La valentía no siempre ruge. A veces, es la vocecita al final del día que dice: mañana lo volveré a intentar. – Mary Anne Radmacher.
Ella estaba recostada en la cama, ya había cambiado su ropa y limpiado los rastros de sangre en su rostro, ahora se encontraba durmiendo en la misma habitación que la vez pasada.
Se removió de la cama y veo cómo tiembla, mi vista se fija en la ventana la cual está cerrada, el mes de diciembre es muy frío, apenas comenzaba, abrí el armario y saque más mantas de este y la abrigue enseguida.
Me cambié la ropa y oculté las armas en un sitio seguro de que ella no pudiera verlos.
Baje hacia la sala para cerciorar que las ventanas estaban cerradas y así no pudiese entrar el aire frío, active la calefacción y volví hacia la habitación en dónde ella se encontraba.
Eran alrededor de las nueve de la noche, ella parecía no despertar, estaba durmiendo plácidamente, me preocupaba que no despertara hasta mañana ya que preocuparía a su familia si no llegaba a casa, igual los preocuparía porque verían su ojo moreteado por le golpe que le propinaron.
Le di una palmada suave sobre sus suaves mejillas y no parecía percibir mi toque, ella seguía en el mundo de los sueños.
Tenía que despertar, llevaba horas durmiendo.
Una idea se me vino a la mente de manera rápida.
Por lo poco que la conozco sé que se despertara si huele a comida, llevaba horas sin comer y se encontraría hambrienta a estas horas.
Baje hacia la cocina y serví la comida, el olor que desprendía es agradable y deliciosa, tal vez podría levantarla en un santiamén.
A ella le encanta comer.
Subí nuevamente hacia la habitación y cerré la puerta con cuidado para no derramar algo del recipiente de comida.
—La comida está lista Mel—dije con un voz baja y sencilla para ver si percibia lo que trataba de decir.
Ella se removió de la cama y apartó las mantas de su cuerpo, sus ojos todavía seguían cerrado y estiró sus manos.
Le entregué el plato de comida, ella empezó a comer enseguida, abría sus ojos muy poco, cuando terminó lo dejo a un lado y luego tomo el vaso con agua y lo dejo sobre la mesita de noche.
—Estaba delicioso, gracias. —me dijo agradecida.
Estaba claro la situación que si yo preguntaba por qué ella estaba en esa casa, ella devolvería la pregunta del porqué yo había salido vivo de esa casa, nadie hubiera estado en la misma situación que estaba yo al salir de esa casa.
A la mierda.
—¿Que hacías en esa casa? —le pregunté seriamente.
Pero ella volteo hacia otro lado esquivando la pregunta y tratando de omitirla, se paró de la cama y camino hacia el rincón de la habitación, logro alcanzarla y sujete sus hombros, nos miramos fijamente y espere una respuesta.
—¡Por un carajo! ¡¿Sabes que ese lugar es peligroso?!—hable furioso y ella seguía sin responder.
—¡Es mi jodido trabajo! ¡Tengo que investigar! —exclamo irrita y mirándome con su ceño fruncido.
—Podrías haber tenido más cuidado Mellea, no debías ir a ese lugar, es peligroso. —le digo enojado.
—Debía investigar al jefe de esa banda, fui contratada para investigar sobre esos criminales. —dijo, luego camino hacia la cama y se envolvió con las mantas hasta la cabeza.
—Por suerte no te hicieron nada, tu torpeza no te llevo a la muerte.
—¿Me estas llamando torpe? —pregunto con el celo fruncido y su cara ya empezaba a tornarse de un color rojizo.
—Si, lo hice y no me disculpo.
—Eres un imbécil, eso es lo que eres.
—Y tú eres una niñata que va por ahí causando líos que podrían perjudicar tu vida.
—¡Maldición! —ella grito y se volvió a sentar en la cama.
Me acerqué a ella, llevo sus manos hacia su cara y se tapó.
—Me duele admitir que tienes la puta razón, tal vez fui muy descuidada, pero no suelo ser tan descuidada como lo fui hoy.
—Eso es verdad. —conteste.
—Una torpe quizás. —susurro muy bajito, tapo su rostro para no ver como se sonrojaba, tal vez por enojo o vergüenza.
—Lo eres, ten lo por seguro. —le dije.
—Eres un bobo.
¡Oh! Que tierna, te dijo bobo jassel.
Se abalanzó sobre mí y me dio un golpe en mi cabeza, era muy suave, pero ella era muy atrevida para hacerlo.
Ella intento hacer un tipo de cosquillas, pero no percibía, pero el toque de sus manos con mi cuerpo hizo que me estremeciera.
Oh rayos.
Sujete sus brazos y lo lleve sobre su cabeza, era muy chistoso como se encontraba, tenía la cara muy roja y la nariz arrugada.
Me acerqué a su oído y susurro.
—Eres una señorita muy descuidada, como te atreves a golpearme, apenas y me conoces, tienes mucha confianza conmigo.
—No lo soy, aparte te lo merecías ¡y ya suéltame! —me dijo enojada.
Me asegure de inmovilizar sus piernas y que no generará golpes bajos, cualquier descuido ella podría ocasionar un golpe certero en el medio de mis piernas.
—Admite y te dejo libro Mel. —le dije.
Mi agarre no era muy fuerte, no quería dejar un moretón en su piel.
—Ya lo hice hace rato Jassel.—grito y tape su boca.
—Sh... Pequeña, los vecinos pensaran mal. —le digo.
Aparto la mano de su boca y ella intenta morderme la mano, enseguida.
—¡Calma fiera! —le dije y dibujé una sonrisa en mi rostro.
—Eres el único que vive por esta zona, así que no tienes ni un vecino que pueda escuchar los gritos de una pobre damisela. —respondió ella e intento abalanzarse nuevamente.
—Casi lo olvido, es verdad, no tengo vecinos—me reí a carcajadas y ella pareció contagiarse de la risa por mi comentario, pero luego volvió a su seriedad absoluta.
Ella me mira y luego fija la mirada en el techo, aflojo mi agarre, la dejo libre y Mellea se escabulle hacia otro lado de la habitación.
Editado: 18.01.2021