Sedúceme Despacio (editando)

Sospechas

David.

—Espero no estar interrumpiendo... —La voz de Hans intervino en el saludo. El padre los observaba con una sonrisa de oreja a oreja, con ese amor tan paternalista característico suyo.

—¡Papá! —Estalló de alegría, buscando de igual manera los brazos de su padre, el pequeño cuerpo de Hannah se escondía sobre su pecho.

—Me alegra tanto que estén todos reunidos, los niños me harían secuestrarte si no aparecías por aquí. —Bromea, por mi parte observo a los dos pequeños quienes sonríen ampliamente. ¿Cómo podía ser que todos amaran tanto a Hannah de esa manera tan sincera?

Me sentía molesto por supuesto, Joyce era consciente de la sensación que provocaba esa conexión tan íntima entre ambos. Sacaba provecho de ello a pesar de no ser su intensión lastimar a terceros, verla ahí aferrada a su cuerpo provoca que mi corazón duela.

Perdido entre mis pensamientos no me percato de la mirada de Margareth, quien de mala gana se acerca a mí y me hace una señal para seguirle al estudio. Mientras los demás se concentraban en la conversación, sin siquiera percatarse de nuestra ausencia.

—Pareces molesto, Lacroze. —Puntualiza con diversión, pasando un dedo sobre la mesa del escritorio.

—¿Es tan evidente? —Respondo lleno de sarcasmo, no me reconocía, podía jurarlo.

—Mi hermanita es digna de muchos admiradores, y sin embargo, eres tú quien menos me simpatiza —se sienta sobre la silla y menea la cabeza analizándome—. Pero empiezo a notar cierta cercanía y afecto por parte de Nana hacia ti, así que me niego a intervenir. —Aclara.

Qué podría estar pasando por su cabeza en esos instantes, es posible que crea que soy un aprovechado que necesita a su hermana para satisfacer sus desenfrenados impulsos sexuales. Me pregunto que diría si le dijera que soy incapaz de vivir sin la presencia de Hannah en mi vida, si tan solo pudiera decirle cuántos cambios han habido en mi vida desde que conquistó mi corazón con una simple sonrisa.

—¿A qué viene todo este jalón de orejas Margareth? —inquiero—. Si te soy sincero ahora mismo tengo una migraña desconsiderada matándome por dentro. —Desvío la mirada hacia el ventanal, podía decir que las vistas eran tan maravillosas como hipnotizantes.

¡Tal vez me gustaría quedarme aquí!

—Si quieres alejarlo de su lado, comienza por enamorarte de ella. Cuando lo hagas todo será más sencillo, ya no tendrás miedo a decirle lo que siente tu cerrado corazón. —Aconseja, sonriendo de manera cínica. Ciertamente Margareth me daba mucha gracia, era admirable el sentimiento de protección que proyectaba hacia su hermana menor.

—Gracias, Mags. —Me despido saliendo del despacho, camino por el pasillo con la intensión de buscar mi habitación. La cabeza me dolía como nunca antes lo había hecho, me sentía verdaderamente mareado.

—¿Estás bien Dave? —Consulta Theo, saliendo de una habitación conjunta. Su rostro lleno de preocupación me recorrió de pies a cabeza.

—Sí, necesito descansar, el viaje ha sido muy pesado a mi parecer. —Tranquilizo.

—Pediré que te suban unas aspirinas, procura dormir lo suficiente y te buscaré para la cena. —Decidió, mientras me encaminaba hacia el final del pasillo. Señaló la última alcoba que el correspondía de la residencia, tan sólo quería poder desvestirme.

—Theo una última cosa antes de que te vayas —lo detuve—, por favor no preocupes a Hannah, de verdad estoy bien. —Aseguro antes de verlo desaparecer nuevamente hacia la planta baja.

Dentro de la cómoda habitación me percato del ventanal, bajo la mirada hacia el jardín donde Hannah y Thomas juegan con los niños a la pelota. Se les ve tan felices, tan unidos que siento envidia de la familia Horch, me gustaría tanto ver a mi familia reunida de tal manera.

Me desvisto aún tambaleante, entre la maleta busco lo más básico que soy capaz de encontrar. Cierro las persianas de la habitación que se consume en la oscuridad casi de inmediato y me recuesto sobre la cama suspirando con pesadez.

¡Ha sido solo un mal viaje!

                                (...)

—Amor, despierta. —Escucho su dulce voz acariciar mi cuello, dejando sus suaves besos sobre mi piel. Me siento tan relajado, mi cuerpo ha perdido peso.

—Ummm. —Un gruñido sale de mi boca, no deseo despertar.

—Si no despiertas ahora, me voy a ver en la obligación de hacerlo por mis propios medios. —Anuncia, coqueta. Siento sus pequeñas manos acariciar por debajo de mi camisa, un escalofrío recorre mi cuerpo ante sus caricias.

—¿Has estado tomando? —Cuestiono, ante su evidente torpeza.

—Solo un poco, papá sacó su botella de whisky añejo —se acostó a un lado de mí—. Hace tiempo no compartía una copa con el ocupado Hans Horch. —Esconde su rostro sobre mi pecho, la cubro con mis brazos dejando un beso sobre su coronilla.

—Tu padre está a cargo de una gran multinacional, Nana —analizo—. Deberías comprender el limitado tiempo que posee, tanto como tú y Margareth.

Hace un puchero.

—Tienes razón, aún así la distancia me duele mucho más que su ausencia. He pasado dos años sin asistir a los cumpleaños o las celebraciones de navidad y año nuevo. —Me mira enternecida.

—¿Por qué me miras de esa manera?

—Porque eres todo lo que había soñado desde hace un buen tiempo atrás, contigo no me siento sola David. —Dijo.

Mi corazón latía desenfrenado, estaba alegre de escuchar su confesión. Y procurando no hacerle daño me posiciono sobre ella sin dejar mi peso encima. Su cuerpo se acopla al mío en una íntima unión, deseaba besarla, poseerla y repetirle nuevamente que ella es la dueña de mis pensamientos.

—¿Hannah?

—¿Sí?

—Yo...

Mis palabras se ven torpemente interrumpidas por el sonido de la puerta, Theodore deja ver la cabeza entre la rendija cerrando los ojos con dramatismo. Hannah sonríe mientras se levanta y acomoda su cabello, me levanto hacia la maleta para tomar un abrigo.




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