Sedúceme Despacio (editando)

Nuestro objetivo

Hannah.

Esa misma tarde me preparé minuciosamente antes de salir del apartamento bajo la insistente mirada de David y Joyce. Vistiendo un bonito vestido color vino y una cómoda gabardina, he decidido atar mi cabello en una coleta alta. David por su parte, se había pasado la tarde entera intentando convencerme de no asistir a la pequeña cita con Carlton. Ciertamente me había llenado de ternura cada uno de sus infantiles pucheros, pues sabía cuán celoso le ponía la simple idea de reunirme con el hombre que alguna vez le robó a su prometida. 

—No me mires de esa manera. —Pinto mis labios con un labial intenso, color que a David le fascina admirar en la intimidad. Siento sus manos acariciar mis curvas, su cabeza se reclina sobre mi hombro mientras se dedica a observar en silencio, nuestro reflejo en el espejo de mi habitación. 

—Estás hermosa, tan hermosa que desearía ser yo quien te invite a tomar un café. —Su cálido aliento rozó mi cuello con toda la intensión de hacerme suspirar. Sus ojitos de enamorado causaron un vuelco en mi corazón, si tan solo supiera que todo esto lo hago por él. 

—Me gustaría que te quedaras, que durmiéramos en la misma cama esta noche. 

—¡Eres tan atrevida! —sonrió pícaro—. Si ese es el efecto que logro causarte, deberías quedarte conmigo. Tengo pensado hacerte suspirar la noche entera, que la luna sea testigo de nuestra pasión desenfrenada cariño. 

Me giro sobre los talones capturando su rostro entre mis manos, acariciando su barba naciente. Su cabello desordenado y esa vestimenta tan casual me hacía sentir como una adolescente en pleno amorío, esas sensaciones que pensé jamás volvería sentir. Si pudiese congelar el tiempo en ese preciso instante podría permanecer la vida entera a su lado, dentro de mi habitación  donde nuestras miradas se funden llenas de un cariño sincero. 

—Confía en mí David, estaré bien —suspiro—. Una vez el juicio finalice tengo pensado escaparnos una semana al extranjero, disfrutando de la compañía del otro sin tener que preocuparnos de los demás. Por una semana cumpliremos todos esos deseos que hemos querido realizar, solamente tú y yo.

—Dime una única razón por la cuál deba soltarte entre mis brazos. 

—Si no me sueltas ahora, terminaremos por hacer el amor tal y como lo hemos hecho esta mañana. 

—Prométeme que llamarás en caso de que esta velada se salga de control, necesito saber que ese idiota no te pondrá una mano encima. —Gruñó. 

—Te lo prometo, ahora necesito irme antes de que Carlton piense que lo he dejado plantado.    

—¿Puedes darme un beso? —Pidió. 

—¿Dónde? 

—Donde me hagas suspirar de placer. —Divertida por su comentario, beso su boca apresando uno de sus labios contra mis dientes. Un jadeo se escapa de su boca mientras sus manos se posan sobre mi cintura, apretando sus dedos contra mi piel. 

¡Soy adicta a este hombre!

(...) 

Al bajar a la portería del edificio, Carlton permanece apoyado sobre el auto con la mirada fija en su teléfono. El carraspeo por parte del portero le hace reaccionar, se levanta con innata elegancia y guarda el aparato en las bolsas de su saco. Una sonrisa maliciosa se escapó de sus labios, delatando esa pequeña alegría que le generaba verme frente a él, feliz de no haber sido  plantado a horas de la noche a las afueras de mi edificio.

—Buenas noches, Hannah. 

—Buenas noches, Carlton. 

Nuestro saludo que parece tan cordial se escucha tan forzado, acción que nos hace sonreír cómplices ante nuestra pésima actuación. Desde esa primera vez cuando nos conocimos en la sede de la Volkswagen Group, nuestra relación no ha sido ciertamente cordial. No podía evitar sentir esa desconfianza cada que nuestros encuentros tenían lugar; en el ascensor, en la sala de descanso o incluso en la cafetería frente a la editorial. 

Carlton abrió la puerta del auto invitándome a ingresar, se lo agradecí con un simple gesto tomando mi lugar en el asiento del copiloto. El auto deportivo era una de las gamas más solicitadas de 1989, un Ferrari 512 TR, un elegante diseño de carrocería clásica y uno de los modelos de la marca más negociados en las subastas de antigüedades. Agradecía conocer cada uno de los modelos que mi padre diseñó para ese año, recuerdo haber deseado manejar uno de estos hermoso ejemplares en mi juventud. 

Mi abuelo terminó por cumplir mi pequeño sueño. 

—Puedo observar que te gustan los clásicos, belleza. —Interrumpió mis pensamientos con su pequeña observación. Recibiendo como respuesta un suspiro nostálgico, a mi pesar este modelo también trae consigo ciertas heridas del pasado. 

—Es uno de mis favoritos, creo saber donde se encuentran los planos de este auto en el estudio de mi padre —comento entusiasmada—. Suele decir que cada uno de sus diseños son creados a partir de una invención automotriz, una mejora que consigue que la inspiración fluya sobre sus dedos. 

—Hans Horch —nombró—, he escuchado su nombre en la decenas de subastas a las que he asistido. Tu padre como dueño del conglomerado se ha ganado el respeto de sus competidores, a decir verdad también poseo estima del hombre. 

Sus ojos verdes me miraron durante un instante mientras el semáforo permanecía en rojo, un brillo particular abordó sus iris como si el tema de los autos le apasionara enormemente. Me debatía internamente si sus palabras eran sinceras, me sentía verdaderamente desconfiada y tenía razón de estarlo. Nada era seguro ahora que había abordado el auto, todo lo que saliera de mi boca podría ser utilizado en mi contra si llega a manos de Sarah Oxborn. 

—Pues mi padre seguramente estaría encantando de recibir dicho halago. 

—Hemos llegado. —Dijo, aparcando el auto cerca de una pequeña pero lujosa plaza en el centro de la ciudad. Me detuve a contemplar llena de fascinación el hermoso escaparate del local, era sencillo y lleno de colores tenues como parte de su decoración. 




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