"Seducida por la Bestia (saga Charmed #1)"

Capitulo Trece

Antes de leer me gustaría que fueran a youtube, spotify o lo que sea que utilicen para escuchar música y lean el capítulo mientras lo escuchan:

 

Otras se pierden - Morat

 

No es mi estilo hacer esto pero realmente le pega al capítulo.

 


Maldita sea. Y yo que pensaba que todo estaba en mi cabeza.

Cada mirada, cada beso en la frente me decía a gritos lo que me empeñaba a no aceptar.

Las miradas escrutadoras cada vez que lo presenté como un amigo, cada vez que esperaba por mi para llevarme a casa luego del trabajo sin importar lo que tardara o el clima. Cada una de esas acciones era una declaración de intenciones puestas en un cartel de neón  frente a mi, pero me negaba a aceptarlo, prefería ser de las peores ciegas, si, de las que no querían ver.

Y lo hacía por la sencilla razón de que si lo aceptaba lo hacía a la par con mis sentimientos. No soy tonta y Sean tampoco es muy discreto que digamos, pero como siempre, ninguno iba a decir nada. Al menos no lo haría yo, aquel era nuestro talón de Aquiles.

¿Importarme que se haya acostado con otra tipa ni bien llegamos a Port Angeles?

Tengo mis razones para no cabrearme por ello y de buena fuente se que no pasó mas allá de unos cuantos besos salvajes por mas que diga que lo hizo y que la tiparraca lo haga tambien, vamos que el tipo solo le seguía la corriente solo porque era sobrina de la dueña del bar ¿y arriesgarse a un despido al desmentir aquello? Pues iba a ser que no. Sean era de los que la liaba y la desenredaba, daba igual cuanto tiempo le tomase para ello. También estaba en juego su reputación, por mas que no quisiera admitirlo todo hombre tenía cierto ego y el que dijera que no quiso tirarse a semejante "bellezón" iba a decir mucho de el. De igual manera estoy segura de Sean era quien sufría mas mientras me reía de el.

Irónico, lo se. Lo normal en una chica es no volver a dirigirle la palabra jamás, pero en cambio yo me he reído cada que traía una cara de perro al que le pisan la cola a casa.

Pero nunca pensé que las cosas cambiarían de esta manera. Estaba cabreadísima y lista para soltar todo mi veneno, pero lo que ocurrió en ese instante me dejó congelada durante un par de microsegundos.

Desde mi primera visita a casa luego de acabar mi primer semestre en la universidad, Molly no ha perdido oportunidad de decirme que tengo las extremidades frías. Y desde entonces aquello no ha cambiado mucho, pero esas son las consecuencias de no estudiar cerca de casa.

Aprendí al final del primer mes que debía hacer sacrificios para poder tener comida caliente y decente, que se comiera con cuchara o tenedor sobre mi mesa. Uno de esos sacrificios fue la calefacción, y no es que viviese en un desierto como lo es Nevada. Las noches en Seattle eran realmente frías tanto en verano como en invierno y solo contaba con un par de mantas al principio, las cuales aumentaron con el pasar de los meses.

De allí viene el que mis manos y pies estén siempre frias. Se aprende a mantener lo importante caliente, pero en este preciso momento siento como si todo mi cuerpo estallara en una gran ola de calor y no era por el toque que Sean ejercía sobre mi.

¡Jesús y los doce apóstoles! No lo he catado por completo y mis bragas ya están mas que arruinadas gracias a el y su forma de tocarme y en el momento en el cual retomamos el contacto visual algo en esa mirada amarillenta me dijo que no tendría mucho mas de aquello así que me hice con la situación asaltando su boca y me llevé tanto de él como fuera posible y era porque sabía que aún teniendo lo que me cubría abierto y la parte superior de mi cuerpo totalmente al descubierto no ganaría nada, pero valía la pena tentar a mi suerte y cuando estaba casi segura de que lo había logrado Sean se separó de mi de manera casi brusca y juntó mi frente con la suya.

- No puedo hacerlo, por mas que queramos no puedo hacerlo.

- ¿Por que? - lo siento, tuve que preguntar. Se los dije, soy un poco gato.

Pero no hubo respuesta, solo silencio, un beso en la frente y un abrazo.

Si hubiera sabido lo que implicaba corresponderle a Sean, no lo hubiera hecho jamás. No valía la pena el precio que se tenía que pagar por ello.

Doscientos dólares en la mesita de noche y una nota escueta fue lo que encontré horas mas tarde.

"Lo siento"

Era lo único que estaba garabateado en perfecta ortografía sobre la tira de papel azul.

No sabría decir si el sentimiento de rabia o el de conmoción eran ma fuerte al no encontrarme que su ropa no estaba.

De una u otra manera me sentí usada otra vez.

Una de las reglas no escritas de la vida es que aquellos que aparentan ser fuertes son los que tienen el corazón mas blando que el de una fresa madura. Si, esas que no se pueden estar en toqueteos porque se vuelven compota. Esa era yo.

Durante todo el día estuve en silencio esperando a que volviese, pero nunca lo hizo. Tres días después ya me había resignado, así que traté de volver a lo que era mi rutina antes de el, sobra decir que no fue nada fácil. Cada noche volvía a la cama con la única prenda que se había dejado y estaba seguro que lo hizo porque la llevaba puesta.




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