Sedúceme Despacio (editando)

Nuestro carrusel de promesas

David. 

Hannah subió a su habitación una vez se dio por terminado el juego de tenis, los niños habían quedado exhaustos y de igual manera se despidieron de nosotros dispuestos a tomar una pequeña siesta antes de la cena. George era entre los dos el más curioso, se parecía en gran parte a su padre; con una gran iniciativa y determinación que dejaban bastante asombrados a sus contrincantes—y estábamos hablando de un juego inocente de tenis—, dejaba muy en claro que su confianza en sí mismo era aún más grande de lo que él podía imaginar. Su pequeña hermana Sam por el contrario, se parecía a su madre; su fuerte carácter denotaba una personalidad astuta e ingeniosa, una generosa cualidad que se vería reflejada en el futuro, no dudo que se convierta en una gran mujer. 

Hans por su parte, me ofreció un trago de whisky en su despacho, se notaba entusiasmado detrás de su controlada expresión facial, una clara muestra de la cualidad con la cual los empresarios consiguen adaptarse a su diario vivir, conocía perfectamente dicha posición. Se sentó en su escritorio y me miró bajo un silencio incómodo, parecía como si estuviera esperando a que yo pronunciara las palabras que deseaba escuchar. 

—David los hijos son una alegría para sus padres, criarlos y soltarlos de entre nuestras manos a veces representa un gran reto —explicó—. Mi pequeña Nana duele en lo más profundo de mi corazón, será por siempre mi adorada niña y verla crecer e independizarse ha sido el proceso más difícil como padre, eso lo sabrás cuando tengas hijos. 

No comprendo a dónde desea llegar…

—Hannah es una mujer independiente, sabe cómo arreglárselas sola. 

—Precisamente por dicha razón es doloroso, observar cómo tomó sus pertenencias y se marchó de casa. Lo único que se llevó de casa fue mi auto de colección y el entusiasmo de independencia. 

—¿Y cuál es el motivo de esta charla? 

Sonrió. 

—Tu padre me comentó sobre la propuesta que le harás a mi hija y puedo afirmar lo feliz que me hace sentir la noticia. —Se acercó y me estrechó entre sus brazos, lo noté entusiasmado y el pequeño nerviosismo que había crecido dentro de mi corazón desapareció con sus palabras. 

—Sabía que mi padre no iba a poder guardar el secreto por mucho tiempo. —Él soltó una carcajada con la cual aseguró que mis palabras poseían toda la razón, mi padre en verdad se encontraba feliz. 

—Cuídala mucho, David —pidió—. Mi hija es una mujer independiente pero de blando corazón, es la persona más amable que llegarás a conocer. —aseguró—. Y ya te habrás dado cuenta que tiene una familia llena de carácter que no dudará en defenderla, Joyce y Margareth en especial.

—Daré mi vida por ella si es necesario, Hannah es la mujer que llena mis días de alegría y color, soltarla sería el peor error que pueda cometer. 

—Estoy seguro de que serán una buena pareja, mi bella Miranda hubiese pensado lo mismo —Desvió la mirada, tuve la impresión de sentir el gran dolor que aquellas palabras habían causado en su interior. 

Miranda Spencer…cuánto dolor has causado con tu partida. 

(...) 

—Te ves preciosa, amor —Mi halago causó en ella un disimulado sonrojo, apretó sus manos al volante y sonrió. 

—Me gustan estos halagos, pero podrían ser peligrosos estando al volante. 

—¿Y por qué serían peligrosos? 

—Porque deseo besarte —Me miró tiernamente, el brillo de sus ojos ámbar volvió a iluminar su mirada y esa sonrisa que había desaparecido, retomó su bella curvatura.

Me perdí en sus labios adornados de ese intenso color carmín, se veía preciosa, auténtica con su estilo desenfadado y su amor por los pantalones ajustados. Hannah tenía esa capacidad de verse hermosa en cualquier circunstancia, recién levantada o elegantemente arreglada, con sus hermosas pecas sobre el rostro o con sus labios decorados por el labial. Estaba enamorado de su ser, de su corazón, de su esencia y personalidad, de sus ganas de comerse al mundo de un solo bocado, de su amor y consideración por los demás. Aquella observación me hizo reflexionar sobre el impacto que generó en mí su dulce personalidad, fue esa pizca de dulzura que me incentivó a realizar el cambio en mi vida, en mi corazón, en mi mente. 

—¿Sabes? Minutos antes de que llegaras, los niños me hicieron una pequeña pregunta que me resultó algo graciosa —Dijo. 

—¿Te preguntaron si te casarías? —Bromeo inocente. 

—Aunque esa sería una gran pregunta, fue aún más inocente —calló—. ¿Qué te parece ascender a tío David?

—¿Tío David? —Reímos. 

—Fue exactamente la misma pregunta que planteó papá, los niños son un poco cariñosos y tú has sido de su agrado. 

—Tus sobrinos son muy tiernos, George será un gran hombre sin duda y Samantha, será igual de determinada que su madre —Expresé y justo en aquel instante, Hannah soltó una gran carcajada llena de diversión. 

—Adelante, puedes decirlo, Samy será igual de obstinada que su madre —contuvo la risa—. ¿Sabes? Me dijo que un vestido no era buena opción para una cita, hizo que me probara dos conjuntos adicionales para terminar escogiendo el primero, sus gestos son idénticos a los de su madre. —Recreó la postura, posando una de sus manos sobre su cintura mientras me dirigía una divertida mirada. 

—Entonces espero que nuestros hijos se parezcan a ti. 

Sus ojos se iluminaron ante aquellas palabras que al igual que a mí, la habían sorprendido. No terminaba de acostumbrarme a un gesto el  cual consideraba ajeno hasta hace poco tiempo atrás, una sensación desconcertante mezclada con el temor que descoloca mi cordura, al igual que ella. Hannah provoca en mis emociones una colisión espontánea; mis latidos se aceleran, mis gestos se suavizan y mi mente no consigue pensar en otro asunto que no sea ella, en esa hermosa mujer. Podemos definir belleza como un placer sensorial provocada por una fuerte admiración, sin embargo, su belleza era una cualidad superior a un gusto visual, sin dejar de lado que sus hermosas facciones eran un gran atributo. Ella no necesitaba resaltar con prendas elegantes, su esencia es la gracia y elegancia con la cual se desenvuelve, la sutileza de su hablar y la educación que imparte, su admirable personalidad. 




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