Seducción irresistible.(parte 2)

Capítulo 4.

Y una vez disipados los malos olores del pasado, quería ahora inundarlo de fragancias (El Perfume, Patrick Süskind)

Nuestras miradas se chocan, las respiraciones de ambos se juntan, siento esa chispa que ya no podía percibir hace años, nuestros labios estan a solo unos escasos centimetros de tocarse, alejo cualquier tipo de pensar y la sensacion, siento revivir esas emociones que creí haber enterrado hace años junto a Gabriele, había jurado que nunca más sentiría algo como estoy sintiendo en estos momentos, ese sentimiento y sonidos que quería expresar mi corazón, pero yo al instante trato de omitirlos y convencerme de que es algo confuso para mi.

Control.

Calma.

Paciencia.

Respira...

Me aparto de su cercanía sin empujarla, lo más rápido que puedo y le estiro la mano para ayudarle a levantarse del piso, ella acepta mi mano y luego se dispone a sacudir su ropa y me da una sonrisa.

—Eres muy atractivo, pero creo que eso ya lo sabes ¿cierto? —dice de manera coqueta y sarcástica, se da la vuelta y se va de mi habitación, sin cerrar la puerta.

Siento la tensión algo espesa en el ambiente, camino hacia mi puerta para cerrarlo, pero un pie pequeño se opone para cerrar, me aparto de la puerta y ella entra como un torbellino, muestra un libro el cual es del principito y se sienta nuevamente en mi cama.

No toco más el tema del comentario ya que siento algo de vergüenza, nadie había sido tan directo conmigo, como lo estaba siendo ella, la conocia hace poco y ella sentia que debia tener esa confianza.

—No deberías estar aquí en mi habitación, vete a la tuya. —indique la puerta y ella hizo caso omiso a mi comentario, se envolvió de nuevo con las mantas, tapo todo menos su rostro, el libro reposa sobre sus piernas y lo empieza a leer de manera calmada, ya no emite sonidos fuertes, esta calmada.

Yo me siento en mi sofá y la observo durante unos minutos, luego copio su misma acción de leer un libro, pero en mi caso me concentro en leer una historia de terror de Stephen King, despejo la mirada del libro y observo que ella ya dejo de leer, se levanta de la cama con todas sus mantas encima, pero esta vez alza las mantas para no caerse.

—Me iré a dormir, ¡buenas noches!, sueña con los angelitos—emite un bostezo el cual es contagioso y yo hago lo mismo, le hago una seña con las manos y ella se va.

Entro al baña a darme una ducha con la intención de relajar mis músculos, el agua tibia me ayuda en eso pero pronto los recuerdos de los que paso hace un momento vuelve a mí y muevo la cabeza para evitar pensar en ella, me sostengo de la manija de la puerta para no caerme, envuelvo la toalla a mi cadera y con otra me seco el cabello, escojo mi ropa del armario y me pongo la piyama, ya cambiado me sumerjo en mi cama, mi rostro está pegado a las sabanas las cuales tienen un olor en particular, la de Mellea, hago caso omiso a eso y me rodeo de las mantas.

Al día siguiente me levanto muy temprano, para ejercitarme, hago mi rutina de trote por mi vecindario y vuelvo después de una hora, el sudor emerge de mi cuerpo de unos chorros grandes, mi agua ya se acabó, así que me dirijo a la cocina servirme un vaso de agua, me doy un baño y veo la hora, eran las siete de la mañana y en dos horas empezaba a impartir clases, camino hacia el cuarto de invitado y no la encuentro, escucho el agua sonar, me dirijo hacia el armario a sacar toalla y mi ropa seca para prestarle, salgo de la habitación después de dejar las cosas sobre la cama.

Empiezo a preparar el desayuno, que consiste en huevos revueltos con salchicha, la mermelada se encontraba en el medio de la mesa por si quería untarlo con su pan.

No percibo su presencia y cuando lo hago ella está observándome, me asusto ya que no sabía que se encontraba aquí, disimulo mi susto, le señalo la comida y ella se sienta en una de las sillas.

Ella solo esta con la camisa manga larga, puedo observar el logo de mi bóxer que le deje, sus piernas lucen descubiertas, aunque la camisa es larga y le queda un poco más arriba de sus rodillas.

—Buenos días—dijo de manera alegre, me señala la comida y le digo que sí, ella agarra los cubiertos felices, ya no parecía haber rastro de fiebre cuando toque su frente y veo sus pupilas las cuales ya lucen normal, ayer estaba de color rojo.

—¡Oye! —protestó como una pequeña niña berrinchuda y luego le da un bocado al desayuno.

Ella lleva su mano a su mentón y empieza hablar ella sola.

—Es lo único que tenía en casa, espero que te guste—le digo y ella me dio otra de sus sonrisas cálida.

—Realmente me sorprendes, esto esta delicioso—contestó con la boca llena, yo le mire enojado y ella se tabo la boca e hizo el símbolo de un like en sus dedos.

Empezamos a desayunar, ella emitía algunos comentarios que generaba risa, es muy chistes y divertida, el sonido del timbre me alerta de las clases.

Faltaba una hora para las clases, así que me fijo por la cámara de quien se trata, observo a mis dos alumnos más aplicados en las clases, esperando ansiosos que les abra la puerta.

Me acerco a abrir la puerta con cuidado, ellos parecían ser los primeros en llegar y estaban contentos por eso, pero era muy temprano, no debían estar aquí, mire a Mellea la cual se encontraba comiendo su pan que ni me miraba, a pesar de que le hacía señas muy notorias.

—Profesor, buenas tardes — ay perdón era buenos días—dicen riéndose ambos, los miro serio y algo inquieto.

—vinimos temprano para practicar más la técnica de la semana pasada, es que no la dominamos todavía—dijeron los dos al mismo tiempo.

Los miré y decidí abrir la puerta, me puse a un lado para que así pudieran pasar y les dije que fueran rápido a la sala de clases, cerré la puerta y ellos no la notaron, hasta que ella habló, justo cuando ya estaban yéndose al salón.




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