ADRYAN
La realidad me golpea cuando ingreso a la habitación. Una amable chica me pidió que esperara aquí pacientemente, pero sinceramente tengo ganas de salir corriendo.
¿Dónde diantres he decidido mantenerme?
Me siento en la cama, intentando secarme el sudor de mis manos contra mis vaqueros.
¿Tan desesperado estoy como para hacer esto?
Mi respuesta es fácil: sí. Estoy jodidamente cansado de escuchar a mis compañeros hablar sobre sus experiencias sexuales mientras que cuando yo intento llegar a algo más que palabras con las chicas, éstas acaben riéndose de mí.
Creo que el problema está en mi aspecto. Aunque haya cumplido recientemente dieciocho años, aun sigo aparentando tener catorce años. Mientras que los chicos de mi edad han pegado el estirón y se les han ido las espinillas, yo aún sigo estancado en la etapa de la preadolescencia.
Estoy cansado de que las chicas me consideren como un niño pequeño y los chicos me censuren de sus conversaciones.
Unos suaves golpes contra la madera de la puerta, me sacan de mis pensamientos. No respondo por los nervios, pero la otra persona decide entrar en la habitación igualmente.
Una preciosa castaña me roba el aliento. Luce un conjunto de lencería que se amolda a su curvilínea figura, acompañado por unas graciosas orejas de conejo a juego y unos tacones de infarto.
Es tan solo unos años mayor que yo y joder, es hermosa aún cuando tiene una máscara ocultándola de mi vista. Mi cuerpo queda estático, viendo como mi acompañante también se queda quieta cuando me observa.
—Mierda, ¿cuántos años tienes? —pregunta horrorizada.
Aparto mi traicionera vista de sus atributos superiores, sintiendo mi cara arder.
—Dieciocho.
—Debes estar quedándote conmigo —espeta incrédula—. Es mejor que te vayas, este lugar no creo que sea apto para ti.
Se da media vuelta con intenciones de irse, pero rápidamente me levanto agarrándola del brazo.
—Espera un momento, realmente necesito esto —susurro, observando sus ojos marrones. Es mucho más alta que yo—. Nadie me toma enserio por lo mismo por lo que tú te querías ir, pero si quieres estar segura de mi edad, puedo enseñarte mi carnet.
—¿Cómo sé que no es falso?
Me encojo de hombros, tendiéndoselo. Ella lo observa brevemente.
—Como te decía, nadie quiere estar conmigo por la edad que aparento. Ninguna chica quiere acercarse al niño de clase y robarle su virginidad.
—¿Por eso estás aquí? ¿Quieres perder tu pureza en un lugar como este? —pregunta arrugando su pequeña nariz— ¿No es mejor esperar un tiempo y hacerlo con alguien a quien verdaderamente quieras entregárselo?
Ese es un buen punto, pero no puedo soportar más siendo el pringado entre mis amigos. Al menos, cuando pueda fardar de haber estado con alguien, las chicas podrán verme como alguien de su edad y no como el pequeño e inocente de clase.
—Ya lo pagué, no hay vuelta atrás —respondo simplemente.
La castaña parece debatirse en su interior. Al final, acaba regalándome una sonrisa mientras empuja mi cuerpo cayendo de espaldas en la cama. Ella se sienta en mi regazo y empieza a repartir húmedos besos en mi cuello.
Suelto un vergonzoso suspiro, mientras ella se va acercando a mi oído.
—Si me hubieran dado la opción de haber perdido mi virginidad con alguien especial —su aliento contra mi lóbulo, hace que me estremezca—, sin duda lo hubiera escogido. Te estoy haciendo un favor, Adryan.
Sin esperar una respuesta de mi parte, se levanta rápidamente de encima de mí para huir de la habitación. Me deja absolutamente aturdido y con algo que deberé bajarme solito.
Ni aún pagando, nadie quiere acostarse conmigo.