Seducción irresistible.(parte 2)

Capítulo 17.

Prefiero ser fiel a mí mismo, incluso ante el peligro de parecer ridículo ante los demás, en lugar de ser falso e incurrir en mi propio aborrecimiento.

Frederick Douglass

Una semana pasa enseguida con solo un cerrar de ojos se me va de las manos, Mellea no volvió a aparecerse en mi casa y me bloqueo de todos lados, dejo bien en claro que no quería verme y que mi vida lo metiera en un lugar en donde no me entrara el sol, ese comentario genera unas risas de mi parte.

Las heridas de mi rostro fueron sanando, ya no había rastro de ello, aunque los rasguños en mi brazo se podían percibir todavía.

Les comente a mi Alumnos que las clases ya no las impartiría hasta el mediados otro año, no quería correr el riesgo de poner a chicos inocentes en peligro, por eso tome la decisión de dejar de enseñar temporalmente hasta que se arreglasen las cosas, también pedí discreción con temas del orfanato a la directora la cual se mostró amable y cordial en todo momento, la entrevista que di fue borrada del blog de Mellea la cual lucio sin un toque de sorpresa por mi acción, no dejaría de apoyar a los pequeños.

Camino hacia la puerta, pero unas manitos delicadas me agarran la mano, bajo la mirada y observo a la pequeña Laia quien tiene la boca manchada de chocolate, suelta mi mano para darme una gran sonrisa, saco el pañuelo de mi bolsillo y limpio su carita, pero ella se remueve inquieta.

Ella lleva una de sus manitos a mi cara, sus ojitos tienen un brillo muy bonito que irradian tranquilidad en esos tonos cafés.

─ ¿Promete visitarnos más seguidos verdad? ─sus palabras salen un poco tímida y luego lleva sus manos para atrás.

Mueve sus piecitos esperando mi respuesta, su carita espera una respuesta de aceptación, pero yo me quedo en silencio, ella me entrega una muñeca de tela sus cabellos son rubios y tiene un vestido rosa, tiene un bolsillo en el medio.

El grito de unas de las profesoras que enseñan en el lugar hace que fije la mirada en la maestra, la cual sonríe al ver la cara de la pequeña manchada con dulce.

─ ¿Qué paso en la tu cara, pequeña? ─le pregunta la maestra sorprendida.

─Me manche con chocolate que trajo el señor Jassel para nosotros maestra. ─empieza a explicarla.

Su maestra fija su mirada en mí, me señala mi rostro y las manos.

─Gracias. ─hablo enseguida, limpio el resto de chocolate.

─Tu pequeñita debes tener una sesión de baño. ─le dice la maestra a Laia la cual niega frenéticamente, pero luego me ve y asiente.

─Muchas gracias por el apoyo, los niños lo extrañaran a usted.

La pequeña Laia apoya su carita en el hombro de su maestra y bosteza, ella se da media vuelta y se va con la pequeña niña.

Observo la hora en mi reloj y voy rumbo hacia una de las tiendas de ropa más importantes de Alemania, cuando llego Renata abre la puerta y enseguida me jala para entrar.

Se limpian con el paño su rostro el cual luce sudoroso, trato de tocar su rostro y ella se esquiva.

─Estoy bien hermano, no hay de alarmarse. ─dice, su rostro irradia felicidad.

­─Siempre me preocupare por tu salud Renata. ─respondo y ella lleva mi mano a su frente.

─ ¡sientes! ─contesta. ─Estoy bien, hermano.

Me jala hacia los vestidores y me pasa el traje el cual tiene un color azul noche con algunas figuras de rosas azules en estampados.

Salgo ya cambiado del vestidor y me observo en el gran espejo que adorna la pared.

─Estas realmente muy guapo, pero todo te queda hermoso. ─dice feliz.

Se acerca a mi y me da un abrazo, susurra algo muy bajito que no escucho.

─ ¿Qué me dijiste? ─pregunto, pero ella niega.

─Ya te enteraras luego. ─dice sin más.

Renata camina hacia el mostrador y bebe su agua.

─ ¿Iras a la dichosa fiesta, ¿verdad? ─pregunta.

Yo la miro extrañado por lo que me ha dicho.

─ ¿Cómo sabes que habrá una fiesta?

Ella se toca la nuca y no me hace caso.

─Todos lo años lo hacen ¿no? ─dice nerviosa.

─Es extraño que lo menciones, viniendo de ti hermana, no te gusta esos temas relacionados a la mafia. ─contesto acomodando mi corbata.

Renata me jala para que ella pueda acomodar mi corbata y me mira el rostro.

─ ¿Te hiciste algo en la cara? ─pregunta curiosa.

─Solo me corte el pelo y la barba lo rebaje. ─contesto sin más, sin embargo, ella niega.

─No seas bobo hermano, tienes chocolate. ─dice y agarra un papel para limpiarme en la parte de mi barba.

─ ¡Oh! No me limpie bien. ─sonrió al recordar a la pequeña Laia, poner sus manitas en mi cara.

─¿Quién fue? ─pregunta con una sonrisa en sus labios.

Lo miro extrañado por su comentario, su cara esta 

─Dime. ─me empuja levemente.

─Fue una pequeña del orfanato. ─contesto con una gran sonrisa en el rostro, Renata queda sorprendida y se lleva la mano a su boca emocionada.




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