No, no, y no me veo diferente. Nada pasó. —Me mira—. Ay, Alessio, siempre actuabas diferente cuando te acostabas con una chica. Recuerda que yo era la mejor amiga de Liza.
—No voy a hablar de mis intimidades contigo —aclaro—. Mejor salte, que quiero vestirme.
—No es nada que no haya visto antes.
—Liza te pegó lo insoportable.
Me mira, burlona. Me cambio de ropa frente a ella; no parece importarle mi desnudez. Maritza es así. Nunca creí que llegara a llevarse bien con Rouses; siempre estaban peleando. No sé qué la hizo cambiar.
—¿Tu prometida cómo está?
—Cortamos. —La miro—. Me descubrió con mi ex.
Niego con la cabeza y me siento para ponerme los zapatos. Ella se sienta frente a mí.
—¿Creí que habías acabado con eso?
—No pude —admite—. Pero ella ahora se fue, se va a casar y se ha mudado a España. Y bueno… Matilda, al parecer, lo sospechaba, y cortamos. Se llevó sus cosas, y yo, bueno… Indicó que mi trabajo y yo éramos el problema.
—¿Quieres beber algo después? —me mira—. Hablar más.
—Estoy bien, Alessio.
Asiento sin dejar de mirarla. Maritza estuvo conmigo en mi proceso de duelo junto a Mónica. Las dos habían sido muy comprensivas y no me dejaron.
—Cualquier cosa que necesites, dímelo. Para eso estamos los amigos. —Sonríe.
—¿Así que somos amigos?
—Eres una de mis mejores amigas.
—¿Cuántas tienes? —pregunta con interés.
—Dos. —Se ríe—. Mónica y tú.
—Me halagas. Ahora, amigo, no la jodas con la mujer detrás de la puerta, ¿te parece? —Asiento—. Estoy cansada, ¿sabes? Apenas está comenzando, y deberías decirle lo de ustedes.
—Debería, pero no sé cómo —admito—. Me aterra su reacción. Apenas y sé lo que está pensando. —Me rasco la cabeza.
—Y por eso te casaste con ella —me mira intrigado—. Porque cada día es un reto, y descifrarlo te encanta. Te encanta que te vuelva loco y mimarla. A ella le das muchas opciones, y estás alerta cada vez que habla. Ella te volvió más humano; ya no eres el robot de antes que actuaba por inercia.
—¿Tú cómo sabes eso?
—Alessio, lo único que hacías era hablar de ella —indica—. Me sé el repertorio de memoria. Pero es tierno de tu parte. Si te dignó de ella, quiere decir que vale la pena. Si no, yo te golpearé.
Rouses sale y Maritza y yo nos ponemos firmes. Nos mira y sonrie. Ladea la cabeza un poquito. Noto su tristeza, y su desesperación. Ella odia los funerales, odia esa incertidumbre del que pasara, por eso necesita el control.
—¿Todo bien? —Pregunto
—No, nada esta bien —Se rompe
Solo basto un comentario y ella corre a abrazarlo para llorar sobre su pecho. La abrazo, y solloza con fuerza. Miro a Maritza y ella me anima a consolarla, pero yo y los temas de la muerte no somos amigos. El estado de Victoria me pone mal, pero ella nos ha preparado para esto, pero eso no lo hace menos doloroso.
Editado: 06.01.2025