Hay quien ha venido al mundo para amar a una sola mujer y, consecuentemente, no es probable que tropiece con ella. —José Ortega y Gasset
Mi mirada estaba centrada en ella, la cual intentó salir de mí agarre, pero su fuerza era muy débil y muy suave a la hora de querer salirse.
La miré nuevamente y noté que sus mejillas estaban muy sonrosadas de un color rojizo encendido. me atrevo a querer tocar su mejilla, pero ella fue muy rápida y se alejó de mí.
Joder, parecía un pervertido...
Maldición Jassel, concentración
Quise desviar el tema y sólo le pregunté porque me estaba persiguiendo.
—¿Por qué? —le dije, no quite la mirada ni en un segundo, me encontraba confundido.
Tal vez no te seguía a ti, no seas imbécil.
—Si piensas que te estoy siguiendo no es verdad. —me dijo claramente y se tambaleó en su lugar.
Camine más cerca para posicionarme al frente de ella, así evito que pueda desmayarse y caer sobre el pavimento.
—No sé qué pensar, ¿Cómo sabría si no me mientes? —le pregunté, pero ella no me hizo caso. cerro sus ojos muy seguido y parecía temblar, tal vez por las brisas que estaban heladas.
Tomé la decisión de soltarla ya que parecía incomoda es esta situación, le solté el brazo lentamente y ella empezó a caminar, pero no llegó muy lejos ya que la veo tambalearse, corro hacia ella, para que caiga en mis brazos y no el piso sucio y frio.
Pongo mi mano sobre su mejilla y compruebo lo que estaba analizando hace momentos, su calidez que emergía de su cuerpo no era algo normal, tiene fiebre.
—No me lleves al hospital, por favor, no quiero ir allá—ella cae inconsciente luego de decirme eso.
La dejo en uno de los asientos del parque para así poder llamar a un taxi, hasta las pistas están desoladas, los autos que pasan son personales, de lejos veo el letrero que dice taxi y alzo las efusivamente para llamar la atención y lo logro.
El taxista me ve extrañó al meter a una joven inconsciente al auto, la situación era ya de por sí muy extraña estaba claro, no sabía qué hacer, pero iba a llevarla a mi casa, ya que esa era la única opción que se me ocurría, ella no quería ir al hospital y debía respetar su decisión.
—Somos amigos, me llevará a casa, no me hará nada—susurro la joven, confiando en mí, cuando hace apenas dos días la conocía.
Cómo podía tener cierta confianza, cuando lo mejor que podía hacer era llevarla con algún familiar.
No la conocía, simplemente es una desconocida.
—Bueno—dijo el taxista sin quitar el tono preocupado de su voz, nos miró nuevamente y luego emprendió el camino hacia mi casa, aunque algunos comentarios que emitía en el camino seguían siendo algo preocupado por la chica.
Cuando llegamos a casa después de unos minutos muy largos y terrible, me preocupaba que su calor que seguía emergiendo de ella estaba en aumento, el taxista me ayudo a bajarla del auto y me miró de nuevo, la situación era muy rara, ella tenía sus brazos alrededor de mi cuello y su cabeza apoyada a mi hombro, sus piernas estaban rodeando a mi cintura.
Muy extraña situación.
¿Por qué ella confiaría en mí?
No seas tonto, ella sabe que eres una persona del medio.
Le entregué el dinero al taxista y el solo me dijo.
—Me pareció extraño ver qué traes a una chica inconsciente y pensé en llamar a la policía, pero creo que realmente son amigos—me dijo observándonos y luego se marchó.
Entre a casa con ella y subo al segundo piso, me detengo en la puerta de mi habitación y lo siguiente que se me ocurre es llevarla a una habitación de invitados, despeje de las sabanas que cubrían y luego la recuesto sobre la cama, su cabello cae sobre su rostro lo remuevo hacia un lado, cubro su cuerpo con mantas y lo siguiente que hago es bajar a la cocina, reviso el cajón en dónde tenía los medicamentos para la fiebre.
Entro al cuarto la levanto y le extiendo la medicina, en mi mano izquierda tengo el agua tibia para que ella pueda pasar el medicamento, ella no abría los ojos sólo estaba sentada por qué yo la sostenía, puse la pastilla en su boca y luego ayudé a que tomara el agua.
Luego de unas horas mido su temperatura la cual está descendiendo.
Veo que su rostro brilla por las gotas de sudor y opté por quitarle su abrigo, cambiarle la ropa que estaba mojada por su sudor era la mejor opción, aunque la idea de que estaba mal cruzó por mi mente, ella necesitaba ropa seca y limpia, camine hacia a mi armario y saqué un polo, desvíe la mirada hacia otro lado mientras quitaba su abrigo que faltaba, ella no traía sujetador, la situación se me hacía más incómoda, me apure en poner más rápido la ropa, tarde en ponerle ya que no veía, pero lo conseguí, aunque el polo se encontraba al revés.
Abrigue su cuerpo con mantas, le quite el paño que estaba en su frente y me lleve la bandejita con agua, salí de la habitación para dejarla dormir hasta que se sintiera mejor.
¡Qué día!
Miro la hora y ya eran las cuatro de la tarde y ella parecía no querer despertar, dormía tranquilamente, iba cada cierto tiempo para ver si estaba bien, mi estómago recién parecía haber despertado y ya tenía apetito.
Me hice el almuerzo y empecé a comer sólo, puse una melodía en un tono muy bajo, recogí mi plato y lo lleve al lavadero, lo dejo secar y subo nuevamente hacia la habitación.
Ella todavía seguía durmiendo, fije la mirada hacia la bolsa donde parecía estar sus cosas, la curiosidad influyó en mí y empecé a buscar algo que me dijera sobre ella, ya sabía que era aquella chica que escribía sobre mí, pero nunca me había interesado en saber cuál sería su nombre, note los medicamentos que tenían y lo deje a un lado.
Siempre optaba por omitir esas noticias sobre mí.
Editado: 18.01.2021